Santander y su Navidad sobre hielo
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La pista de patinaje, que lleva años siendo un referente de las Navidades de la ciudad, abre diariamenteCada año por estas fechas Santander se llena de espíritu navideño con la apertura de su tradicional pista de hielo. Ubicada bajo una gran carpa en la plaza Porticada, este espacio se ha convertido en un punto de encuentro para familias, grupos de amigos y ... parejas que buscan disfrutar de una actividad diferente durante el invierno. Su accesibilidad y su ambiente festivo la han consolidado como uno de los planes más esperados de la temporada.
Patricia Ortiz, trabajadora de la pista, cuenta cómo este espacio ha evolucionado con el tiempo. «Nosotros aquí ya llevamos unos diez años. Tenemos todo tipo de público, desde los tres años hasta los sesenta. Además es gente muy atrevida, que se anima aunque no sepa patinar». La pista no discrimina por edad ni por experiencia. Los más pequeños, como Madalina Moldoviano, de seis años, se mueven con soltura. «Vengo todos los años porque es mi plan favorito de Navidad y se me da genial», afirma con entusiasmo. Por otro lado, muchos adultos se aventuran por primera vez, ofreciendo momentos de risa y aprendizaje.
La tradición de la pista de hielo va más allá de su antigüedad. A lo largo de los años, ha sido testigo de miles de historias, desde pequeños que dieron sus primeros pasos sobre el hielo hasta parejas que compartieron su primera cita patinando. Su ubicación céntrica también la convierte en un punto de referencia, atrayendo tanto a vecinos como a turistas que desean sumergirse en el ambiente navideño de la ciudad. Tanto que ya es prácticamente imposible imaginarse una Navidad en Santander sin pista de patinaje.
Eso sí, mantener el hielo en condiciones óptimas no es tarea fácil. «Lo conservamos con una máquina que funciona las 24 horas del día. Por las noches echamos agua para ir haciendo capas, pero el viento sur es nuestro mayor enemigo porque lo deshace», explica Patricia. Este proceso constante asegura una superficie lisa y segura para los patinadores, a pesar de las condiciones climáticas cambiantes. La tecnología utilizada en la pista combina tuberías especiales y una maquinaria que garantiza que el hielo se mantenga compacto y uniforme. Las bajas temperaturas nocturnas ayudan, pero el esfuerzo humano es imprescindible. «Aunque la máquina trabaja sin parar, necesitamos revisarla constantemente para asegurarnos de que todo esté en perfectas condiciones», agrega.
La entrada tiene un coste de siete euros e incluye el alquiler de patines. El uso de guantes, manga larga y pantalón largo es obligatorio, una medida pensada para evitar quemaduras por fricción o contacto directo con el hielo. «El hielo quema», advierte Patricia. Aunque las caídas son inevitables, las lesiones graves son poco frecuentes. «Lo más aparatoso suelen ser las brechas en los niños y alguna muñeca», indica, subrayando que la seguridad es una prioridad.
El equipo de la pista también ofrece consejos a los principiantes, como mantener las rodillas ligeramente flexionadas y los brazos extendidos para mantener el equilibrio. Asimismo, hay personal siempre dispuesto a ayudar en caso de caídas o dudas.
La pista de hielo también es un lugar donde se crean momentos memorables y divertidos. Jennifer Raba, una habitual, trajo este año a su pareja, Miguel Morinigo, que ha llegado recientemente de Paraguay, su país natal. «Allí no hay pistas de hielo, así que le he obligado a probarlo», cuenta. Miguel, entre risas, confiesa: «Me caigo todo el rato así que me mantengo aferrado a la valla».
Jesús Ortiz y Marina Vidal también disfrutaron juntos de la pista de patinaje. «Para mí es el mejor plan del invierno, mi cosa favorita, y se lo quiero contagiar», cuenta Jesús. Marina, por su parte, admite que aunque se cae mucho, está dispuesta a volver. «Me gusta, pero me da un poco de miedo», comenta.
La pista está abierta todos los días desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche, extendiendo el horario hasta las once en días festivos. «Da igual que llueva o que caliente el sol, porque estamos cubiertos con la carpa. Estamos todo el día aquí de forma ininterrumpida», apunta Patricia. Más allá de ser solo una pista de hielo, este espacio se ha consolidado como una tradición navideña en Santander. Ya sea para aprender a patinar, mejorar técnicas o simplemente pasar un buen rato, la pista de hielo de Santander sigue siendo un referente indiscutible de la Navidad.
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