
Nueva Montaña, todavía más tranquilo de lo habitual
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DE BARRIO EN BARRIO ·
Este barrio siempre se ha caracterizado por su quietud. Estos días, apenas se ve gente andando por sus callesÁNGELA CASADO
Viernes, 17 de abril 2020, 07:11
Silencio. Algún tímido paseante acompañado de su mascota. Nueva Montaña es un barrio tranquilo, ya lo era antes de que se decretase el estado de alarma. Ahora, lo es aún más. Residencial y con pocos comercios, en esta zona de Santander priman las viviendas y los parques, aunque estos están cerrados a cal y canto desde que comenzó la crisis.
El único punto donde hay movimiento es en la calle Tomás y Valiente, en la que se ubican una panadería, una farmacia y un supermercado. Parece el primer plano de un decorado de cine. Allí se concentra la actividad y detrás apenas hay nada más. Aunque El Corte Inglés está cerca, no se detecta a casi nadie en sus alrededores.
Los habitantes de este barrio son precavidos. Salen lo justo para hacer los recados cotidianos y vuelven a casa. A diferencia de otros puntos de la ciudad, las tiendas de Nueva Montaña apenas tienen colas en su exterior. Aunque es obligatorio mantener la distancia de seguridad y esperar fuera si hay alguien dentro, aquí no hace falta. Como los vecinos tampoco salen mucho de casa, no suele haber más de una o dos personas esperando en las puertas de los negocios. «Es la primera vez que salgo en dos semanas, y porque tengo que recoger un medicamento en la farmacia», cuenta María Jesús Cancela. «Mi marido se ocupa de la compra, pero adquiere de todo para que dure 15 días».
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El silencio en las calles de este barrio no sorprende a sus vecinos. «Es un sitio muy tranquilo, un buen lugar para vivir porque nunca hay jaleo. Si no lo había antes, ¡imagínate ahora!», afirma Carmen Menéndez de camino a casa, tras comprar la prensa. Por las calles sólo se mueven los autobuses y las furgonetas de reparto. Y en las ventanas, como ya es costumbre en toda la región, se ven cientos de dibujos llenos de mensajes de ánimo.
En Nueva Montaña la ciudad da paso a la naturaleza. En el parque del canal de Raos, que separa este barrio de Camargo, los patos siguen chapoteando ajenos al confinamiento. En ese gran espacio verde, donde el sonido de los pájaros inunda el aire, algunos vecinos sueltan a sus perros para que corran. Son cinco minutos de libertad, pero es el momento más valioso del día para los canes. Y para sus dueños. Allí, disfrutando fugazmente del campo y del sol, parece por un momento que el encierro ha terminado. «Pero enseguida hay que volver a casa para evitar multas», se resigna Juan junto a su perro 'Darko'.
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