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Viernes, 27 de noviembre 2020, 09:25
Por desgracia, queramos o no, con la pandemia del Covid-19 no podemos permitirnos salir alegremente a cualquier sitio sin comprobar previamente que las condiciones de seguridad y prevención que tienen implantadas son las adecuadas. No es menos cierto esto en una clínica, un entorno sanitario donde los protocolos deben ser lo más estrictos posible.
Si pensamos en una clínica dental en Santander que nos dé esas garantías de seguridad, sanitarias y de atención al paciente nos encontramos con Dental Company. Para comprobar hasta qué punto están adaptados a la nueva realidad del Covid-19 y qué ofrecen a todos los santanderinos, hemos decidido pasar una primera visita con ellos. ¿Qué mejor manera de contarlo que viviéndolo en primera persona?
Si ya has sido paciente de Dental Company antes de la aparición del virus, sabrás cómo es una primera visita. Si no, te percatarás enseguida de que hay bastantes diferencias con respecto a cómo se desarrollaba antes. Lo primero que hacemos es tomar cita a través del site de Santander dentro de la web de la compañía. Como ya me avisaron, es fundamental que no me presente en la clínica sin cita previa concertada.
Poco antes de que sea el momento de la cita, me llamaron para hacerme algunas preguntas sobre mi salud actual. Entendemos que se trata de una la primera medida para prevenir el contagio. Antes de terminar esa llamada me pidieron que por fuera puntual, y con eso se refieren a que es tan importante no llegar tarde como no llegar pronto. El motivo es para que pase en clínica el mínimo tiempo posible. Me piden además que, en la medida de lo posible, no vaya acompañado, que lo haga solo. Se entiende que es la norma, a no ser que seamos una persona dependiente. Por último, me solicitan que lleve el menor número de objetos personales conmigo. Esta llamada me produce una sensación de seguridad y tranquilidad.
Llega el momento de ir a Dental Company y ya estamos en la puerta de la clínica. Antes de entrar, me toman la temperatura para asegurarnos de que está todo bien. Seguidamente, me invitan a lavarme las manos con el gel hidroalcohólico que hay a disposición de todo el que entra. Después, me piden que me coloque unas calzas para cubrir mis zapatos.
Ya estoy dentro. Mientras aguardo mi turno en la sala de espera, me solicitan que permanezca sentado y que, en lo posible, no me levante. Me recuerdan que, como en la calle o cualquier otro establecimiento, debo mantener la distancia de seguridad con otros pacientes que pudiera haber y con el mostrador de recepción. Me percato de que la habitual fuente de agua está deshabilitada y de que no hay revista ni material alguno de lectura. Todo para evitar que distintas personas, tanto trabajadores de la clínica como pacientes, toquen lo mismo.
Ha llegado el momento de que entre en el gabinete para tratar con el doctor. En ese momento, me vuelven a pedir que me lave las manos con gel hidroalcohólico o, en el baño, con agua y jabón. Me explican que no tema sentarme en el sillón porque ha sido desinfectado tras la atención al paciente anterior. Veo cómo el doctor y la higienista se lavan las manos y cambian los equipos de protección antes de tratarme. Todo es fluido y está tan procedimentado que el personal de clínica lo hace mientras mantiene el buen ambiente de trabajo. Con la misma naturalidad con la que conduces un coche mientras hablas con tu acompañante.
A partir de ahí, ya se trata de ayudarme a conseguir mi mejor sonrisa. Cosa que por cierto consiguen con profesionalidad y amabilidad.
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