Santander tendrá 550 metros cuadrados más de espacio expositivo desde el verano de 2020

Un proyecto, el de las Naves de Gamazo, que esta semana ha conocido su impulso decisivo con el anuncio de Fomento de la licitación de las obras. Su rehabilitación y reforma, con adecuación museográfica, que se cifra en un presupuesto cercano a 1,8 millones de euros, esperaba el empujón definitivo tras una demora causada por las desavenencias políticas y la colisión entre Administraciones. De hecho el dinero, un coste de 1,8 millones de euros, estaba desde el principio, y los acuerdos y convenios iniciales, que tienen su punto de partida en 2017, también. Incluso en el plazo requerido, el proyecto de restauración de unas Naves consideradas uno de los escasos ejemplos aún existentes de patrimonio industrial en la ciudad, ya estaba entregado por parte del estudio de Eduardo Fernández-Abascal y Floren Muruzábal. Con estas premisas y asentados los pasos legales, antes de las elecciones podrían iniciarse las obras, cuyo plazo de ejecución se ha estimado en once meses con el objetivo de que Enaire abra sus puertas en el verano de 2020. El proyecto supone rehabilitar dos naves, una construida al inicio del siglo XX y la otra en 1950, que suman un nuevo paso en la transformación de Gamazo. El diseño plantea incluso la urbanización de la plaza delantera.

Dos salas expositivas dentro de una superficie de mil metros cuadrados, que prevé espacios para talleres y almacén en una zona que ha conocido en los últimos años una regeneración de lo portuario en espacio ciudadano con predominio del destino y el uso para el ocio y la cultura.

El Proyecto Básico estaba ya listo a principios de junio de 2018 y el de Ejecución definitivo se presentó en septiembre. A pesar de las controversias políticas que comenzaron precisamente el pasado verano con la retirada del estand de Fomento en Artesantander y la polémica sobre quién afrontaría el coste del mantenimiento y gestión futura del espacio, la rehabilitación diseñada no ha sufrido alteraciones significativas en este ínterin. Sólo se han introducido algunos cambios solicitados en su mayor parte por la propiedad, caso de ajustes en la organización en planta para disponer un área de control y seguridad -es decir, para adaptarse a unas nuevas normativas de seguridad más exigentes-; aumentar la superficie de la sala de exposiciones pequeña; reducir la superficie de almacenaje, cambiar la posición de los servicios (se disponen ahora en planta primera, excepto el de personas con discapacidad); y la supresión de la luz cenital en esa sala pequeña y reducción en la grande. No obstante, según el estudio arquitectónico que encabeza Fernández-Abascal, las líneas generales del proyecto, la forma y los espacios prácticamente no han cambiado, salvo la disminución de la caracterización de la luz natural. La iluminación se apoya ahora básicamente en una luz artificial de alta calidad. Respecto al plazo de la ejecución de la obra, de once meses, en el proceso de licitación -pliego y propuestas de licitadores- se puede llegar a ajustar.

El proyecto restaura los elementos más significativos de las naves, es decir, sus muros y cerchas, además valora sus espacios e introduce pequeñas intervenciones, que resuelven temas funcionales y hacen entrever la modernidad de la intervención.

Dadas las dimensiones del edificio, las naves serán convertidas básicamente en dos salas o espacios expositivos de cierta dimensión, que permitirán ampliar la oferta de la ciudad. Como toda sala moderna hay un espacio complementario que permitirá organizar talleres.

Como valoración global de intenciones y actuación futura la intervención es «respetuosa con la construcción existente, tanto con los elementos de la nave primitiva como con la ampliación/intervención de los años cincuenta: los espacios, los muros, las cerchas...». La propuesta además se suma a las dos intervenciones anteriores intentando buscar una nueva unidad, que insinúe el nuevo programa introducido. «Ya no se trata de unas naves de almacenaje sino de un moderno espacio expositivo». No obstante, el proyecto es limitado en su ámbito de intervención. La rehabilitación de las naves debe completarse, según el planteamiento de los arquitectos, al menos con la urbanización de la plaza delantera. «Sería deseable que este tratamiento afectase a un entorno más amplio». A su juicio, las esculturas de la Fundación podrían localizarse en la plaza y en el entorno próximo.

Las naves y su nuevo destino pasan a sumarse así a una oferta cultural que ha supuesto en algunos casos la reconversión de algunas edificaciones y espacios ya existentes y, en otros, la construcción de algunos nuevos. En Gamazo, en el eje entre el Palacio de Festivales y el Museo Marítimo, es obvio el cambio pero esta zona urbana con muchas posibilidades de futuro carece aún de una unidad urbanística.

Fernández-Abascal señala que Santander decidió acometer la intervención en el Frente Marítimo «no a través de un proyecto general, como tal vez hubiera sido deseable, sino como suma de pequeñas intervenciones, que han resuelto con bastante calidad la urbanización de los espacios, aunque se echa en falta una ordenación integral del frente».