

Secciones
Servicios
Destacamos
Dani Martínez | Mariña Álvarez
Santander
Jueves, 6 de junio 2019, 07:14
A las 23.45 horas del 5 de junio de 2018 un repartidor de comida a domicilio entró en la finca de la urbanización Los ... Armadillos, ubicada en la calle Antonio de la Dehesa, en la subida a Monte desde la S-20. Cruzó la puerta exterior y cuando se acercó a uno de los portales se encontró un cadáver en el suelo con cinco disparos en diversas partes de su cuerpo. Quedó tan impactado por la imagen que continuó hasta la vivienda en la que habían realizado el pedido y ya allí contó lo sucedido. Junto con el cliente, regresó a la entrada del portal. Allí seguía el cuerpo -en ningún momento dudaron de que estaba sin vida- con la cabeza sobre un charco de sangre y un orificio en el pecho. La respuesta instintiva de ambos fue abandonar el lugar. El repartidor, que no llevaba móvil, hacia su motocicleta, y su acompañante hacia la vivienda para descolgar el teléfono. A las 23.50 horas entró la llamada en el 091. Y a la vez el motorista se topó con un coche de la Policía Local de Santander que estaba de patrulla.
Ha pasado un año del crimen que acabó con la vida de Marvin A.H.B., un joven colombiano de 33 años que murió asesinado a sólo unos metros del lugar en el que le esperaba su pareja y sus tres hijos. En este tiempo no ha habido ninguna detención, pero sí avances significativos en la investigación que llevaba a cabo la Policía Científica de la Jefatura Superior de Cantabria.
«La gente que está con el tema está muy ilusionada con el asunto. Lo tienen bastante mordido, pero les falta unir algún punto para cerrarlo del todo», explican de manera extraoficial fuentes conocedoras de la instrucción que llevaba a cabo el Juzgado 4 de Santander, que mantiene bajo secreto el sumario. Y añaden que habrá noticias «más pronto que tarde».
A las 24 horas de que acribillaran a tiros a la víctima -de los cinco disparos, dos de ellos, los que recibió en la cabeza y en el pecho, fueron mortales-, el máximo responsable de la Policía Nacional en Cantabria, Héctor Moreno, ya adelantaba que el proceso para localizar al culpable o a los culpables sería «largo», como lo son todos los que siguen estas mismas pautas. Había dos incógnitas: quién y por qué, que estaban relacionadas.
Por las características del crimen, casi de manera inmediata, la Jefatura Superior en la comunidad autónoma alertó a los servicios de fronteras de todo el país para controlar «perfiles determinados». «Trabajamos con una serie de perfiles, pero no podemos dar más detalles. Si no, el que se sienta identificado puede eludir el paso por la frontera», señalaban. Sin hacerlo explícitamente, apuntaban a la figura de un sicario. Probablemente llegó, visitó Monte, actuó y se marchó. Todo en cuestión de horas. Un sicario que actuó de manera extraordinariamente profesional. No hubo testigos, lo que complicó aún más la labor policial, como también lamentaban desde la Policía Nacional. Nadie vio a ningún individuo extraño por las inmediaciones. Nadie escuchó los cinco disparos. El análisis criminalístico, que no ha transcendido, fue el encargado de concluir si se debió a que el asesino utilizó un arma con balas de pequeño calibre -más discreta y menos ruidosa- o si, por el contrario, tenía algún tipo de silenciador. En cualquier caso, ambos extremos darían muestra de esa gran profesionalidad.
Al día siguiente de que ocurrieran los hechos, Moreno también confirmó que el suceso estaban «vinculado a la actividad» delictiva del fallecido y que «no fue casual». Esto respondía a la pregunta sobre el desencadenante del crimen. Se atrevió a adelantar, a tenor de las informaciones que se habían reunido en los momentos posteriores a los hechos, que «el entramado social en el que se movía guarda relación con su fatal desenlace». O dicho de otra forma, que indiciariamente, aquello era un ajuste de cuentas. Un ajuste de cuentas que, para algunos agentes que conocían al joven y sus formas de proceder, tampoco fue una gran sorpresa.
Marvin había estado en la cárcel hasta en tres ocasiones por tráfico de drogas y tenía un amplio historial delictivo. El joven, que había residido anteriormente en La Albericia, Camargo y El Astillero, no tenía trabajo conocido, pero llevaba un alto nivel de vida. Presumía de vehículos de gama alta y en el momento del asesinato vestía ropa de marcas como Gucci y Louis Vuitton.
El último hecho destacado fue una pelea con bates de béisbol ocurrida dos semanas antes de su muerte por la que tuvo que ser atendido en Valdecilla. En principio, aquello no guardaba relación, pero se analizó. Como se analizaron posibles relaciones de Marvin con el mundo de la droga en el País Vasco, Cataluña, Andalucía y en el mismo Santander. Oficialmente, la Policía Nacional tan solo dice que se está llevando a cabo «un importante esfuerzo», para lo cual se ha incrementado el número de efectivos asignados a su resolución, potenciando las labores de inteligencia e investigación, y también están participando unidades pertenecientes a otras jefaturas superiores. Hasta ahí. Nada más.
«Igual haces un pedido, no lo pagas y pasan cosas de estas. Primero te amenazan y después te mandan un sicario», afirma un conocedor de la investigación. Hay pocas dudas de que eso fue lo que sucedió.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La palygorskita, los cimientos del vino rancio en Nava del Rey
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.