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La clínica radiológica del doctor Miguel Ángel Pagola-Serrano (Navarra, 1946), una de las más reconocidas y demandadas de Santander, cierra sus puertas de forma ... definitiva. Y no es por falta de pacientes ni mucho menos. De hecho, hasta el último día, que será el próximo viernes, 28 de febrero, se ha completado la agenda. «Pero desgraciadamente, la despedida ha sido forzada», reconoce el veterano médico antes de explicar los motivos que le han llevado a tomar esta decisión.
«La edad cuenta sobre todo y los problemas de salud han hecho que no me quede más remedio que retirarme. En otras etapas he tenido compañeros conmigo, pero ahora mismo el volumen de trabajo es tan grande que yo solo no puedo asumirlo. Para mí, es una tristeza absoluta dejarlo ahora y dejarlo cerrado del todo, porque me hubiera gustado que alguien hubiera continuado con la actividad, pero por más que lo he intentado, no he conseguido relevo». Así que las casas comerciales retirarán los equipos (TAC, mamógrafo, maquinaria de radiología convencional, ecógrafo...) y se vaciarán las instalaciones por las que han pasado decenas de miles de cántabros en busca de un diagnóstico por imagen en su larga trayectoria, en esta última etapa en un inmueble de la céntrica calle Jesús de Monasterio, cerca del Ayuntamiento (y antes integradas en otro espacio en la calle Cádiz).
Al doctor Pagola le resulta «imposible» cifrar el histórico de pruebas e informes que habrá realizado. «Hay pacientes que casi han sido familia», destaca, lo que evidencia la confianza que le convirtieron en uno de los grandes referentes de la radiología en la sanidad privada de Cantabria. «Nos hemos esforzado mucho en hacer las cosas bien. En la etapa de la calle Cádiz fui haciendo la cartera de clientes y cuando puse en marcha esta clínica, en 2010, mi preocupación fundamental era que la tecnología fuera de alta gama, puntera», subraya.
Esa apuesta por un equipamiento de vanguardia, sumado a su continuo aprendizaje y al peso de su propia experiencia profesional, fue la combinación perfecta. No hay que olvidar que, durante cuatro décadas, Pagola fue uno de los miembros destacados del servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Valdecilla, donde trabajó como jefe de sección y enseñó a muchas generaciones de radiólogos en el terreno del que fue experto, el escáner. Él puso en marcha el primer TAC de cuerpo que se instaló en Valdecilla y también fue pionero en introducirlo en el ámbito privado, de la mano del doctor Andrés González Tutor (fundador del Servicio de Radiodiagnóstico de Valdecilla), en el centro de la calle Santa Lucía, junto al antiguo sanatorio Madrazo.
Aunque le está costando asimilar que, ahora sí, su carrera profesional llega a su fin, al echar la vista atrás le vienen a la cabeza «muchos recuerdos y muy satisfactorios. No he escatimado esfuerzos para tratar bien a las personas. Una de las cosas que más se agradece de un servicio como el nuestro es poder diagnosticar precozmente enfermedades graves y contribuir a la supervivencia de esos pacientes y a que tengan una calidad de vida impresionante. Por ejemplo, hemos visto muchos cánceres de mama o de pulmón en fases muy precoces, cuando es posible el tratamiento para la curación; eso es de las cosas más satisfactorias de este trabajo». Cuando el día a día gira en torno a los diagnósticos, implica moverse entre las sensaciones de alivio y la alegría de los pacientes que ven descartada una enfermedad y las malas noticias, que «siempre sabe mal tener que darlas», dice.
Recuerda que cuando terminó la carrera de Medicina en la Facultad de Zaragoza, «el radiodiagnóstico como tal no existía, pero fui a Pamplona a hacer la especialidad y allí ya se hacía. Después, cuando conseguí la plaza en Valdecilla me empezó a gustar muchísimo. Es una especialidad francamente bonita, que te da mucha información. Así, nos ha permitido detectar cánceres de páncreas que antes de la llegada de esta tecnología no era posible. Cuando se veían, ya eran muy extensos. Y lo mismo con los tumores de mama». Por eso, a las nuevas generaciones de médicos les anima a seguir sus pasos, porque «hay una gran escasez de radiólogos. Es una especialidad difícil, que requiere mucha formación, pero es encantadora».
Pagola compaginó la sanidad pública, que «en Cantabria es francamente buena», con la privada, «que también lo es, porque la mayoría de los que nos hemos dedicado a ella venimos de formarnos en la pública, y tengo que decir que la medicina privada es muy útil y necesaria», defiende. Ha sido en su clínica donde ha exprimido su carrera una vez jubilado de Valdecilla. Y ahora sí, toca despedirse y colgar la bata: «Lo que me dicen los pacientes que me conocen de tantos años es que a partir de ahora disfrute, que lo sienten pero que lo entienden».
Miguel Ángel Pagola reconoce que la despedida «no está siendo fácil», pero no quiere cerrar el último capítulo de su carrera profesional sin tener unas palabras de agradecimiento «al equipo que me ha acompañado toda mi vida o han estado durante mucho tiempo». Una lista de nombres que encabezan su hermano José Ignacio y su mujer, María Luisa Vierna, y que sigue con Rosalina Mateo,Ana Rosa Jorge, Raquel González, Sonia Demetrio, Zeida Vélez y Silvia San Emeterio, que han formado parte del equipo de su clínica privada. «También ha trabajado conmigo el doctor Alfonso Vega, una referencia en España y Europa en mamografía, al que tengo un cariño especial; y el radiólogo Eduardo Herrero. Pero con el que he estado siempre, como si fuéramos hermanos, ha sido con el doctor Mariano Rico, que ha seguido hasta el final, el próximo 28 de febrero.Si esta consulta ha funcionado de la manera en la que lo ha hecho ha sido gracias a todas estas personas con las que he tenido el orgullo de trabajar», declara emocionado.
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Ana del Castillo
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