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El primer titular que hizo referencia a la Fundación San Cándido en este periódico rezaba así: «Inauguración del Asilo de San Cándido, fundado para pobres paralíticos». Un lenguaje muy distinto al que se utilizaría hoy y que data de mayo de 1928. Esos cuatro ... años que lo separan del centenario que la entidad celebra este 2024 se debe a que, aunque Emilia Herrera Vindel fundó el asilo en 1924, necesitó varios años más para poner en marcha las instalaciones y adaptarlas para acoger a personas con discapacidad. Los primeros en llegar fueron un niño, un joven de 22 años y un anciano, bajo los cuidados de las Hermanas Carmelitas. La entidad ha evolucionado mucho desde entonces; de una casa de veraneo a la actualidad, en la que cuenta con unas modernas instalaciones que acogen a cerca de 300 residentes.
El Ayuntamiento reconoce hoy su larga trayectoria, enfocada durante décadas al cuidado de los más necesitados de forma altruista y, en su etapa más reciente, centrada sobre todo en la tercera edad como residencia y centro de día -también tienen escuela infantil-. Lo hace con la Medalla de Oro, la máxima distinción y reconocimiento municipal, cuya concesión aprueba hoy el Pleno municipal con la unanimidad de todos los concejales.
La inquietud de Emilia Herrera por destinar la casa familiar de veraneo al cuidado de los más desfavorecidos surgió por la enfermedad de su hermano Cándido, un navegante que sufrió parálisis a causa de una trombosis. En su honor y en el de su padre, eligió el nombre del entonces asilo -pasó a denominarse residencia en 2005-. La vivienda contaba con dos pisos: la planta baja estaba destinada a los enfermos, con capacidad para 22 personas, y en la superior estaban las habitaciones de las Carmelitas.
Hasta que estalló la Guerra Civil, San Cándido contaba con una asignación económica mensual que le permitía cuidar de sus residentes. Pero durante el conflicto, se quedaron sin ingresos y sobrevivían gracias a la huerta y pidiendo pescado a los pescadores que llegaban en las barcas. Al terminar la guerra dejó de ser un centro mixto para ser únicamente femenino y la situación no mejoró durante la posguerra. En 1972, las hermanas comunican que el edificio está en ruina.
Ante la situación límite, empiezan a divulgar la necesidad de recaudación en los medios de comunicación, creando una gran concienciación de la sociedad santanderina que provocó que distintos colectivos sociales realizaran campañas de recogida de dinero. Solo un año después, en 1973, arrancó la construcción de un nuevo edificio, que se inauguró cinco años después y la casa de los Herrera Vindel pasó a ser el hogar de las Carmelitas. En los 80, el asilo estuvo en auge, con cada vez más servicios como consultorios médicos, salas recreativas o peluquería. En 1982 inauguraron otras nuevas dependencias y en 1986 volvieron a aceptar hombres en sus instalaciones.
Ya en 2005, las Carmelitas anuncian que dejan la gerencia y el asilo se convierte en residencia. En 2014 incorporan la escuela infantil y en los años siguientes continúan ampliando sus servicios. Ahora, cuentan con 295 personas en la residencia, 40 en el centro de día, 35 niños en el centro de Educación Infantil y un total de 220 profesionales.
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