
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Nada más entrar por la puerta de la Cocina Económica, en la calle Tantín, poco antes de la una del mediodía, una gran ovación se escuchó al otro lado de la puerta del comedor, donde más de cien personas acuden cada día a por comida caliente. Minutos después, salió por esa misma puerta Clara Gallego Marcos, sor Clara (Encinasola, Huelva, 1947), que acudió puntual a la cita con este periódico. Lo hizo sin poder ocultar su emoción. «Soy una llorona, una sentimental, me emociono rápido». Y es que esos aplausos eran de despedida. «Es mi última comida y ya no les veo más. Les he dicho que me iba. No quería que se me escapara la oportunidad de despedirme», comentó sor Clara, responsable de la Cocina Económica durante los últimos seis años, nada más decir adiós a la que ya se ha convertido en su «casa». Ana Rivero, educadora social de Laredo y representante de las Hijas de la Caridad, será la encargada de continuar con su legado junto al resto del equipo directivo.
Eso sí. Antes de irse, quiso dejar un mensaje de despedida a una «gran obra». «Esta semana me he ido despidiendo del personal, del voluntariado, pero de ellos, –los usuarios de la Cocina Económica– que son el objeto de nuestro servicio y de nuestra vida, no había podido. Les he aconsejado que aprovechen la oportunidad que tienen en esta casa, que hay un equipo dedicado a ellos, que sigan sus directrices, se dejen acompañar y sobre todo que les hagan caso», añadió aún emocionada. «Ciento y pico abrazos llevo ya de despedida». Es cierto. Junto a ella era complicado avanzar. A cada paso que daba para cruzar la puerta que conecta la cocina y el comedor, se detenía con alguien. «No te vayas sin darme un abrazo sor Clara. Gracias por todo y tranquila que nos volveremos a encontrar», le dijo uno de los trabajadores. Mientras, dos cocineras comentaban entre ellas la «huella» que deja en el colectivo «para siempre». «Es trabajadora, humilde y buena persona, nunca nos vamos a olvidar de ella», añadieron.
La decisión de irse no ha sido fácil de asimilar para sor Clara. «Pero una va cumpliendo años...». Miembro de las Hijas de la Caridad desde que tenía 21 años, comunidad religiosa fundada por San Vicente de Paul, se convirtió en Superiora, un cargo que se nombra cada tres años. Una vez pasa ese periodo de tiempo, se realiza una consulta a la comunidad y si está todo el mundo de acuerdo, continúa otros tres. Así, hasta nueve, que es el máximo. «Llevo seis aquí pero cuando llegó el momento de hacer la consulta para seguir trabajando en Santander otros tres años comuniqué a los superiores que no podía más, que ha sido una etapa de muchísimo trabajo. Esta casa tiene una labor inmensa que no terminas nunca y una se hace mayor». Entendió que tenía que tomar una decisión, por dolorosa que fuera, para poder «respirar un poco y también relajarme».
Aunque eso de relajarse es relativo para sor Clara. Porque no piensa parar de trabajar para los que más lo necesitan. Y su próximo destino es la Cocina Económica de Santiago de Compostela. «El volumen de trabajo allí es menor y para allá me marcho. Eso sí, ya he avisado que solo tres años más». A pesar de que le ilusiona lo que está por llegar, no puede evitar acordarse de cada persona que forma parte de la comunidad de la Cocina Económica en Santander, cada historia con nombre y apellido que ha conocido y siente «muy de cerca». «He pasado por otras cocinas económicas pero es cierto que en la de Santander hay un cariño especial, tanto por parte de los donantes como de las diferentes instituciones o poderes púbicos, da igual el color del partido».
Es así, a su juicio, porque se trata de un espacio «con las puertas abiertas para todo el mundo, el día que sea y a la hora que sea. No tenemos ninguna dificultad en enseñarles nuestra casa y contarles lo que hacemos». Un ejemplo que siempre le viene a la mente a sor Clara para recordar el «buen hacer» de la entidad es la época del confinamiento por la pandemia. «De hoy para hoy tuvimos que cambiar absolutamente toda nuestra estructura. Pero con una sola preocupación, y es que la atención a las personas fuera de la mejor calidad posible y que aunque no pudieran entrar al comedor, todos los días se pudieran llevar comida caliente».
Aunque hasta el día de su despedida huya del protagonismo, sor Clara tiene mucho que agradecer a esta ciudad. «Me siento muy querida y también quiero. Pero eso no es mérito mío». Vaya sí lo es. A pesar de que el destino sea otro, en su maleta guarda «los recuerdos de los últimos años. Hasta siempre».
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
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