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En el siglo XIX, cuando la ciudad de Santander se encontraba en proceso de transformación y pasaba por «cambios urbanos importantes», se puso en marcha una obra que hace unos meses volvió a formar parte del itinerario de muchos vecinos y turistas: el viejo Túnel de Tetuán ... , aquel que unió la zona con La Cañía, en El Sardinero. Un hecho que, sin duda, forma parte del desarrollo del barrio y que Alfredo Medina, doctor en Geografía por la Universidad de Cantabria (UC), recoge en la primera parte de su último libro: 'Tetuán en la época del tranvía'. La publicación, que presentó ayer en el Centro Cultural Doctor Madrazo, repasa la historia del barrio desde sus orígenes «en los años 60» y dibuja el retrato de «cómo avanza con la llegada de las fábricas» -fue un importante enclave industrial-. En el acto estuvieron también Juan Carlos Flores-Gispert, periodista y encargado del prólogo; José Luis Fernández Gándara, de la editorial Tantín; Eloy Gutiérrez, ingeniero de caminos y autor del proyecto de rehabilitación; Gema Igual, alcaldesa de Santander y César Díaz, concejal de Fomento. La publicación parte de la curiosidad y las investigaciones que Medina ya había realizado durante su doctorado.
Además de contar el nacimiento de uno de los barrios de la capital cántabra, la segunda parte de la publicación relata también las transformaciones urbanas que vivió Santander a principios del siglo XX y que tuvieron impacto en el desarrollo de Tetuán. Entre otros aspectos «se introduce la electricidad y el agua. También hubo importantes cambios económicos y empezó la llegada de los tranvías», explica Medina. Y en ese contexto «un grupo de empresarios, en concreto la familia Pombo, decidió embarcarse en la construcción de uno». Al frente, Juan Pombo Conejo y sus hijos César y Arturo fueron los promotores del desarrollo turístico de la zona, ya que necesitaban una vía rápida para acceder a las playas y a las infraestructuras balnearias que allí crearon.
La obra respondía a un interés económico porque eran dueños «de varios hoteles en El Sardinero» y vieron en esa actuación la oportunidad de comunicar La Cañía -por aquel entonces «una zona aislada»- «fácilmente» con el centro de Santander. «Daba un servicio» a sus clientes que beneficiaba también a la ciudad, continúa el autor. «Tengo un hotel y ofrezco el transporte para ir, por ejemplo, de compras a Santander», resume. Un proyecto que, sin duda, también sirvió como «ampliación económica» para los negocios de la familia.
La historia del corredor se remonta al 24 de junio de 1892, cuando se celebró su inauguración. Unos días antes, el 13, pasó por el túnel el primer tren de prueba, con un solo vagón, y el 23 un convoy con invitados inició el recorrido en la Iglesia de Santa Lucía. Posteriormente, en 1911, cerró al tráfico ferroviario. Sucumbió a la electricidad. No pudo incorporarla por carecer el túnel de las medidas de alto y ancho indispensables para su instalación.
Desde hace décadas se llama popularmente túnel de Tetuán al que une la calle Casimiro Sainz con la avenida de Los Castros (abierto en 1991), pero su designación oficial es túnel de Puertochico. No obstante, el de Tetuán es un «tranvía puntual» que entró a formar parte de la red de la ciudad. Y los pasos que se dieron en ese momento histórico están narrados en las páginas del libro que Medina presentó ayer. Por eso, cuenta su autor que, «más que el tren en concreto, hablaría de lo que significaron los tranvías en la modernización de la ciudad». La entrada de este medio de transporte hizo que no fuera indispensable vivir en un determinado barrio o dar grandes caminatas para acceder a los servicios. Con el tiempo, al tren «se sumó también uno que iba por la costa que luego la familia compró para hacer una línea circular», continúa Medina, cuyo recorrido iba por «Reina Victoria y volvía por este túnel».
No obstante, tras 19 años operativo, el tranvía cerró y parece que el túnel no volvió a utilizarse hasta la Guerra Civil, como refugio de los bombardeos. Después, en los años cincuenta del siglo XX, se reabrió como paso peatonal. Una función que se retomó el año pasado. Entre los vecinos y hosteleros de la calle surgió la posibilidad de devolverle el trajín, una idea que en el año 2013 presentó en el Ayuntamiento el ingeniero informático Jaime Gómez Obregón. El Consistorio apoyó la propuesta y el pasado 2022 se recuperó el tránsito en el túnel 130 años después de su construcción. Pasados de tres años de actuaciones y una inversión de 4 millones de euros, el antiguo pasadizo -rebautizado como túnel del tren de Pombo- reabrió el 28 de mayo.
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