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En el barrio de Porrúa todos conocen el Bar Sánchez, que más que un bar, podría decirse que es una extensión de sus hogares, ... donde reina un ambiente familiar y de confianza, todos se conocen y ven crecer a los hijos. La fama del local trascendió el barrio por sus excelentes raciones de rabas de pulpo (que no muchos bares las ponen, siendo frecuentes las de calamar) y por las partidas de mus que organiza, de gran tradición, participando en numerosos campeonatos regionales.
El Bar Sánchez baja hoy la persiana definitivamente por jubilación del dueño, Antonio Sánchez, que lo ha regentado desde 1985 -tras jubilarse su padre y fundador del establecimiento, Medardo Sánchez-. Antonio, al que todos conocen como 'Toñín', dedicará a partir de ahora más tiempo a sus grandes aficiones: la pesca, el mus, el fútbol y estar con su nieto Oliver.
«Ha sido más que un bar, un lugar de convivencia entre vecinos, donde unos tiraban de los hijos de otros, donde siempre ha reinado un trato familiar», destaca Rosa, hermana de Toñín. «Para Toñín el bar ha sido su vida y el mus siempre fue una tradición arraigada en el bar, a la que mi hermano dio un fuerte impulso».
Rosa Sánchez
Hermana de Toñín
Su hija, Silvia Sánchez Basaras, recuerda que «cuando en el barrio de Porrúa se contaban con los dedos de una mano los vecinos que tenían televisión en casa, el Bar Sánchez servía de lugar de reunión en torno a la pantalla, favoreciendo un ambiente familiar que ha ido perdurando en sus más de 60 años cara al público».
En la década de los 50, Medardo Sánchez, original de un pueblo de Salamanca, se lanzó a la aventura junto a su mujer, Flori, arriesgando sus ahorros para emprender este negocio familiar en un barrio en el que se abrían paso varias tiendas de ultramarinos, una mercería y un local que vendía electrodomésticos.
Sánchez, que a los 14 años llegó a Santander, siempre se dedicó a la hostelería, primero trabajando como camarero en conocidos restaurantes que le sirvieron de escuela y posteriormente en su propia casa.
«Medardo era querido allá donde iba, siempre fue una persona seria, con carácter, pero con un gran corazón», recuerda su nieta Pilar. Su vida se vio muy marcada también por su gran afición a la pesca, que contagió a sus tres hijos: José, Antonio y Rosa.
Cuando Sánchez tomó la decisión de dejar la barra del bar, su segundo hijo, Toñín, asumió las riendas del negocio familiar pues, a pesar de tener un trabajo fijo en otra empresa, no quiso que se perdiera el legado de sus padres.
De esta forma, Toñín, ayudado por su madre y su mujer, Gelen, tan solo unos días después del fallecimiento de su padre (que tristemente no llegó a ver la reinauguración del bar), hizo el relevo en diciembre de 1985. Si algo ha caracterizado a Toñín Sánchez ha sido su buen trato con el cliente y su don de gentes, que ha permitido que el negocio continuase con el mismo cariz familiar los últimos casi 40 años.
Silvia Sánchez Basaras
Hija de Toñín
«Toñín, en su etapa en el Bar Sánchez, ha sabido trazar unas líneas distintivas en cuanto a la gastronomía y el ocio dentro del local que se quedarán en la memoria de quienes han transitado su casa», señala su hija Pilar.
En primer lugar las famosas rabas de pulpo (un bocado tan exquisito como poco habitual), los mejillones con salsa y los caracolillos que se servían cada fin de semana, lo que atraía a un público muy concreto y exclusivo.
En segundo lugar, Toñín, apasionado del fútbol y del juego del mus, supo potenciar como nadie este último, desde su local a toda Cantabria, a través de la organización de los campeonatos Interpeñas y los memoriales Medardo Sánchez, entre otros. El mus se convirtió en el ocio diario en un bar en el que los equipos se consagraron como campeones regionales en numerosas ocasiones.
Durante las concurridas fiestas del barrio, el bar contaba con muchos familiares para echar una mano en la barra y en la cocina. «Todas las manos eran pocas en los años en los que las fiestas eran tan populares», recuerda su hermana, incondicional en la barra cuando se la necesitaba.
Han sido muchos años al frente de la barra y de la misma manera que colgó las botas de fútbol dejando atrás su papel como respetado capitán del Montaña, Toñín se toma el merecido descanso de la jubilación para dedicarle «más su tiempo en la familia».
«Hoy se cierra un ciclo, se clausura el lugar en el que tantas y tantas familias han compartido sus risas, sus aficiones y unas ricas rabas de pulpo; en el que tantos amigos han encontrado un refugio donde charlar y echar una partidita al mus. Hoy, el Bar Sánchez baja sus persianas, pero nos deja un bonito recuerdo a quienes acompañamos a la familia Sánchez en su local, de una u otra manera, todos estos años», expresa su hija, inundada de cariño y nostalgia.
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