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La excelencia y singularidad arquitectónica del Centro Botín, al margen de su configuración en dos volúmenes en voladizo y el pachinko que los conecta, ... están fundamentadas en gran parte en su piel de cerámica. Pero ambas permanecen condicionadas por la malla que cubre buena parte de sus fachadas y panza. Esta primavera serán ya siete los años en que se instaló una red, medida adoptada tras el riesgo de desprendimiento de las piezas de cerámica. Una opción que se comunicó como «técnicamente provisional», pero que prosigue enquistada. En realidad el edificio concebido por el arquitecto Renzo Piano, que supuso la primera creación del genovés en España, inaugurada en junio de 2017, comenzó a detectar los problemas en el anclaje de las piezas apenas nueve meses después de la inauguración. Se abría entonces un largo camino que, finalmente, por seguridad, obligó a la instalación de la malla. En paralelo, la polémica sobre la verdadera causa derivó en un proceso judicial.
La Fundación Botín siempre ha sostenido que buscaba «la mejor solución». Y en escasas ocasiones se ha atrevido a decir que estaba cerca, aunque la institución santanderina ha optado la mayor parte de las veces, al ser consultada, por eludir el compromiso de fijar una fecha. En junio el Centro Botín, cuando la muestra retrospectiva de Maruja Mallo sea una de las grandes referencias expositivas nacionales, cumplirá ocho años de actividad. Como hito, el centro de arte fue uno de los primeros de Europa en recobrar la normalidad y su programa de actividades en la primera fase de apertura tras el confinamiento, dato que es destacado ahora que se cumple un lustro de la pandemia del coronavirus.
Precisamente pocas semanas antes del estado de alarma, en 2019, tras varios pleitos y demandas, un juzgado de Santander determinó que la responsable del desprendimiento de las piezas cerámicas era la compañía del sistema de anclaje, Tot Disset. Esa empresa había demandado a la UTE constructora del edificio y al fabricante de las piezas que, finalmente, quedaron exentos de cualquier responsabilidad.
A la espera de que se anuncie una decisión de futuro que implique la retirada de la malla y una serie de intervenciones sobre las fachadas, la Fundación se limita a insistir en que no ha existido ni existe incidencia ni afectación alguna en el funcionamiento y rendimiento del edificio, que es todo un emblema entre la bahía y la ciudad. El paso del tiempo ha provocado, como es lógico, que muchas zonas de la infraestructura cultural reflejen erosión, deterioro y suciedad. La malla, además, desde el primer momento, pese a venderse como medida provisional en la primavera de 2018, ha provocado que todo lo que planteó Piano como singular haya quedado sin efecto.
La envolvente cerámica, más allá de lo estético, que cubre el edificio desde el vientre hasta la cubierta, fue proyectada por el Premio Pritzker con un doble objetivo: «Potenciar la ligereza de los dos volúmenes e integrarlo en el entorno, reflejando las distintas tonalidades de la luz de la bahía, el cielo y los Jardines de Pereda». Lógicamente ambos factores están ahora secuestrados por la red y el propio tono grisáceo que conlleva.
En este tiempo, turistas, e incluso visitantes interesados especialmente en la arquitectura de autor, expresan a menudo su perplejidad ante la configuración que presenta la obra de Piano. El arquitecto ideó en los primeros pasos del proyecto, en 2012, una cobertura exclusiva de cerámica que le permitiera aprovechar estéticamente el reflejo de la luz, según los cambios meteorológicos: «Del azul intenso al verde en días claros; pasando por el gris plomizo en días de tormenta o por el rosado cuando hay viento Sur». El proceso de selección de la piel del edificio fue largo y complejo.
El equipo de diseño liderado por Piano comenzó a investigar qué material podría captar mejor la luz en su superficie. Para ello, Cerámica Cumella fabricó una amplia gama de esmaltes, del brillante al mate, hasta llegar al color blanco, un poco satinado, que lucían las piezas. El estudio de Renzo Piano analizó el efecto que las piezas producirían sobre la fachada una vez colocadas, llegando incluso a modificar la curvatura de las mismas durante el proceso, en un intento por minimizar la sombra generada sobre el inmueble.
Esta semana otra de las huellas de arquitectura de autor en Santander, la Duna de Zaera en Gamazo, fue clausurada por el mal estado de su estructura y será sometida a una rehabilitación integral. Hay que recordar que se convirtió en la infraestructura estrella del Mundial de Vela de 2014.
Asimismo, estos días el Centro Pompidou parisino, una de las primeras creaciones mediáticas de Piano, surgida en los setenta, cierra su muestra permanente como paso previo a su clausura durante cinco años tras el verano, hasta 2030, para su renovación. Diseñado como un «diagrama espacial en evolución» por los arquitectos Piano y Richard Rogers, la arquitectura del Pompidou posee características técnicas que lo hacen único en el mundo y lo han convertido en un ejemplo y prototipo para otros espacios con uso cultural. Lo que a menor escala pretendía Piano para el Centro Botín.
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