
Un siglo de resistencia en las calles
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Comercios fundados hace tres generaciones echan el cierre, mientras otros se mantienen en la «lucha diaria» con «ilusión y recortes»Secciones
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Comercios fundados hace tres generaciones echan el cierre, mientras otros se mantienen en la «lucha diaria» con «ilusión y recortes»La sociedad ha cambiado mucho en las últimas décadas y los nuevos hábitos de consumo han hecho que los comercios tradicionales tengan una supervivencia difícil. ... Cada día que se abre la tienda es un reto y su permanencia, una incógnita. Estos negocios emblemáticos han sobrevivido a la Guerra Civil y, después, al incendio de la ciudad (1941) que arrasó sus locales, teniendo que establecerse en barracones. Sin embargo, no todos resisten los tiempos actuales, con la caída del consumo, campañas de grandes descuentos y venta online.
El centro de Santander se ha llenado de locales vacíos y los ciudadanos ven con nostalgia y tristeza cómo negocios de toda la vida –que han crecido con ellos– echan el cierre. Otros, en cambio, logran persistir «a base de ilusión, porque sin eso no abriríamos cada día para asistir a esta lucha diaria», indicó Ángel Benito, de Calzados Benito, que cumple años en la tienda sin saber: «¿Hasta cuándo podremos aguantar esta situación de ventas incómoda?».
La Guerra Civil y el incendio de 1941 arrasaron con la tienda que fundó su abuela Victoria. «Si ella pudo superar estos sufrimientos, cómo no vamos a resistir», dicen Virginia y Francisco Inda Soto, tercera generación del negocio de ropa masculina y complementos en Ataúlfo Argenta. Para adaptarse a la moda, escuchan a sus clientes: «Te asesora con lo que te piden. Nunca pensamos que se venderían los chalecos acolchados y son un éxito». En la fotografía, los hermanos Virginia y Francisco Inda Soto, tercera generación al frente.
Es la tercera generación al frente de esta famosa tienda de calzado. El nieto del fundador ha trabajado en la tienda los fines de semana desde sus 14 años. Conoce y ama su producto. «Si no fuera así sería imposible sacar esto adelante». La clave para resistir es «el asesoramiento al cliente para que compre lo que busca y que sea una experiencia divertida y alegre». «El momento actual es el más difícil que me ha tocado vivir en la tienda». En la fotografía, Ángel Benito, dueño de Calzados Benito, en Juan de Herrera.
El nombre de esta tienda, ubicada en Calvo Sotelo, proviene de dos señoras pelirrojas originarias de Igollo de Camargo. Esta tienda pasó a los barracones de la Plaza Pombo tras el incendio que arrasó con el local. El negocio persiste a tres generaciones, con Javier y Sergio Pereda Torcida al frente. «Los tiempos son muy duros y la coyuntura económica no acompaña. La satisfacción está en que nos divertimos con el trato al cliente, es ameno y cercano». En la fotografía, Javier Pereda Torcida, al frente de la tienda de Calvo Sotelo.
Desde hace 102 años el apellido Pico forma parte del paisaje de la calle San Francisco. La tienda fue fundada en 1921 por los abuelos de su actual dueña. En los inicios fue papelería, hasta que fue devorada por la llamas en el incendio de 1941. Con los años añadieron bisutería y artículos de piel. «La atención al público es la clave de este negocio. Hago hasta de psicóloga de mis clientes. Es una atención que ya no existe», asegura Ana. En la fotografía, Ana Pico, propietaria de la tienda de bisutería y artículos de piel.
Lo más probable es no llegar a la cuarta generación. «Mis hijos ya tienen sus carreras y se han ido a otras ciudades a desarrollar su vida profesional, con la pena que esto supone», lamenta Ana Pico, al frente de la tienda de regalos que fundaron sus abuelos en la calle San Francisco y en la que ella ha ido imprimiendo su carácter, especializándose en artículos de cuero y bisutería. Otra esencia de esta tienda que marca la diferencia son sus tradicionales adornos navideños y Nacimientos. «Ya casi no hay ni proveedores que los fabriquen. Cada vez son menos. Los artículos de bromas navideñas tan típicos ya casi no se venden». Pero ella los mantiene por nostalgia y tradición. Cada noviembre monta el escaparate con todas estas tradicionales figuritas.
Son negocios familiares heredados de sus abuelos o bisabuelos, donde sus actuales propietarios, prácticamente, han crecido detrás de los mostradores, ayudando o haciendo los deberes. «La tienda era como la extensión de nuestra casa. Entonces había una ley que no permitía contratar empleados los sábados, por eso nuestros padres nos pedían ayuda esas tardes», explicaron Virginia y Francisco, de la tienda de ropa La Novedad, en Ataúlfo Argenta.
Otro de los negocios centenarios que fue arrasado por la Guerra Civil y por el gran incendio. La Conchita resiste ya cuatro generaciones. Al frente del negocio familiar está Pedro Casuso, que ha ampliado la oferta de artículos textiles con una nueva línea orientada al descanso, con colchones. «Seguimos dando guerra», advierte Pedro. Las claves son «vender con puntualidad, honradez y productos de calidad» y la suerte de «hacer lo que te gusta». En la fotografía, Tres generaciones, con Pedro Casuso al frente, hijas y nieta.
Tienda en la calle Rualasal especializado en vinos españoles y conservas. «Siempre pruebo antes lo que vendo y busco mucha calidad, por encima del precio», explica Luis Peña, tercera generación al frente, tras su abuelo Luis y su padre Luis. «¿Quién sabe si mi hijo, Luis Peña, continuará? Me gustaría». Para sacar adelante el negocio lo más duro fue despedir a su empleado «para atender yo y reducir costes. Fue difícil porque era parte de la familia». En la fotografía, Luis Peña, al frente de esta tienda de conservas y vino en la calle Rualasal.
Rebolledo vive su cuarta generación y forma parte de la historia comercial de Santander con sus dos tiendas. Al frente hoy se encuentra Lucía Rebolledo, paisajista, que destaca que la clave reside en «actualizarse continuamente, tener un gran equipo y trabajar, trabajar y trabajar». De su mano se ha ampliado el negocio a los eventos, especialistas en bodas, decoración navideñas y una cuidada selección de flores y plantas naturales y artificiales. En la fotografía, Lucía Rebolledo, cuarta generación al frente de la floristería .
«Aquí lo que vendemos son consejos», explica Lola Rodríguez, propietaria de la perfumería Villafranca que adquirieron en 1939 sus abuelos, Juan Gómez y Lola Roldán. Fundada en 1881 como farmacia y droguería, con su familia se transformó en perfumería. Su apuesta ha sido darle valor a la especialización y la venta presencial a través de «un personal altamente formado que asesora a los clientes en función de sus necesidades». En la fotografía, Lola Rodríguez, al frente de la emblemática perfumería de la calle San Francisco.
En esa resistencia al paso de tiempo hay un elemento en común: «la pasión por tu producto y el trato con los clientes». «Yo hablo de zapatos y de ventas a todas horas. En la tienda y cuando estoy fuera también. No sé cómo me aguantan», bromeó Benito.
«La cautela y la observación son prácticas muy importantes. Escuchar a la calle para ver qué necesidades tiene el público y enfocar la oferta», destacó Lola Rodríguez, de Villafranca.
La calidad es común denominador entre los centenarios, con fabricantes y proveedores españoles. «Todo lo que vendo lo he probado y me tiene que gustar mucho. Si baja la calidad, lo retiro», explicó Luis Peña, de Mantequerías Frankfort, quien para encontrar su nicho de mercado, a pesar de la competencia de supermercados, recortó gastos, se especializó en alta gama y fue quitando productos del día a día, «lo que es un arma de doble filo», reconoce.
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