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La crisis sanitaria supuso un golpe económico para la mayoría de los sectores que, de una manera u otra, se vieron afectados por los ... meses de parón y las restricciones posteriores. Les ocurrió a los hosteleros. Más allá del confinamiento, los establecimientos pasaron meses con el interior de sus locales cerrado por lo que aquellos negocios que no contaban con terraza veían cada día un poco más cerca el cierre definitivo. Hizo falta tomar medidas. Así que desde los Ayuntamientos se adoptó la decisión de apostar por las terrazas.
En Santander se concedieron ampliaciones de terrazas o nuevas licencias e incluso se cortaron calles al tráfico durante varios fines de semana para tratar de dar un respiro al sector con más mesas en las aceras y en la calzada. En concreto, esta última medida se centró en cuatro zonas de la ciudad: Daoiz y Velarde, la calle del Sol, el Río de la Pila y el pasaje Zorrilla. «Entonces nos pareció bien porque había que echar una mano. Ahí estamos de acuerdo», dice Ricardo Sainz, presidente de la Federación Cántabra de Asociaciones de Vecinos (FECAV). No obstante, ahora que los establecimientos ya trabajan sin limitaciones, el colectivo considera que es momento de «volver a las terrazas del 2018» y eliminar esas mesas de más que tuvieron un sentido hace meses, pero que ahora ocupan un espacio que, valoran, corresponde a los peatones. Su percepción es que «la hostelería invade la ciudad» y hay calles de la capital cántabra por las que no se puede casi ni caminar. Y otras que hace falta atravesarlas por la carretera.
Con calzada. Peña Herbosa: Denuncian que en el vial semipeatonal los paseantes se ven obligados a utilizar la carretera para atravesar la calle debido al poco espacio que queda en la acera. Una queja que amplían a Cañadío.
Peatonal Arrabal: Es una de las calles que mencionan porque «prácticamente no hay sitio para caminar» por la suma de establecimientos que se concentran en la calle y sus mesas.
Barrios Otras zonas: La Fecav aclara que las quejas llegan incluso de los barrios «más pequeños» donde se han colocado terrazas que antes no existían.
Nuevas mesas Miguel Artigas: En el listado de viales incluyen algunas en las que en 2019, antes del inicio de la pandemia, no tenían mesas y ahora todavía mantienen las licencias concedidas.
Zonas estrechas Calle Alta y Cervantes: Las asociaciones vecinales denuncian las mesas ubicadas en viales estrechos porque dificulta el tránsito de carritos o sillas de ruedas.
Ampliaciones Calle Burgos, Cuatro Caminos: En el recorrido por la ciudad, apuntan a determinadas zonas donde los establecimientos han aumentado sus mesas dejando poco espacio para peatones.
En esta queja que trasladan los vecinos, ponen nombres a algunos viales como la calle Rubio o el Arrabal, aunque extienden el problema a otros tantos barrios. En la primera de las calles sí hay establecimientos que pudieron ampliar sus terrazas gracias a las concesiones puestas en marcha por el Ayuntamiento para, precisamente, permitir más mesas, que los hosteleros pudieran atender un mayor número de clientes y así intentar paliar los gastos mientras descendían los contagios y caía la incidencia acumulada en la región. «La licencia la concede el Consistorio y a nosotros nos dejaron ampliarla tras presentar los documentos oportunos», cuenta uno de los hosteleros del vial mientras señala los permisos que los establecimientos deben tener a la vista.
En su caso continúa con esas mesas extra porque prorrogó el permiso: «Nos dejaron ampliarla. Son mesas importantes porque nos supone trabajar más», añade. Y en ese punto insiste el Ayuntamiento de Santander que responde de manera clara. El total de licencias concedidas durante la pandemia se ajustan «totalmente a la legalidad», subraya la alcaldesa, Gema Igual. Por tanto, no existe la necesidad de retraer permisos y eliminar mesas.
No obstante, desde la asociación señalan que no entienden por qué en otras ciudades -ponen como ejemplo Torrelavega- ya «han iniciado el repliegue de las terrazas, mientras que en Santander no se han tomado medidas». Más allá de la comunidad autónoma, Sainz incluso menciona zonas vecinas como Bilbao: «Las han quitado y nadie ha protestado», señala antes de recordar que en la capital también reciben quejas de los barrios «más pequeños». Lo cierto es que hay calles, como Miguel Artigas, que en 2019 no tenían mesas y que a día de hoy mantienen las colocadas tras el paso del covid.
En este sentido, la regidora hace una distinción para aclarar esa comparativa que trasladan los vecinos y es que en Santander -durante la crisis sanitaria- no se crearon «terrazas especiales» de manera que las mesas que ocupan las calles «están dadas según la ordenanza habitual».
El número de terrazas ha aumentado. De eso no hay duda y basta darse un paseo por la ciudad. Quizá descubra algún bar únicamente porque ahora tiene dos o tres mesas en el exterior. Ocurre que actualmente «todos los locales o casi todos han pedido terraza, pero porque se la podían permitir», insiste Igual. Han ampliado o estrenado terraza quienes tenían espacio para hacerlo en base a lo establecido en la normativa.
Además, la alcaldesa hace otra valoración. El incremento del número de mesas se debe a que durante la pandemia los vecinos se han acostumbrado a utilizarlas de forma más habitual y los interiores han perdido cierto protagonismo. De ahí que quien ha podido, haya ampliado su extensión. Y más ahora que se acerca la temporada estival.
En ese trajín de licencias y terrazas no se escapa que haya hosteleros que vean la oportunidad de sacar mobiliario que no cumpla con la normativa. Una cifra. Durante los últimos cuatro fines de semana, la Policía Local ha sancionado a 14 establecimientos hosteleros por incumplir la licencia. Por eso, la alcaldesa hizo hincapié en «reforzar el servicio de vigilancia» para que las mesas cumplan con la normativa, ya que «en ocasiones hay algún negocio que puede tener alguna mesa más de las que tiene autorizadas», así como «algún usuario que mueve las sillas» y hace que el establecimiento supere el límite. Ahí encaja otra de las quejas vecinales y es que si quien está sentado mueve las mesas y ocupa más espacio, el paso termina siendo imposible: «Solo pedimos que el ciudadano que vaya paseando pueda hacerlo sin tener que esquivar terrazas o personas», añade Sainz. Eso, dicen, ocurre en los viales peatonales. En otros como Peña Herbosa, donde los paseantes conviven con los vehículos, «te sales a la carretera y esa es zona para los vehículos».
Más allá del espacio que ocupan las mesas de las terrazas en las aceras, la Federación Cántabra de Asociaciones Vecinales (Fecav) también recuerda que su instalación se traduce muchas veces en alboroto que «genera ruidos muy molestos para los vecinos». Por eso, además de insistir en la ocupación de las calles y las dificultades para caminar por determinadas zonas, el colectivo también reclama la adopción de «medidas urgentes en zonas acústicamente saturadas» de la capital cántabra. «Como el centro, en el entorno de Perines y sobre todo el Ensanche», enumeran. Una preocupación extendida entre los residentes y que se acentúa con la llegada de periodos vacacionales como la Semana Santa o el verano, que atraen a miles de turistas. La problemática con el ruido no es nueva y fue puesta sobre la mesa en el Pleno del Ayuntamiento de la ciudad celebrado el pasado mes de noviembre a través de una moción presentada de manera conjunta por Unidas por Santander y el PSOE. Entonces se aprobó por unanimidad la elaboración de un mapa diagnóstico del ruido de Santander que permita actualizar el último vigente que data de 2016. El proceso está en marcha y el objetivo es traducir el estudio final en un Plan de Acción contra el ruido.
Un punto que tampoco convence, pero que parece haber encontrado solución, es la petición que hicieron hace unas semanas los hosteleros de recuperar los cortes de calles al tráfico que se hicieron desde julio a octubre del 2021 para intentar echar un cable a los hosteleros de cuatro calles: Sol, Daoiz y Velarde, pasadizo Zorrilla y el Río de la Pila. «Se pasan de frenada», valora el presidente de la Fecav. La vicepresidenta de la asociación de Pombo-Ensanche-Cañadío, Ana Gómez, criticó entonces «que el espacio público tiene que ser para los peatones, no se puede consentir la intromisión».
En este punto no hay ninguna duda y fue el propio Ayuntamiento el encargado de recordar que se trataba de una iniciativa puesta en marcha sólo para compensar el cierre de interiores que se prolongó durante meses en Cantabria y que no tiene previsto retomarla. Y el pasado viernes la alcaldesa volvió a repetir que la medida «no se va a volver hacer» porque actualmente «no ha lugar», aclara.
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