El servicio de bicicletas no da abasto

La situación depende mucho del tiempo y, cuando hace sol y calor, muchas paradas se vacían. Menos la de El Sardinero, que es la que recibe toda la afluencia de bicis de aquellos usuarios que las usan para ir a la playa y evitar así mover el coche o montar en el autobús, que también suele saturarse en época estival.

Un ejemplo es la experiencia de Silvia Andreu y Alberto Jiménez. Son dos turistas zaragozanos que, junto a tres amigos más, visitaron la ciudad el fin de semana pasado. Intentaron coger bicicletas en la calle Castilla y solo había tres. Fueron a la siguiente parada –en la misma calle– y no había ninguna. Tampoco en el Centro Botín. Así, tardaron un rato en conseguir bicicletas para los cinco. «Nos llevó un rato encontrar bicicletas para todos y fuimos cogiendo las que estaban disponibles hasta conseguir todas», explica Andreu. Una vez en marcha, el grupo estaba encantado con la experiencia, aunque echaron de menos más localizaciones para aparcarlas.

«Estaría bien que hubiera en Los Peligros o en La Magdalena, porque si quieres ir a esas playas no tienes dónde dejarlas», añade Jiménez. Una opción es dejarlas aparcadas con el seguro, que en ese caso puedes dejarlas fuera de una de las estaciones, «pero el tiempo corre y el máximo que puedes tener la bici fuera de las paradas es de dos horas», apuntan. Dejando de lado los inconvenientes de la falta de bicis en algunas paradas y la falta de estaciones en sitios turísticos, estos turistas valoran positivamente el servicio, «cómodo y rápido para visitar toda la ciudad».

Este servicio tiene mucho tirón también entre los vecinos, que encuentran en las bicicletas eléctricas un sustituto del autobús o del vehículo privado. «Me está viniendo genial en verano y lo he usado bastante durante la Semana Grande, porque se me hacía imposible aparcar mi coche y los buses estaban saturados. Era más rápido ir en bici que buscar un medio de transporte alternativo», cuenta Laura Moreno. «Al ser eléctricas, se hace cómodo ir con ellas a pesar de las cuestas que hay en la ciudad. Con las bicicletas manuales, o estabas en forma o era muy difícil desplazarse de un sitio a otro», apunta la santanderina, que seguirá decantándose por ellas mientras dure el buen tiempo.