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ALEJANDRA ENRÍQUEZ
Santander
Lunes, 2 de agosto 2021, 07:11
La Península de la Magdalena es uno de los muchos lugares en Santander donde estos días se puede uno encontrar a una pareja de la Unidad Especial de Caballería. Una pareja o un cuarteto. Porque son nueve policías y seis caballos. Se desplazan hasta los diferentes puntos de la ciudad con un camión equino. Antes de comenzar el servicio, los agentes limpian a los animales y los preparan con su equipación. El oficial de la policía de esta unidad, Marcos Fernández, cuenta que este equipo «es el más antiguo dentro del cuerpo y uno de las más efectivos». Para poder entrar es necesario ser comisario en activo de la Policía Nacional y, después de un año, se realiza un curso de acceso. Está compuesto por varias pruebas. Una física, otra de monta, también teoría o un test psicotécnico, junto a una entrevista final. Todas las pruebas deben ser aprobadas.
El papel del caballo es, obviamente, «fundamental». «No todos presentan las características necesarias para prestar el servicio», comenta Fernández. Se buscan con un «buen equilibrio, físico y mental». Un punto a tener en cuenta es que sean «dóciles, tranquilos y con predisposición al trabajo». Normalmente se trata de caballos de Pura Raza Española (PRE) o Caballo de Deporte Español (CDE) y deben alcanzar una altura mínima de 1,60 metros. Se mantienen hasta los 15 o 16 años, siempre y cuando presenten una buena salud y estado físico. «Indistintamente se utilizan tanto yeguas como caballos». Los equinos se adquieren a través de las Yeguadas Militares, como pueden ser la de Ibio, en Cantabria, o la de Écija, en Sevilla.
El entrenamiento que desarrollan, tanto los policías como los caballos, es muy exigente. Alternan el trabajo en el picadero con los días que es necesario patrullar en las calles para garantizar la seguridad de los ciudadanos y, así, evitar aglomeraciones en las zonas de ocio. «Hacemos un trabajo diario para poder prestar un buen servicio», explica el oficial. Para ello, sobre todo los animales, se preparan para las «situaciones difíciles» que pueden producirse en la calle. Son muy variadas. Principalmente, se encargan de controlar a las masas, aprovechando que, con el caballo, tienen más visibilidad que otros efectivos. «Hacemos todo tipo de dispositivos. Conciertos, partidos de fútbol, ferias, incendios, búsqueda de personas o recorridos por zonas de difícil acceso», declara el oficial.
«Se nota mucha diferencia entre un caballo que ha estado muchos días en la calle y otros que han podido estar en la hípica. Están más tranquilos y confían en el jinete». En cuanto a la formación del agente, se adquieren conocimientos más técnicos ayudados por entrenadores profesionales específicos en hípica. «Nos dan clases para perfeccionar nuestra monta, tanto de doma o de salto. Es muy importante tener un buen equilibrio encima del caballo», declara. Para un buen trabajo es muy importante el vínculo que existe entre el jinete y el caballo. «Todo está basado en la confianza y en que el caballo esté convencido de lo que le ordenan».
A pesar de que esta unidad tiene la mayor trayectoria del cuerpo, todavía queda «mucho futuro». Cada vez, explica, hay más zonas peatonales, jardines, playas o parques, por donde otras patrullas no pueden acceder. «Siempre podremos aprovechar el caballo para cualquier situación».
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