Un lugar que te sumerge en las 'catacumbas' del agua en Santander

¿Sabía que el agua que contiene el depósito de Pronillo, en General Dávila, con 16.000 metros cúbicos de capacidad, se consume en cinco horas y media? ¿O que suministra agua a los barrios de Castilla-Hermida, Parayas, Nueva Montaña, Santiago el Mayor y parte de la zona centro de Santander? En total, a más de 40.000 habitantes. Este gran aljibe, ejemplo de arquitectura de finales del siglo XIX, fue inaugurado en 1884 y está formado por dos cuencos de sección rectangular, de ladrillo, con cubierta de bóvedas soportadas por arcos del mismo material, sobre pilares de sillería. Es el más antiguo de los que posee Santander para su abastecimiento de agua. Y, desde dentro, impresiona. «Es increíble que teniéndolo al lado de casa, no haya venido en cincuenta años. Asombra mucho». Lo dice una vecina que el pasado viernes participó en una de las visitas guiadas organizadas por el Ayuntamiento de Santander con motivo del Día Mundial del Agua –22 de marzo–. Un recorrido, que partía del Museo del Agua, ubicado en las instalaciones de Aqualia, y finalizaba en el aljibe –está justo debajo–, en el que participó El Diario Montañés.

Es común escuchar que este depósito es uno de los elementos arquitectónicos santanderinos más desconocidos. Esto, a pesar de que ya apenas quedan ejemplos de arquitectura de ladrillo en la ciudad. Y a juzgar por la atención que pusieron los vecinos a las explicaciones de Fernando de la Torre, técnico de Aqualia, y de que inmortilizaron con sus móviles cada momento del recorrido, sí que se llevaron una «grata sorpresa».

Pero Pronillo no es solo un imponente depósito. También acoge un museo, que permite recorrer la «histórica relación» entre el agua y la ciudad desde finales del siglo XIX hasta hoy. Las dos salas expositivas muestran maquetas, paneles y materiales inéditos que relatan el proceso completo desde la captación del agua en los ríos y montañas del interior de Cantabria hasta su distribución. Además de la propia historia de cómo y por qué se levantó este depósito, que se puede visitar solicitando cita previa (más allá de estas visitas puntuales organizadas por el Día Mundial del Agua). Materiales tan inéditos como es el primer acta de la junta general de accionistas de la sociedad anónima para el abastecimiento de aguas de Santander, celebrada el 27 de marzo de 1884. Y el último acta, que data del 6 de noviembre de 1961. O el libro de contabilidad de esta sociedad.

En la segunda mitad del siglo XIX, Santander contaba con una población de más de 35.000 habitantes. Entonces, el agua se obtenía de las fuentes públicas que se abastecían por manantiales. El problema era la «escasez» y también su «mala calidad», que no permitían el correcto desarrollo de la población. Precisamente por eso, en 1874, Antonio de La Dehesa, artifice del proyecto, decidió que era momento de cambiar esta situación. Puso «un gran empeño» para conseguirlo y solo diez años después logró dotar a la ciudad de un abastecimiento de agua «moderno, con caudal abundante y de calidad». Al principio, se ejecutó el proyecto de captación y conducción de aguas desde los manantiales de La Molina. La obra, de 34,5 kilómetros de recorrido, fue construida en piedra y tubería de fundición.

Este depósito, con 141 años de historia, vuelve a estar de actualidad tras el anuncio que hizo el Gobierno de Cantabria hace un par de semanas: ya está aprobada la millonaria inversión para renovar el primer tramo de las centenarias tuberías de abastecimiento de Santander, el que va desde las inmediaciones del cementerio de Muriedas, en Camargo, hasta la cámara de El Pedroso, en la calle Voluntariado de la capital cántabra. Después, el Ayuntamiento se hará cargo del resto del plan que llega hasta Pronillo.

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