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. Gran parte del trabajo de Juan Manuel González-Torre (Santander, 1968) es artesanal. Se nota en su manera de mover las manos. Incluso de hablar. Lleva más de 27 cosiendo velas. Fue un pionero en su momento. En una ciudad como Santander, con campeones ... tanto de windsurf como de embarcaciones de vela, a quien se le rompiera esta, tenía que enviarla fuera a que se la reparasen. Y para qué hablar de fabricarlas. El vio ese nicho y no lo dejó pasar. Creó, junto a su hermana, la velería Yarda. Aunque reconoce la buena evolución de la náutica en Cantabria, no entiende por qué Santander sólo mira a su bahía para contemplar el paisaje. «Es uno de los mejores lugares para navegar y, sin embargo, no hay ninguna iniciativa pública que apoye este deporte o que enfoque el turismo hacia ello». Por esta razón «siento envidia de Francia o Gran Bretaña».
–¿Cómo se metió en el mundo de las velas?
–Siempre he estado muy vinculado a la mar y al mundo de los barcos de vela. Sin que sienta una gran pasión por las regatas, he participado en muchas y, sobre todo, tengo muchas horas de navegación. Estaba trabajando como monitor en la Isla de la Torre, que pertenecía a la Consejería de Deporte, y a la vez empecé con la reparación de velas, ya que no había ninguna empresa que se dedicara a ello en la región. Con el tiempo decidí apostar por ello y acerté.
–¿Cómo surge Yarda?
–Inicialmente me dedicaba a la reparación de velas, capotas y tapizados náuticos. Pero la afición por la náutica fue creciendo y vi la oportunidad de fabricar velas, hace 27 años. En aquel momento éramos los únicos y fuimos bien acogidos.
–Una vela marca la diferencia, tanto como el material o el diseño del casco de un barco. ¿Qué es lo que distingue a sus velas?
–Hay que tener en cuenta que unas buenas velas consiguen un mayor rendimiento de la embarcación; pero también hay que decir que hoy en día, gracias a que la tecnología ha llegado a todas partes, se ha conseguido igualar mucho los diseños. Nuestras velas se distinguen, principalmente, porque damos una atención sumamente personalizada. Se va a mirar el barco, cómo navega, las necesidades, para qué se utiliza... La verdad es que ha costado mucho llegar hasta aquí, pero merece la pena.
–¿Cómo se diseñan y fabrican las velas?
– Hay muchos tipos de velas, ya sea por sus diferentes tejidos o por su forma de fabricarse, pero hay cuatro puntos básicos en este proceso. El primero, y muy importante, es la medición, ya que de esto dependerá todo lo demás: una vela es como un traje a medida. Seguidamente, el diseño por ordenador, a través de un programa específico. En tercer lugar está el corte por láser. Por último, la confección y personalización, que es donde hay una gran labor artesanal. En nuestra nave, tenemos una superficie de unos 400 metros cuadrados libres, donde a lo largo del perímetro hay instaladas seis máquinas de coser neumáticas, a ras de suelo. Esto nos permite coser velas tan grandes como queramos.
–¿Cómo ve el sector náutico en Cantabria?
–La náutica en los últimos años ha sido un sector en auge, a pesar de las administraciones, gracias a la gente y a la curiosidad que despierta el mundo de la navegación y sus diferentes disciplinas. Aunque el barco de motor es el que más prolifera, ver las regatas en la bahía es uno de sus grandes atractivos.
–¿Cree que una ciudad como Santander necesita más apoyos e incentivos destinados al mundo de la vela, empezando por los niños?
–Santander es un lugar privilegiado para la navegación, y quienes verdaderamente tienen que apreciarlo, padecen de cierta ceguera. Los eventos náuticos que se celebran en la ciudad están más enfocados al espectáculo que al deporte en sí. Los niños son la base y el futuro, y me parece fundamental darles todo el apoyo posible, ya sea a través de escuelas o clubes. Hay que recordar que de esta tierra han salido medallistas olímpicos y regatistas de Vuelta al Mundo y Copa América. Aquí no se reconoce este deporte.
–Cada sábado, fuera de la temporada de verano, hay regatas. Existen travesías, como la que impulsan ustedes. Sin embargo, casi no hay actividad enfocada al turismo. ¿No hay un nicho ahí por explotar? ¿Las políticas de playa y montaña son insuficientes?
–Las travesías hacen que mucha gente pueda participar con sus barcos con tripulaciones de amigos. Es una buena base para más tarde poder participar en regatas con sistemas de medición más exhaustivos. En lo referente al turismo náutico, hay ya varias empresas del sector privado que están ofertando alquileres y cursos. Sería bueno poder combinarlo con playa y montaña y así conseguir un turismo de mayor calidad.
–¿Necesita Santander otro puerto deportivo para favorecer que haya más afición? ¿Cómo considera que se están llevando las cosas en el puerto de Laredo?
–Sería maravilloso tener otro puerto, pero creo que antes se deberían acabar los que hay empezados y dotarlos de infraestructuras, como es debido. No es normal construir el primer puerto deportivo del norte de España –Marina del Cantábrico–, allá por los años 80, y haber dejado que se fuera muriendo, por no hablar de que a día de hoy sigue inacabado. Con esto, lo que se consigue es que los barcos extranjeros no recalen en Santander y vayan a otros puertos, como el de Gijón. En cuanto al puerto de Laredo, tras unos años estancado, parece que ahora va en la buena dirección. Con esfuerzo, estoy convencido de que se conseguirá llenarlo de embarcaciones.
Estudió hasta Primaria en los colegios Bilingüe y Haypo. Cuando le tocó pasar a Secundaria, se fue al Villajunco. Tenía claro que su futuro estaría vinculado a la mar, motivo por el cual optó por el título de patrón de cabotaje, para lo cual se matriculó en la Escuela Náutico Pesquera. No llegó a ejercer, pero con 20 años comenzó a trabajar como monitor de vela en la Isla de la Torre, que dependía en aquel momento del Gobierno. De manera paralela, comenzó a reparar velas, al comprobar que nadie en Cantabria lo hacía: «Cuando a alguien se le estropeaba, tenía que enviarla fuera». Hace 27 años dio el salto y fundó junto a su hermana Blanca la velería Yarda.
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