![«La reina Victoria Eugenia llamaba al Palacio de La Magdalena su casuca de verano»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202112/23/media/cortadas/70127368-kJvE--1248x814@Diario%20Montanes.jpg)
![«La reina Victoria Eugenia llamaba al Palacio de La Magdalena su casuca de verano»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202112/23/media/cortadas/70127368-kJvE--1248x814@Diario%20Montanes.jpg)
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Una coqueta sala de billar, la inmensa habitación de juego de los infantes, la casa de los guardeses, el dormitorio real, lustrosos artesonados, dibujos a color... La edición ampliada de 'El Real Palacio de La Magdalena', de Juan Carlos Flores-Gispert, incluye una colección ... de fotografías y alzados del archivo personal de Javier González de Riancho, el arquitecto que diseñó uno de los edificios icónicos de la ciudad.
«Son fotografías interesantísimas», subraya Flores-Gispert, periodista de larga trayectoria en El Diario Montañés y autor de varios libros sobre la historia de la ciudad. Gracias a esas imágenes, cedidas por la familia González de Riancho, que conserva un «rico archivo» documental del arquitecto, el lector puede asomarse a los salones, salitas y habitaciones del Palacio en su estado original, es decir, tal y como las recibió Alfonso XIII, allá por 1912. «Creo que la gente se va a sorprender con esta colección de fotos porque reflejan bien cómo era un palacio real de verano», refiere el periodista.
Ahora sede de la UIMP, de bodas y congresos, y objeto de visitas durante todo el año, este edificio fue emplazamiento de la corte durante dieciocho veranos, hasta la II República. A ese tramo del siglo XX nos traslada Flores-Gispert con su libro, donde ya no sólo cuenta la historia del Palacio sino la de la capital. «El Palacio refleja la historia de aquel Santander de 1900, cuenta cómo era la ciudad y qué pretendía para el futuro: consolidarse como sede del balneario real y, por tanto, como la capital de verano. Se planteaban ya así las raíces del futuro que se quería para la ciudad, un futuro turístico. El Palacio es, además, un reflejo de aquella sociedad, de sus gustos», revela el autor.
¿Y qué le ha llevado a embarcarse en la escritura de este y otros libros sobre la ciudad; títulos sobre el Casino, los Baños de Ola o el Hotel Real? Flores-Gispert cubrió durante años la información sobre Santander en El Diario Montañés. Esto le hizo ver el Palacio con otros ojos, estimuló sus ganas de ensanchar el relato. Empezó entonces a buscar la manera de desenterrar el rico anecdotario del edificio y a tratar de identificar al máximo número de personas implicadas en su concepción y construcción. A base de buscar y rebuscar en archivos y bibliotecas, y gracias al patrocinio del Ayuntamiento, halló la forma de hacerlo.
En la primera edición del libro -en 2012, año del centenario del Palacio-, el periodista ya incluyó los listados de las instituciones y particulares que aportaron dinero para levantar esta casa real de verano. Esa documentación, que pertenecía a la familia Pombo -el periodista Luis Pombo la encontró en la buhardilla de su casa, en el Paseo Pereda-, pasó al archivo del Palacio. Flores-Gispert pudo acceder entonces a este pequeño tesoro documental. Los listados, revelan que el Palacio concitó el interés general. «En la construcción se involucró toda la sociedad: la nobleza, los montañeses que residían en Cuba, las pequeñas tiendas y grandes empresas, las instituciones...».
Dar con este y otros materiales no ha sido tanto fruto del azar como de la investigación, de cierta perspicacia, de leer revistas de la época, como Nuevo Mundo y Actualidades, de cabo a rabo. «No es trabajo de un día, de un mes, de un año», admite el periodista, que también ha entrevistado a quienes conocían de primera mano detalles sobre el edificio.
Tras esos años de rastreo, ha volcado en el libro algunas curiosidades. «Creo que el lector se sorprenderá cuando sepa que la reina Victoria Eugenia llamaba al Palacio su casuca de verano. Comparado con los palacios reales de las capitales, este palacio de verano era más sencillo. Además, la reina tenía a pocos metros de la suya las habitaciones de sus hijos», revela Flores-Gispert, algo que no era habitual en otras propiedades reales.
Las fotos y dibujos cedidos por la familia González de Riancho son una de las novedades de esta edición, pero hay otros materiales inéditos, como la colección de imágenes que firma Manuel Álvarez y que muestran el resultado de las obras de mejora que ha acometido el Ayuntamiento de Santander durante estos años, y que han servido para ampliar estancias, renovar suelos, circuitos, ventanas, etcétera. Las imágenes fueron seleccionadas por Lola Sainz, directora de La Magdalena, recientemente fallecida. El libro en sí es un homenaje a la mujer que gobernó el Palacio durante 30 años, que era además amiga de su autor. «Ha sido la gran defensora del Palacio. Lola trabajó muchísimo por conservarlo y también por darlo a conocer», destaca Flores-Gispert.
La vigencia de la construcción es evidente para el periodista. «El Palacio fue entonces fundamental para Santander, lo sigue siendo hoy y lo será mañana. Es el edificio civil más importante de la ciudad. En él se celebran ahora bodas, congresos, los cursos de verano... Miles de personas pasan por el Palacio cada año».
¿Y cómo envejecerá? «Más allá de los 110 años que ya tiene -en 2022 se conmemora esa fecha-, envejecerá bien, puesto que las inversiones del Ayuntamiento, además de las remodelaciones que ya ha realizado, son cada año muy importantes», confía.
¿Y le ha quedado algo por contar en esta segunda edición? ¿Habrá una tercera? «Siguen apareciendo documentos sobre el Palacio. Los últimos, sobre la empresa Corcho, que se encargó de montar las cocinas... Es un tema inabarcable». Un tramo de la historia al que le gustaría asomarse es al que va de 1931 a 1977, cuando el por entonces alcalde, Juan Hormaechea, compró La Magdalena a Juan de Borbón. ¿Qué paso esas décadas? ¿Y cómo fueron las negociaciones para recomprar el edificio? Esa parte, jugosísima, «está sin contar, así que una tercera edición... ¿por qué no?».
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