En 2014, se puso en marcha un plan municipal para recuperar la senda costera e instalar pasarelas para facilitar el paso, pero se paró y aún se desconoce cuándo se retomará. Parte del vallado que llegó a instalarse y que se fue deteriorando con el paso de los años. Las vallas no tienen continuidad y parte están rotas. Un hombre pasea con su perro por la senda costera, entre postes de madera desperdigados junto al camino, sin orden concreto. Una chica pasea por la senda costera, junto a uno de los tramos de valla que sobrevive, aunque no tiene continuidad. La madera está húmeda por la cercanía del mar y las inclemencias del tiempo. La senda, cada vez más conquistada por la naturaleza, apenas tiene rastro de las actuaciones que se desarrollaron hace casi diez años. Las pocas pasarelas que sobreviven tras su instalación en 2013 está en mal estado y tienen tramos sin tablas que impiden recorrerlas. La naturaleza gana terreno a las pasarelas, que están llenas de zarzas y complican el paso de los peatones. El vandalismo también ha llegado a la senda costera y los grafitis son una constante en rocas e instalaciones que forman parte del camino. Postes de madera sin orden ni uso, habituales en los once kilómetros de longitud que tiene la senda entre el Faro de Cabo Mayor y la Virgen del Mar. En esta zona de Santander es habitual la ganadería y a lo largo de la senda, además de vacas y caballos, hay restos de antiguas cuadras. Algunas, derruidas y llenas de pintadas.
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