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En las primeras declaraciones de Arturo Pablo Ros Murgadas (Vinalesa -Valencia-, 1964), tras su designación como nuevo obispo de Santander por el Papa, ya se advierte de que se trata de un fiel seguidor de la línea marcada por Francisco, condensada en esa ... frase con regusto a lema: «Los sacerdotes han de ser pastores con olor a oveja». Ros ya ha adelantado su intención de ejercer una «pastoral sencilla», en la que los religiosos han de aparecer «como los pobres de Dios».
Esa misma filosofía es la que ha guiado los pasos de su predecesor, Manuel Sánchez Monge, durante su pontificado en la Diócesis, quien, en algunos aspectos, ha dejado ya marcada la senda por la que tendrá que marchar Ros Murgadas.
Vocaciones Hay un envejecimiento imparable del clero por la falta de nuevas ordenaciones
Ayuda La Iglesia debe mantener su actividad caritativa y humanitaria, pero sin resignarse a ser otra ONG
Nueva evangelizacion Los laicos han de implicarse en la tarea pastoral, y la mujer tiene que ganar presencia
Abusos La Iglesia tiene que hacer oír su voz venciendo al descrédito causado por los escándalos sexuales
El nuevo obispo se encontrará con una Diócesis reorganizada gracias al trabajo de Sánchez Monge, con una estructura adelgazada y adecuada a la falta de sacerdotes, en la que se han agrupado las parroquias en unidades pastorales para mejorar la atención a los fieles. En ese mismo orden ejecutivo, se ha preocupado por dar más claridad y rigor a las cuentas. La remodelación de los archivos catedralicio y diocesano y la mejora del recinto de la Catedral son logros que también han de serle reconocidos.
Pero el sucesor heredará también grandes retos y tareas aún por resolver: la atención a las familias y a los jóvenes, y el problema derivado de la escasez de vocaciones, prioridades que Sánchez Monge se marcó al llegar a Santander, también deberán aparecer en su agenda.
El problema de conectar con los jóvenes desde el punto de vista religioso, y el envejecimiento imparable del clero por la falta de nuevas ordenaciones son cuestiones a las que será difícil encontrar solución.
El nuevo prelado deberá esforzarse en afianzar la presencia de la Iglesia en la sociedad, realzada durante todos estos años de crisis económica. A través de instituciones como Cáritas, la Cocina Económica y el Hogar Belén ha prestado su ayuda a muchos necesitados en momentos difíciles. Pero de esa intensa actividad caritativa y humanitaria surge otra amenaza, y es el riesgo de que su imagen se vea reducida a una mera ONG.
La nueva evangelización ya en marcha precisa igualmente de continuidad. En consonancia con los aires de renovación que soplan en la Iglesia, las mujeres han ido ocupando puestos de mayor responsabilidad y con gran carga social; a la vez, crece la implicación de los laicos en la tarea pastoral, algo que puede ser interpretado como hacer de la necesidad virtud.
Pero, ante todo, la Iglesia en Santander debe luchar por hacer oír su voz en una sociedad cada vez más individualista y descreída, sumida en una indiferencia religiosa común a todo el país y compartida por el mundo occidental en su conjunto. Y ha de hacerlo sobreponiéndose al descrédito provocado por los escándalos de abusos sexuales cometidos los depredadores que se escondían bajo las sotanas. El hecho de que los casos en Santander sean menos numerosos que los denunciados en otras diócesis no resta un ápice de dramatismo a una herida que no será sencillo cerrar.
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