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Santander en agosto de doce a dos

Santander ·

El tiempo y la playa marcan radicalmente el ritmo de la ciudad y la distribución de gente por sus zonas

Álvaro Machín

Santander

Domingo, 11 de agosto 2019, 12:33

El santanderino de toda la vida sabe que en la ciudad, en verano, hay tres tipos de días. Los que hace «malo» (llueve o tiene toda la pinta de que va a acabar lloviendo), los que hace «bueno» (no llueve y se sabe que va a aguantar sin llover) y los que hace «de playa» (solazo y jornada para enmarcar). Esa clasificación de andar por casa marca totalmente el ritmo de Santander en agosto. Es el factor determinante para saber dónde está la gente o cómo es el tráfico en cada momento. Por ejemplo, de doce a dos y entre semana. Si llueve, la circulación se ralentiza y se llena todo lo visitable bajo techo (y especialmente El Corte Inglés). En la categoría de hace «bueno» las opciones son amplias. Más o menos nublado, más o menos caluroso... Se reparte juego. Son los días que más distribuyen a vecinos y turistas por distintos escenarios. Arena y baño para los que no perdonan, pero también terrazas, paseos por el muelle, vermú y rabas, visitas a museos, compras en las calles de tiendas... Porque si es «de playa» la fisonomía cambia y Santander, si fuera una balanza, se vencería por El Sardinero. El centro lo nota. Mucho. Y todo esto, que parece obvio, es la clave del verano y de los bolsillos que viven de él.

La comprobación se basa en un ejercicio real. Martes, miércoles y jueves de esta semana. Callejeando a pie o en coche por zonas habituales. Conducir de La Marga a Gamazo por Marqués de la Hermida, de Cuatro Caminos al Chiqui por el centro o por General Dávila, de los Campos de Sport al Centro Botín por el túnel de Puertochico o por Reina Victoria... Caminar del Ayuntamiento al CEAR por el muelle, por el Paseo de Pereda o por Peña Herbosa, llegar hasta Tetuán, recorrer San Francisco y Juan de Herrera, Calderón de la Barca o la calle de Cádiz... Todo, de doce a dos.

Cola para aparcar. Los conductores esperan turno parar entrar al aparcamiento de Castelar, con el cartel de 'Completo'. Roberto Ruz | Juanjo Santamaría

El diario de este recorrido empieza con un martes que sale bueno –no buenísimo–. De los que reparten. La entrada a la ciudad está despejada y el tráfico, fluido. En todo Marqués de la Hermida hay dos plazas libres de aparcamiento y los conductores buscan huecos metiéndose por las calles que rodean la Biblioteca Central. La mejor demostración de que el centro anda con gente es que a las 12.45 horas, en los accesos a los aparcamientos subterráneos de la zona del Machichaco y Alfonso XIII el luminoso oscila entre el «completo» y «libre». Hay cola de vehículos. Entran como goteando. En el bus turístico, a esa hora, la planta de arriba (la descubierta) va completa, aunque quedan algunos asientos libres debajo. Hay una patrulla de la Policía Local en la rotonda del Paseo de Pereda y el muelle está a reventar de paseantes. También los aledaños del Centro Botín. Otro dato: Las visitas al Refugio Antiaéreo y el Centro de Interpretación de la Muralla de las doce y la una están ya completas desde un día antes. Desde el Ayuntamiento informan que el refugio es lo más demandado, que en verano hay más familias o grupitos de amigos que excursiones organizadas de adultos o de críos y que la franja de doce a dos supone el 38% del total de asistentes. Lo más fuerte, aseguran, es por la tarde, aunque el que escribe ha comprobado que martes, miércoles y jueves se cubrió el cupo de las visitas a las doce y la una desde unas cuentas horas antes.

A las 13.20 horas hay ocho coches haciendo cola para el aparcamiento de Castelar. Al volante, el Paseo de Pereda se ve tranquilo y quedan sitios libres en las terrazas, pero el ir y venir de gente es tremendo por Calvo Sotelo, Jesús de Monasterio o la calle Burgos. Es curioso. Como una frontera. En estos puntos se palpa una mezcla de vecinos y turistas. De los que trabajan y los que están de vacaciones. Pero por San Fernando, siguiendo la ruta, aunque se observa también mucho trajín, el protagonismo –en general– es más para los de casa, para los de aquí.

El Puntal. La imagen es del pasado miércoles, con los que bajan de la pedreñera, que se llenó de vuelta camino de la playa. Roberto Ruz | Juanjo Santamaría

Por cierto, a las 13.40 no hay atasco de camino a la turborrotonda desde la Plaza de Toros, y eso que los taxistas –y con razón– lo marcan como punto «conflictivo» en su mapa de estos días. «Se crea en cuestión de minutos. De doce y media a dos suele ser un atasco permanente», apunta Manu Andoni Ruiz, de la Federación Cántabra del Taxi. Marca en rojo otros dos lugares a esas horas. El entorno de Cervantes, Cisneros y la Plaza de la Leña –tras la obra y ,«sobre todo, si hay mercadillo en la Plaza de La Esperanza» (el de confección es lunes, miércoles y jueves)– y El Sardinero. Aquí se detiene y señala dos aspectos que saltan a la vista en el recorrido del miércoles y el jueves.

Con solazo

Porque esos dos días son «de playa». Desde Reina Victoria hasta el Chiqui, a la vista, no queda un sitio libre. Es difícil pasar de veinte por hora porque los coches van al ritmo de las leonas acercándose al rebaño de cebras antes de atacar. Es justo lo que apunta Ruiz. «Por Joaquín Costa o por Mesones se circula despacio por los que van buscando sitio». Todo a reventar. Queda el segundo aspecto. «La entrada a La Magdalena es un saco. Muchos bajan desde Reina Victoria, no saben que no tiene salida y deben dar la vuelta. Se juntan con los que entran y salen al aparcamiento del Camello. Un embudo». Cierto. Los dos días hay lío en ese punto.

Terraza a la sombra. Las mesas al sol están libres, pero las cubiertas están muy solicitadas. En la foto, Calderón de la Barca. Roberto Ruz | Juanjo Santamaría

El miércoles, pasadas las doce y media, se forma caravana desde la salida del túnel de Puertochico hasta la rotonda del Paseo de Pereda. «¿Dónde andas? Estoy en un atasco», se escucha con la ventanilla bajada en el coche de al lado hablando con el manos libres. Pero se nota, en general, que hay mucha menos gente y tráfico por el centro.

La clave del día es la sombra. Hay muchos ejemplos. Los bancos de La Alameda están cotizados entre los jubilados. Los columpios de los Jardines de Pereda –bajo árboles– están llenos de críos con padres y madres cerca. Hasta hay gente tumbada en el césped. Y más. La Feria del Libro Viejo está tranquila (12.45 horas). Mucho sol. Allí hay un taller para niños . 'Diseño de un cartel del menú del día en un bar'. Es bajo una carpa y se nota. Completo. Y eso –carpas más amplias, que dan sombra– tienen en la Feria de Artesanía de La Porticada. En las terrazas de hostelería es determinante. Con el día que ha salido, la playa manda, pero se ve cierto movimiento de gente sentándose en las mesas 'a la fresca' de Lealtad, la plaza frente a la Catedral, la Calle Del Medio, Calderón de la Barca (se van llenando a medida que avanza el reloj).

Terrazas y comercios

«Sí que se nota que cuando hace de playa hay menos gente por el centro, pero en los últimos años Santander atrae cada vez más. Estamos trabajando bien. En estos días –preguntando por el caso concreto de la franja de doce a dos– los que más funcionan son los que tienen terraza y muy concentrado en el centro. La zona de vinos está más a media entrada». Lo explica José Ramón Martínez (Quebec, Ramonoteca y Lolas). Se ve por Daoiz y Velarde, Ataulfo Argenta o Bonifaz. Poco. O por Tetuán, muy vacío en torno a las 13.30 del miércoles. La receta para la hostelería está clara. «Lo ideal es un día nubladillo. Lo suficiente para no ir a la playa, pero que haga bueno para estar en la calle. Eso es 'top'. Porque además los clientes salen antes por la tarde y amplías la franja. Ten en cuenta que aquí, como media, hablamos de locales pequeños, con dos horas de tiempo de venta y que no te permite rotar».

Al bus. Un grupo de personas espera en la parada de Correos. Los buses pasan constantemente llenos de gente camino a la playa. Roberto Ruz | Juanjo Santamaría

Para el comercio, día de playa es también sinónimo de mañana floja. Se ve por Juan de Herrera, San Francisco, Rualasal... «Si sale un rayo de sol la gente se va a la playa. Si está nublado, se nota», explica Lourdes Güezmes (Perfumería Güezmes). Eso sí, no deja pasar la oportunidad de repetir que el «centro está machacado», que no pinta nada bien y que el verano «va peor que el año pasado». «Es un turismo cada vez más 'de chancla'». O sea, que gasta menos.

Lo del contraste sol-sombra es brutal. El jueves sale una de esas jornadas de solazo que se recordarán al hablar de agosto. Por el muelle, cascando de lo lindo, no hay casi nadie. Acercarse a la Grúa de Piedra es para valientes. Y otro ejemplo. En la Duna de Gamazo hay exactamente siete personas. Vacío. Desde allí se ve 'La Fenómeno', esa playa que se forma a la altura del Museo Marítimo con la arena que se va de La Magdalena y Los Peligros. Hasta esa está a reventar. Y lo que más llama la atención es, además de las paradas de autobús, la cola y el trasiego para ir al Puntal. «Yo tengo dos horas entre que cierro y vuelvo. Voy a aprovechar», dice Laura toda sonriente camino de la lancha –y se nota que sabe de playa porque está muy morena–.

Las fotos de la Primera y la Segunda son de las de «no cabe una toalla más». Mientras, por Juan de Herrera, el jueves a la una y media, un trío de cuerda toca los acordes de 'Por una promesa...'. Tango en una calle en paz.

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