![Un siglo del hipódromo de Bellavista](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201709/02/media/hipodromo%20(2).jpg)
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Sólo estuvo activo cuatro años, pero el hipódromo de Bellavista permanece en las fotografías de la época, en la historia local y en las crónicas de aquellos años en que Santander era, durante los meses de verano, sede de la corte española, con presencia de los reyes de España, su familia, de miembros de otras familias reales, de aristócratas y de gentes del gran mundo.
Santander contaba desde 1912 con el Palacio Real de La Magdalena, desde 1916 con el nuevo Casino en El Sardinero y desde julio de 1917 con el hotel Real. En La Magdalena se practicaba el polo en el campo construido en 1915 y había unas grandes caballerizas. Pero le faltaba a Santander una de las atracciones imprescindibles en una ciudad de veraneo elegante y con clase: un hipódromo. Fue inaugurado el 2 de septiembre de 1917, aeste sábado hizo cien años. Permaneció abierto hasta el 28 de agosto de 1921. Fue obra de Javier González de Riancho, autor del hotel Real y coautor del Palacio Real que se levanta en lo alto de la península de La Magdalena. El hipódromo se construyó en Cueto, en el espacio que después fue camping y hoy es campo de prácticas de golf.
Cerrado el hipódromo, en sus pistas los vecinos de Cueto jugaron al fútbol y pacían las vacas de los ganaderos del lugar. Se disputaron campeonatos de campo a través y en el box que se ubicó en la tribuna pública se creó una escuela de boxeo. Durante la Segunda República, el Ayuntamiento usó las pistas para cultivar patatas, alubias, repollo, berza y maíz para abastecer a la población, como recuerda Arsenio Callejo, vecino de Cueto y coautor del libro 'Aires de Cueto'. En la Guerra Civil, la pista del hipódromo fue utilizada como campo de aviación, las caballerizas y tribunas como refugios y, tras el incendio de 1941, como viviendas de las familias que perdieron su casa. La tribuna real fue convertida en capilla de Nuestra Señora Virgen del Faro, inaugurada el 21 de agosto de 1955.
En los años sesenta del siglo XX la pista del hipódromo se llenó de turistas, convertido el espacio en camping municipal, cerrado en 2001. Demolidas las caballerizas, la tribuna real y la tribuna pública aún se conserva un edificio del hipódromo, que fue escuela y sede de varios clubes deportivos de Cueto. Es fácilmente reconocible. En la fachada del edificio, en tiempos dedicado a pesaje, un escudo con gorra de jockey y fustas recuerdan su origen.
El 19 de mayo de 1982, El Diario Montañés recogía con texto de la periodista Cuca Ysart el derribo de las tribuna de hipódromo para ampliar el camping. Mucho antes, entre 1959 y 1960, la Obra Social de la Falange promovió el derribo de las viejas caballerizas para edificar en ese terreno cinco bloques de viviendas, que se entregaron en 1961.
La historia del hipódromo ha sido escrita por José Luis Sánchez Landeras. Explica que «el 2 de septiembre de 1917, a las tres y media de una soleada tarde, don Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia, con un nutrido grupo de funcionarios palatinos, miembros del Gobierno español, autoridades provinciales y locales, lo más granado de la nobleza y de la alta burguesía española y extranjera y por miles de veraneantes y santanderinos inauguraban bajo los vibrantes ecos de la Marcha Real, el hipódromo municipal de Bellavista».
El 5 de septiembre de 1917, El Diario Montañés publicaba el anuncio 'Carreras de caballos en Santander', con 22.500 francos en premios. El premio Cervantes ascendía a 10.000 francos. La entrada general para la 'pelouse' costaba 2 pesetas, los precios de tribuna para caballeros, 10, y para señoras, 5 pesetas.
¿Por qué tuvo el hipódromo de Bellavista una vida tan corta? Apunta el autor, recogiendo la crónica del escritor santanderino Leopoldo Rodríguez Alcalde, que la paz volvió a Europa tras acabar la primera Guerra Mundial y aristócratas y burgueses abandonaron España y retornaron a sus países. Con ellos, sus caballos, su dinero y sus familias. A ello se unió la inestable situación política española con la Guerra de África, la reducción del número de aficionados que acudían a Bellavista y «la nula implicación del empresariado montañés, incluidas las sociedades El Sardinero y Amigos de El Sardinero, y la posición del Ayuntamiento de no seguir invirtiendo dinero público en su funcionamiento y mantenimiento».
Alfonso XIII impulsó la construcción del hipódromo y le gustó el emplazamiento de Bellavista, cerca de las playas, el Gran Casino, el Gran Hotel Sardinero y el Hotel Real. El hipódromo tenía 3.820 metros de longitud y el recorrido se iniciaba a 210 metros del faro de Cabo Mayor. Tenía cuatro caballerizas con ochenta y tres habitáculos, así como un edificio para enfermería, pesaje, servicio telefónico y telegráfico, tribuna real y para público y caseta de apuestas. De los edificios quedan en los archivos planos, dibujos y fotografías. Al Ayuntamiento hacer el hipódromo le supuso un gasto de 616.282,26 pesetas.
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