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Domingo Barada Soussi llegó a Santander cuando tenía tres meses. Sus padres, una pareja de artistas, estaban de gira por Europa. Él, cubano y cantante; ella, argelina y bailarina. «Como trabajaban tanto, le dejaron en casa de la familia Moro, que le acogió como uno más», cuentan sus allegados. Hacían giras por España, por Europa y también por América. Mientras, Mingo –así le conocen en el barrio San Martín– fue creciendo junto a su familia santanderina. Especialmente junto a los que se convirtieron en sus hermanos, Pili y Paco Moro. El número 33 de la calle Juan de la Cosa fue testigo de su vida en común, hasta tal punto que «no podían vivir el uno sin el otro». Una unión, admirada y destacada por los que más les conocían, que perduró hasta su último día. Los tres murieron intoxicados tras el incendio originado el 17 de enero en la quinta planta del edificio -ellos vivían en el sexto- que les vio crecer. «Si Mingo hubiera sobrevivido, se hubiera vuelto loco al darse cuenta de que ya no estaban ni Pili ni Paco». En su barrio, siguen «consternados» por su muerte. «Es un vacío que no lo va a poder sustituir nadie».
La reacción de los vecinos de San Martín y Puertochico el mismo día del incendio, evidenciaba lo queridos que eran los tres hermanos. Muchos de ellos miran hacia arriba cuando pasan por delante del edificio y se preguntan: «¿Por qué?». Otros aún no pueden hacerlo. «No se merecían este final», compartieron sus allegados al conocer que Domingo no había conseguido superar las secuelas de la intoxicación y que le mantuvieron en la UCI de Valdecilla durante una semana.
76 años
78 años
61 años
De padre pescador, Pili, Paco , Ana María –su otra hermana– y Domingo crecieron en un entorno humilde, familiar y muy arraigado a lo que era Puertochico en los años sesenta, una zona tradicionalmente pesquera. Su madre, «extremadamente generosa», cuidaba de muchos de los niños del barrio cuyos padres trabajaban durante todo el día. «Nos criamos todos juntos», recuerda una de esas vecinas que reconoce que la marcha de los hermanos supone perder «a los testigos de su infancia». Entonces, parte del sueldo de su progenitor se daba en lo que se conocían como «cenas». Es decir, los pescadores vendían lo que habían pescado o lo intercambiaban por otros productos, como la carne. «Tanto sus padres como ellos eran gente muy sencilla y querida precisamente por lo cariñosos que eran. Siempre han cuidado de toda la gente de su alrededor».
Los que convivieron con ellos coinciden en que Pili heredó la forma de ser de su madre, desinteresada y atenta. «Te daba todo a cambio de nada». Cuidó de sus hermanos, especialmente de Mingo, al que trató casi como a su hijo por los diecisiete años que les separaban. Pero también de otros vecinos cuando enfermaron y de muchos chavales del barrio, que hoy sienten su pérdida como si fuera la de su abuela. «Era incondicional». De Paco destacan su sensibilidad, especialmente a la hora de pintar y escribir poesía. Lo hacía como hobby, pero se le daba «especialmente bien». De hecho, acudía a clases de pintura. «Lo que más le gustaba era reflejar escenas de Puertochico». En su último cuadro, retrató el monumento a Los Raqueros, en el Paseo de Pereda, y esa estampa de Santander, con su bahía al fondo. «No habían estudiado mucho, pero eran gente culta, que te enriquecía hablar con ellos».
Domi, Mingo o 'El Cubanito'. Cada uno le llamaba a su manera. «Un niño guapísimo cuando llegó a Santander. Llamaba mucho la atención», apuntan los vecinos del barrio. «Era único. Especial. El hombre de la eterna sonrisa». Le apasionaba la música y cantar. Incluso llegó a grabar discos de canciones de otros artistas. Al fin y al cabo, le venía de familia. También era habitual verle con las peñas en la plaza de toros durante la Semana Grande o echando la partida por las tardes en el Bar Alegría, en la calle Casimiro Sainz, donde también han sentido mucho su pérdida.
Una pérdida, la de estos tres hermanos, de la que costará «reponerse». Más aún por las circunstancias que envuelven su marcha. Lo que está claro es que serán recordados «para siempre».
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