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«¿Dónde tomamos la última?», suelta el típico amigo del grupo que siempre quiere quedarse un rato más. Aunque esa copa –la última– debería ser ... en realidad la que se tomaron hace tres rondas. La respuesta, en Santander, depende de la hora y también de la edad. Porque, ¿cómo ha cambiado el ocio nocturno en la ciudad? La fotografía del sector refleja que el epicentro sigue siendo la plaza de Cañadío; que las discotecas y pubs de referencia dependen de la generación y que la fiesta termina, normalmente, sobre las seis de la mañana. «No hay mucha cultura de 'afters', aquí hay un ocio más sano». Lo dice Ángel Suárez, representante del sector del ocio nocturno en la Asociación de Hostelería de Cantabria. Sabe de lo que habla. Es el empresario que aglutina más negocios hoy en día en la noche de la capital. Aunque hay rutas que están claras, aquí va una guía.
¿Dónde encontrar ambiente sí o sí? La zona de ocio nocturno por excelencia de Santander sigue siendo la plaza de Cañadío. Allí hay ambiente siempre y se mezclan las generaciones.
¿Cuál es el destino de los más jóvenes? Lo habitual es hacer una 'previa' antes de salir o acudir a bares donde las copas son más baratas. Después, van al Coppola, Malaspina, Kudeta o Sümmum.
¿Qué queda cuando cierran las discotecas? Las discotecas cierran a las seis de la mañana, hora a la que, normalmente, termina la noche santanderina. Hay muy pocos 'afters'.
¿Qué hacen los más veteranos? Suelen salir a comer o a cenar, especialmente los sábados. Después, buscan un lugar más tranquilo donde tomar la primera copa.
Por ejemplo, los que acaban de cumplir los 18 y quieren a toda costa enseñar el DNI irán al Kudeta o a la Sala Sümmum a terminar la noche. Y los que ese sábado sea el único de los últimos meses que han salido –tienen unos cuantos años más– apurarán la copa en Cañadío antes de moverse a otro pub por la zona. El Rose, el Blues, el Dalí... Los que más ganas tienen de salir son los que llevan años soñando con ello. Soñando con ese momento en el que sus padres les dejen quedarse hasta más tarde de las doce. Y lo exprimen al máximo.
«Esos jóvenes son un público muy fiel. Aunque su día más fuerte es el viernes, también es habitual que repitan al siguiente. Y salen todos los fines de semana». Es verdad que en el sector dejan menos dinero. Suelen hacer una 'previa' –copas antes de salir a la calle o botellón– o buscan bares en los que haya bebida más barata. Por ejemplo, el Peter Pan, en la calle Daoiz y Velarde. Un clásico. Una fórmula que les permite no tener que gastarse tanto dinero más tarde. «No les importa desplazarse de un sitio a otro y se van moviendo, ya que muchos de los locales están muy cerca unos de otros», añade Suárez.
Su destino suele ser el Coppola, al lado de Cañadío, o el Malaspina. «Se asemejan más a discotecas, aunque no lo sean, porque allí pueden bailar y ya después se mueven a una discoteca como tal, donde terminan la noche». Puede ser el Kudeta o la Sala Sümmum, por ejemplo. «La ruta que hace esta generación, entre los 18 y 21 años, está un poco más deslocalizada. Se mueven más».
Para explicar la siguiente franja de edad hay que tener clara otra de las conclusiones que deja el ocio nocturno en la capital cántabra: Cañadío no pasa de moda. Esto, a pesar de los cambios de hábitos de los vecinos y las tendencias dentro del propio sector. Unos cambios que son visibles en la apertura y cierre de discotecas o pubs. «En la plaza de Cañadío y sus alrededores no hay locales vacíos y casi todos están destinados a la hostelería», apunta Suárez. «Allí confluyen varias generaciones. Dependiendo de la edad, se consume en un bar o en otro, pero sigue siendo el centro del ocio». De hecho, es muy habitual durante los fines de semana ver a gente esperando hasta encontrar una mesa en terraza. Aún más si es en época de vacaciones, como verano o Navidades.
Es en Cañadío o en el pasadizo Zorilla –en bares como La Lupe o Lo que diga la rubia– donde hacen esa previa los de la siguiente generación. Desde los 21 y hasta pasados los 30. «Lo más habitual es que continúen en pubs como el Rose, el Dalí o incluso el Blues. Allí pueden bailar y se asemeja a lo que es una discoteca». A diferencia de los más jóvenes, a los que no les importa desplazarse de un lugar a otro durante la noche, este grupo prefiere ir «a tiro hecho, con un objetivo fijo». Además, se gastan más. «Hablamos de gente joven que ya trabaja y que se gasta más dinero cuando sale», añade el empresario. A su juicio, este perfil de público, «los que están por el medio», es el que más se adapta. Hacen el abanico de planes un poco más amplio.
Pasadas las cuatro de la madrugada, dentro de este grupo hay quienes ya se han tomado la última y se van a casa o los que ponen rumbo a la última parada de la noche. Ahora de verdad. Y suelen ir a la Sala Rocambole, en la calle Hernán Cortés, que es la discoteca que tiene un ambiente para todos los públicos. «Allí, te encuentras el reflejo de lo que hay en Cañadío, desde chavales a gente más mayor».
Queda el último grupo. De los 35 para arriba. Suelen elegir el sábado para salir. Aunque en su caso, lo más habitual, es que primero vayan a cenar o a comer para después tomar «la primera» en la zona de Peña Herbosa. «Hay locales que están más enfocados a este perfil, que salen de un restaurante y quieren tomar algo después más tranquilamente». Por ejemplo, en el Grog, en Lope de Vega, que abre desde las cuatro de la tarde hasta pasadas las cuatro de la madrugada. O al Moondog, o al Little Bobby (ambos en la calle del Sol).
En Santander, la noche termina, normalmente, cuando cierran las discotecas, a las seis de la mañana. «Aquí no hay mucha cultura de after. Esta ciudad tiene un ambiente que generalmente es bastante sano», apunta Suárez. Y es que hay muy pocos negocios de este tipo. Y, según cuenta el empresario, cambian de manos muy asiduamente. «No es tan habitual que se alargue tanto la noche».
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