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VIOLETA SANTIAGO
Sábado, 6 de julio 2019, 07:46
Cuando Íñigo de la Serna, «inseparable» compañero de carrera en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, ofreció a César Díaz integrarse en ... su candidatura para el Ayuntamiento de Santander de 2007 (ambos tenían 36 años), le animó diciéndole que se lo iban a pasar bien. Díaz pronto fue consciente de toda la dedicación que implicaba el cargo y enseguida pasó a preguntarle a su jefe-amigo de forma recurrente que en qué momento iba a empezar la diversión. La anécdota la contó De la Serna en la presentación de su lista municipal de 2015 para hacerle un guiño a su segundo que, en aquella ocasión, había tenido muy claro que iba a seguir en el Ayuntamiento. «¿Va a continuar?», le había preguntado la que suscribe unos días antes del acto oficial. Siempre sin una palabra de más, él había contestado: «Queda mucho por hacer».
Este año, sin embargo, el concejal ha dudado bastante sobre si merecía la pena repetir por cuarta vez: ha cumplido los 48 y llevaba tiempo pensando que podría ser el momento adecuado para retomar su vida civil. Quizá porque finalmente optó por reincidir en la lista del PP (partido al que no está afiliado) o quizá debido a que fue el apoyo visible que Gema Igual tuvo en la dura negociación con Ciudadanos para conservar la Alcaldía, la alcaldesa casi se queda sin elogios en su toma de posesión a la hora de agradecerle. Subrayó «su capacidad de trabajo y sacrificio, su sentido del deber y del servicio público, su rectitud, su inteligencia y su enorme aportación a la gestión municipal. Un lujo como número dos y un número uno en el desempeño de su labor en el Ayuntamiento».
La regidora no estaba expresando nada que no sepa quien conozca el funcionamiento del Consistorio: que el primer teniente de alcalde, portavoz del grupo popular, secretario de la Junta de Gobierno Local y actual concejal de Fomento, Movilidad Sostenible y Vivienda -el tipo que está casi siempre detrás en las fotos- ocupa de puertas adentro más espacio del que puede parecer por su carácter discreto. Aunque en esta legislatura, Díaz tendrá que recolocarse mentalmente. Javier Ceruti le ha birlado la competencia de Urbanismo, esa que le permitía decidir sobre el Frente Marítimo (una de sus niñas bonitas), la reordenación ferroviaria o el próximo Plan General y, aunque Igual ha tratado de paliar esa enorme pérdida de poder añadiéndole la gestión de la Movilidad Sostenible, hay quien señala que «no va a ser lo mismo». Porque Díaz pinchaba y cortaba sobre los planos de Santander. En el futuro, tendrá que negociar.
Algo que, según subrayan desde la oposición, «no se le ha dado del todo bien» hasta ahora, si bien sus compañeros de corporación, con el nuevo tablero político (un PP necesitado de apoyos) le han empezado a notar más suave. El ingeniero se relaciona poco con los concejales de otras formaciones, en las que le tienen por «bastante sectario y rígido en sus posiciones». Ese lado más agrio se le ha visto en algunos plenos, cuando ha defendido algo que le tocaba la fibra. Han sido memorables sus enfrentamientos con ciertos rivales. Sobre todo, al hilo del derrumbe parcial del número 57 de la calle del Sol. Este episodio es uno de los más negros: dejó en su entorno un reguero de sospechas y acusaciones, ya que las personas que promovían la obra que provocó el desplome eran de su círculo.
En el debe, sus detractores ponen que el Tribunal Supremo le echara abajo el Plan General de 2012 y que no haya sido capaz de dar una solución al Cabildo de Arriba. En este punto, por cierto, murieron tres personas por la caída de un inmueble cuando él estaba recién estrenado como concejal, lo que le hizo pasar un mal trago. En el haber, Díaz fue uno de los conseguidores del Centro Botín, para el que hubo que trabajar muchas horas extra. Su falta de cintura la corrobora alguien que ha trabajado con él codo con codo. Da como cierto que es «muy planificador y riguroso» y, a la par, «poco flexible, cuadriculado y hasta excesivamente técnico». En su faceta pública, Díaz carece del don de gentes y la simpatía innata de Gema Igual, con quien se complementa en un tándem equilibrado. Se entienden con solo mirarse y por eso han podido repartirse los papeles: ella es la cara visible del Ayuntamiento y él se carga con los asuntos más áridos.
Si se acerca la lupa a la persona que hay debajo del concejal, se verá a un Santanderino de Toda la Vida (STV) que cursó la EGB en el Jardín de África y BUP y COU en el Santa Clara. En aquellos años, César soñaba con ser veterinario, porque en su casa (en el centro de la ciudad) siempre hubo bichos -perros, patos, tortugas, pájaros, hámsters, peces, conejos y hasta un loro- gracias a la paciencia infinita de su madre y a que su vivienda tenía terraza. También se verá a un deportista que monta en bici o sale a correr y a un padre volcado con los tres hijos que tiene de un matrimonio ya roto. Y, más sorprendente, se verá a «un rockerón» que se lo pasó en grande hace dos meses en el concierto de Metallica en Madrid (llevó camiseta ad hoc) y que mañana, domingo, estará coreando en el de Bon Jovi. «Es una persona disfrutona de las pequeñas cosas. Le gusta probar lo distinto, como restaurantes nuevos», asegura una allegada.
Díaz tuvo una intensa trayectoria laboral antes de que se despertara su vocación municipal. Vivió en Valladolid, Oviedo y Bilbao (once años fuera, en total) antes de volver a Santander. Si se le pide un currículum, envía uno que se extiende cinco folios, en el que cita todas las obras en las que participó -o dirigió- en las tres grandes constructoras para las que trabajó. Manera de acentuar que él no es un político profesional sino un profesional que se dedica a la política.
El primer teniente de alcalde conoce bien el valor de los medios de comunicación, a lo mejor por su vinculación sentimental con la jefa de prensa del Ayuntamiento. Con el tiempo, se ha convertido en la fuente de información soñada por un periodista, siempre que uno sea consciente de que él no dejará nunca de arrimar el ascua a su sardina. Díaz es capaz de contestar de memoria el 80% de las veces a la pregunta que se le formula y, si no conoce el dato preciso, el reportero puede estar segurísimo de que habrá una llamada después con la averiguación hecha. Por ese talento, un veterano informador le tiene registrado en su móvil -«desde el cariño»- como César Imperator. Un apelativo que lo resume todo.
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