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Cuando terminó la reforma del edificio del Club de Regatas de Santander, la directiva de la sociedad valoró la posibilidad de «restaurar unos sillones» de ... más de 120 años de antigüedad que formaban parte del mobiliario, explica su presidente, Alejandro Miyares. Más allá del paso del tiempo, los muebles estaban «deteriorados» porque permanecieron en el interior del edificio durante el transcurso de las obras. La junta directiva se reunió para estudiar el presupuesto, que superaba los 60.000 euros, y se dio cuenta de que era «inviable» su rehabilitación. El coste era demasiado elevado para las cuentas del club. Es más, algunos elementos de los butacones no se podían ni recuperar: «Se caían cuando fuimos a levantarlos, no tenían reparación, estaban acartonados», añade Miyares.
Entonces comenzó otra gestión. La de buscarles una nueva ubicación. «Ofrecimos los sillones al Club Marítimo y al Ayuntamiento», explica el presidente. Pero su estado se tradujo en un rechazo generalizado y por eso decidieron desprenderse de ellos. Aunque no de todos. Optaron por quedarse con cinco sillones que los socios pueden seguir disfrutando en la sede de la entidad.
No obstante, hubo otros cinco que sí cambiaron de ubicación y encontraron casa en la Taberna del Herrero, en el restaurante de la S-20. Allí ahora los clientes pueden sentarse en tres de ellos –hay otros dos que están pendientes de encontrar su sitio–. Así, el establecimiento hostelero les ha dado una segunda oportunidad. «Los iban a quitar de en medio y los cogimos porque nos encajaban con la decoración», comenta Ramón López, propietario del negocio. Y los han colocado «en el mejor sitio donde hemos podido», añade. Además, ellos mismos se han encargado de su restauración para poder utilizarlos. «Ahora cualquiera que quiera tomarse un café los podrá ver», valora López. De otra forma ningún vecino tendría ocasión de disfrutarlos.
Pero ocurre que ese cambio de lugar y de estética no ha gustado a algunos socios del Club de Regatas. No obstante, recuerda el hostelero que en el local de la S-20 también tienen muebles que salvaron del Hotel París, un clásico de ElSardinero, que bajó la persiana en el verano de 2017. «El cierre coincidió con la obra. Leímos en el periódico que cerraban y se nos encendió la bombilla», relata López. Entonces se pusieron en contacto con los gerentes del establecimiento y «llegamos a un acuerdo por una serie de muebles» antes de que se tiraran. Todos ellos visibles a día de hoy en la Taberna, como algunas mesas y sillas, aparadores o incluso la centralita que hay cerca de la entrada. «Adquirimos los que fue posible porque hubo otros muebles que iban al fondo histórico del Ayuntamiento y no pudo ser», aclara.
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