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Sus anécdotas más curiosas están en las noches en las que se produce el cambio de hora, cuando a las dos son las tres y viceversa. Aunque desde hace cuatro años el cambio se produce de forma automática, Carlos Herrero, el relojero que se encarga ... del mantenimiento de los relojes municipales de Santander, ha recorrido la ciudad muchas madrugadas para poner a punto las agujas del Ayuntamiento, el mercado de México, la iglesia de Santa Lucía y las Caballerizas del Palacio de la Magdalena. Recuerda, en concreto, una noche en el templo junto a la plaza de Cañadío. El cambio de hora coincidió con la noche de Halloween y en la iglesia, a oscuras, la imagen de una virgen casi lo mata del susto. Cada reloj tiene lo suyo y Herrero echa un vistazo a diario a los cuatro para asegurarse que marcan la hora correcta y que no dan ningún error. «Una vez a la semana hacemos un mantenimiento general y, una vez al mes, una labor de puesta a punto más profunda. Además, en verano usamos un tipo de aceite para engrasar las piezas y en invierno otro, porque la temperatura influye en el funcionamiento», explica.
Tiene su taller a pocos metros del Ayuntamiento, en la calle Ruamayor, prácticamente al inicio de la vía. Es un pequeño comercio que lleva su nombre y que, a pesar de los estragos que atraviesa el sector, puede estar satisfecho porque la entrada y salida de clientes es constante. Combina su trabajo en el taller con el mantenimiento de los relojes municipales, tarea que ha realizado en dos periodos: entre 1992 y 1998 y desde 2010 a la actualidad. Ahora, el contrato acaba de salir a licitación y Herrero ha sido el único que se ha presentado al concurso público, por lo que en principio seguirá al frente de su mantenimiento durante, al menos, los tres próximos años.
Herrero respeta al máximo el funcionamiento mecánico de cada reloj, pues para él tienen un valor que va mucho más allá de dar la hora. De hecho, las pocas 'modernizaciones' que ha instalado en ellos es una centralita con satélite que cambia la hora a todos menos al de México, que es el único que sigue siendo puramente mecánico. También se han instalado en ellos pequeños motores que sustituyen a las pesas para que no sea necesario darles cuerda, tarea que antes realizaba semanalmente el relojero.
Cada reloj tiene su aquel, aunque el del Ayuntamiento es probablemente el más especial. Tiene más de 200 años y Herrero lo restauró integralmente en 2020 para recuperar su estado original ya que años atrás, cuando no estaba él al frente de su mantenimiento, se añadieron elementos electrónicos. Este reloj, fabricado por William Vale en 1798, llegó desde Londres desmontado en varias cajas de madera (pesa más de una tonelada). Fue por el Támesis hasta Bilbao y desde allí por carretera hasta Santander. Como aún no estaba construido el Ayuntamiento, estuvo en la iglesia de la Compañía de Jesús hasta que en 1840 se trasladó al Consistorio, que entonces ocupaba la parte izquierda del edificio actual. Ya en 1966 se trasladó a la torre donde está hoy.
Llegó desde Londres a finales del siglo XIX y estuvo en la iglesia La Compañía de Jesús hasta 1840.
Data de 1888, con tres esferas. Dada la humedad de la torre donde se ubica, requiere una rehabilitación total.
Aunque es el reloj más moderno, es el único que sigue funcionando al 100% de forma mecánica.
Localizado en Caballerizas, requiere especial vigilancia en verano, al coincidir con los cursos de la UIMP.
El de la iglesia de Santa Lucía data de 1888 y tiene tres esferas y un motor para cada una de ellas. «La humedad que hay en su torre le está afectando y estamos barajando ahora si restaurarlo y bajarlo a la iglesia para que pueda visitarse». El que requiere una rehabilitación integral –a pesar de ser el más moderno, de 1970– es el del Mercado de México, cuyos ejes están precintados y tiene una aguja rota. También es el que más calor concentra y en la torre se rozan prácticamente los 50 grados en verano. De hecho, el relojero que se ocupaba antes de su mantenimiento llegó a desmayarse dentro de la torre.
El trabajo de Herrero es muy reconocido en Cantabria y, además de los trabajos con el Ayuntamiento, ha trabajado para otras entidades. En Carmelitas hizo una renovación total; en el instituto Santa Clara colocó un reloj electrónico y restauró el antiguo; en la Catedral restauró el reloj antiguo y lo instalaron en la torre principal, y en Correos instaló una minutera electrónica y una central. Su «gran ilusión pendiente» es colocar los tres relojes que faltan en la iglesia de los Jesuitas.
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