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Si la cara es el espejo del alma, como que dejó escrita Cicerón, la de este domingo por la tarde de muchísimos santanderinos era de felicidad. Eso sí, lo que no podría asegurarse es si por el espíritu navideño a pocas horas de una fecha ... tan señalada para los creyentes o por los efectos de las bebidas espirituosas. La 'tardebuena' ya se ha convertido en todo un clásico. Algo con entidad propia, como lo es 'Halloween' pero en versión española: muchedumbre, adornos, jolgorio, jerséis extravagantes, cabezas con cuernos de alce, mucho alcohol, exaltación de la amistad y, por instantes, la sensación de que la vida es maravillosa y el mundo tiene solución y merece la pena. Las calles de Santander, con epicentro en Bonifaz y Peña Herbosa, y de Torrelavega, con la Plaza Roja como lugar de encuentro, fueron tomadas nuevamente por miles de personas con ganas de celebrar la inminente Navidad.
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Antonio Sane
Se daba el cóctel perfecto. Nochebuena, domingo, cielo sin una sola nube y temperatura más que aceptable para estas alturas del año. Si la anterior ya fue masiva tras el negro paréntesis de la pandemia, esta aún más. Tanto, que a las cinco de la tarde la Policía Nacional y la Local comenzaron a cortar el acceso rodado a las calles con mayor ambiente en la capital cántabra. El que este texto escribe quiso hacer el ejercicio de recorrer el pequeño trayecto entre la calle Bonifaz y la plaza de Cañadío. Imposible. La zona estaba literalmente tomada por los jóvenes, que se repartían entre los bares y restaurantes y la calzada. La media de edad no llegaba la treintena. El lenguaje más repetido, así lo indicaba: «¡Jo tía, está petadísimo!». La juventud hablaba, reía y bebía con bolsas de plástico en la mano. Y no porque llevasen a casa los últimos recados antes de la cena. Entrar a los bares era complicado. «Es lo mejor, botellón en plena calle. Somos estudiantes y la economía no da para pagar las copas al precio de un kilo de langostinos de Huelva», afirmaba Rosa González, que trataba de quitar el precinto a una botella de ginebra de una de esas marcas que antes se utilizaban en hostelería para desinfectar las barras.
Aunque el mayor problema no era encontrar un trago. Los grupos compartían y ofrecían sus bebidas. Parecía un macrobotellón solidario. El auténtico problema era encontrar un urinario. Los de los bares no daban abasto y había tanta gente que la calle estaba completamente colapsada. Quien quería escapar de la muchedumbre tenía que armarse de paciencia y confiar en la fortaleza de su vejiga.
A medida que se iba recorriendo la ciudad hacia el oeste, la media de edad comenzaba a subir a la vez que se rebajaban los decibelios del alboroto. La plaza de Cañadío fue otro de los puntos de encuentro y de congregación de la 'tardebuena'. Poco a poco se fue llenando. «Nosotros preferimos venir aquí, así estamos mucho más desahogados. Será que nos vamos haciendo un poco mayores y ya no soportamos tanto jaleo», explicaba Jesús Izquierdo. «Tengo 42 años y prefiero tomar una copa más tranquilo y poder charlar con los amigos», apostillaba. Eso sí, la tranquilidad no duró mucho. A partir de las seis tarde no se veían calvas en las baldosas de la plaza. La masa había tomado también este popular enclave.
Lo que quizás hizo la 'tardebuena' más multitudinaria fue que la gente que ya de por sí suele salir el domingo a tomar el blanco, el vermú o el aperitivo, como a cada uno guste llamar, tuvo una buena excusa para continuar la juerga hasta la noche. «Esto en mi pueblo se llama vermú torero. Salimos y, sin comer, vamos de bar en bar hasta que flaqueen las fuerzas», relataba Javier Vacas, vecino de Santa Cruz de Bezana, que había acudido en tren a Santander. Hizo bien porque sobre las seis de la tarde la Policía Local comenzó a instalar en algunos lugares, como el Paseo de Pereda, un dispositivo especial de alcoholemia.
Antes de que comenzase la 'tardebuena' propiamente dicha, las terrazas fueron las protagonistas. La ausencia de viento, el sol y la buena temperatura hicieron que todas se llenasen. No sólo en el centro de Santander. Cañas, vermús y rabas, entre otras tapas y bebidas, colonizaron las sillas y mesas repartidas por aceras y paseos de la ciudad. «A este paso vamos a celebrar la Nochebuena como en Canarias, en chanclas y bañador», comentaba un grupo sentado a las afueras de un bar con terraza en la Alameda de Oviedo.
Continuando con el recorrido, un poco más hacia el oeste, donde el sol tarda más en ponerse, el Río de la Pila sonaba a música en directo, a barullo y a ambiente festivo. Todo había comenzado hacia las dos de la tarde con un DJ encargado de ir animando el ambiente. Luego un caldo popular y desde las cuatro un concierto de la banda de versiones 'The Chulos'. Fue ahí, entre canciones de Fito y La Cabra Mecánica, donde la tarde comenzó a coger temperatura. «Esto es una pasada, la música en directo es lo mejor, aunque se parece más a un concierto de la Semana Grande que a uno de Navidad», comentaba un grupo de amigos. La calle de uno de los barrios con más jolgorio de la ciudad había sido tomada de nuevo. Aquí la media de edad era como la de Cañadío. Luego, otro grupo de DJ se encargó de poner el broche final.
En Torrelavega pasó algo parecido. Cientos de personas abarrotaron durante la 'tardebuena' las calles que confluyen en la Plaza Roja, algo que los vecinos solo recuerdan durante las fiestas de la Patrona en agosto. Este añó, la capital del Besaya ha decido rendir homenaje a su Virgen Grande también en invierno, cambiando las originales camisetas que lucen en agosto por ropa de más abrigo pero llenando igual de alegría las calles de la ciudad.
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