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Vienen andando por Los Peligros. Son las once y el día está para enmarcar. La pena es que, a mitad de camino, ya no se puede seguir. El mar ahora corta una playa con mucha menos arena y el acceso que hay justo en ese ... punto lleva dos años derrumbado. Un escombro que nadie quita. Así que el grupo de chicos con discapacidad que está de excursión con sus monitoras hace lo que todo el mundo. Trepar –porque hay que trepar– por unos caminos improvisados que los vecinos han ido marcando en el suelo a base de pisar por la peña que hay en mitad del arenal. Echan las manos al suelo y pasan como pueden. «Deben estar esperando a que se mate alguien para arreglarlo», dicen dos señoras que coinciden con el grupo. Eso allí. Más adelante, la playa nueva que se ha formado junto a la rampa que se usó para el Mundial de Vela es la comidilla del paseo. «Como siga así, la arena va a llegar hasta el ferri», comenta Miriam Mesones. Viene desde La Magdalena. Ella es una de las mujeres que coincidió con la excursión de chavales.
El paseo de Miriam y su amiga les da para mucho. «Esto no se puede consentir. Aquí va a pasar algo. Yo he visto gente tumbada ahí debajo», dicen de la rampa. También hablan de La Horadada: «Estamos en una situación de abandono total». Y siguen avanzando. «Yo he saltado de aquí a la arena el año pasado». Donde La Fenómeno, que ha perdido altura de arena en favor de la nueva playa. La del fondo.
Esa estampa es la protagonista del día. Fernando Álvarez se detiene justo delante a charlar con un amigo. «Hace tiempo que se ha ido rellenando. Como un año. Poco a poco». Se fija en un detalle. Los pescadores que solían ponerse allí al lado (frente al Museo Marítimo) ya no suelen estar. «Hay tanta arena que tienen que tirar muy lejos la lanzada». Por eso, se les ve bajar a esa nueva playa, con la bajamar, a lanzar desde el extremo de la lengua. Apunta eso, y el peligro que puede suponer bañarse cerca de la rampa (hay un cartel del Puerto que lo prohibe). «Ahí delante hay mucha corriente. En barco, en esa zona, con el motor parado, te mueve a ocho nudos. Y eso se puede llevar a un chaval».
Conchi Pérez
Miriam Mesones
Ellos reanudan el paseo. Otros pasan y se paran. «Sí, llevará un año entrando arena o algo más. Pero muy de golpe, en las últimas semanas, ha llegado hasta la rampa», apunta Carlos Carmona junto a su mujer. ¿Y lo de Los Peligros? «Sí, ya lo sé. Unos dicen que lo arregle Costas. El otro que el Ayuntamiento... Y ya verás cuando quiten el espigón que hicieron (él está a favor de haber terminado la obra)».
No es difícil darse cuenta de que lo publicado por El Diario Montañés estos días se ha metido en las conversaciones de los que pasan. Allí, parado diez minutos, sólo hay que escuchar. «Esto antes era un pedregal», «ahora con la pleamar lo vemos menos, pero aún así se nota», «hay arena, arena y arena, ha metido mucho más de lo normal»... «Mira, esta es la nueva playa», señala la cabecilla de un grupo de jubilados que anda de ruta. Unos se paran a sacar fotos, otro aprovecha a bajar para que el perro se de un baño y un señor se descalza, se remanga el pantalón vaquero, y se refresca los pies antes de sentarse a tomar el sol en las rocas del muro de contención.
«En breve va a pasar de la rampa y va a empezar a asomar por donde pusieron las hamacas». Lo dice un histórico de Santander como Manuel Macavi. Baja todos los días y tiene medidas hasta las marcas de la pared para calcular hasta dónde llega la arena. Cuenta (además de buenas historias sobre La Fenómeno –la mujer que dio nombre a la otra playa–) que hay diferencia, incluso, en función de la dirección del viento. O que ahora se ha movido mucha arena de la zona del Museo Marítimo a esta parte.
Unos van, otros vienen. «Los que más saben son los que pasean con los perros, que hay algunos que vienen todos los días y lo tienen controlado», comenta un trabajador de la zona. El tema, es evidente, da juego.
Conchi Pérez y su marido han venido, de hecho, «expresamente a verlo». La playa nueva. «Alguna vez ya se veía algo de arena por aquí, pero tanto como ahora yo no lo había visto nunca. Es increíble lo que puede mover el mar». Ella, optimista, se queda con lo bueno: «El agua está cristalina y así tenemos más rincones para tomar el sol». «Bueno, una cosa es que se llene aquí y otra que allí –en Los Peligros– se quede vacía», responde su marido. Y así, hablándolo entre ellos, siguen dando el paseo.
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