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Nadie diría que es la misma ciudad y, menos todavía, que a estas dos zonas de Santander sólo las separa un trayecto de 10 minutos en coche por la avenida de Los Castros y una barrera física de 4,5 kilómetros. Al ver las ... dos fotografías contrapuestas no parece que haya una distancia capaz de cronometrarse con un reloj, más bien que se trata de dos mundos paralelos.
Pocos serán los veraneantes o turistas que visiten Santander –con parada obligatoria en la avenida Reina Victoria y el paseo de Pérez Galdós– que conozcan la existencia del barrio de La Albericia. Son la cara y la cruz de una misma ciudad reflejadas en el último estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicado recientemente y que permite comparar los ingresos medios de los cántabros barrio por barrio. El rico frente al pobre. El humilde frente al adinerado.
Para lograr esta estadística se han cruzado las cifras de población del propio INE con datos tributarios, fundamentalmente de Hacienda. El resultado de toda esta información ha sido la creación de un Atlas de Distribución de Renta de los Hogares, que deja ver que el entorno de las avenidas Reina Victoria y Pérez Galdós es el más adinerado de la región, con una renta media por hogar que supera los 65.000 euros anuales, mientras que el barrio de La Albericia registra un promedio por hogar de 19.500 euros, el más bajo de la ciudad.
Los vecinos de estos dos extremos de la urbe llevan vidas separadas por una distancia de 45.000 euros, lo que se traduce en que mientras unos disfrutan de vistas al mar y amplios jardines donde pasear y hacer deporte, otros caminan entre edificaciones de protección oficial, naves industriales y se encuentran alejados de las playas de la capital. Sin embargo, la gran mayoría de los vecinos aseguran estar «encantados» con su zona de residencia y ninguno anhela mudarse a otra zona.
Al menos, así lo cuentan quienes comparten impresiones con este periódico en un recorrido matinal esta misma semana. Primera parada, La Albericia, donde viven unas 4.000 personas. Una de ellas es Valeriano Suárez, nacido y criado en el lugar, propietario de una de las peluquerías del barrio, que abrió hace ahora 40 años. «Quizás es porque soy de aquí, pero yo estoy encantado con La Albericia. Me gusta la gente, la ubicación y la tranquilidad. No hay ningún problema, pese a la fama de peligroso que aún tiene. Está bien comunicado con el autobús y lo bastante cerca para ir andando al centro el día que quieras».
Hace casi dos años, además, el Ayuntamiento invirtió cerca de dos millones de euros en realizar una reforma integral de parte del barrio, entre las calles La Gloria y La Albericia. Se transformó el solar que ocupó la bolera en un jardín, se mejoró el parque infantil junto a la iglesia y se reformó el parque Pintores Montañeses. Además, se construyeron nuevas aceras y zonas de juegos, y se plantaron 56 árboles más.
«Me gusta la gente de La Albericia, aquí nos respetamos todos. Me he dejado el coche abierto en varias ocasiones y jamás ha pasado nada. Mi única pega es que faltan más parques infantiles», declara Almudena Carballo, que nació en el barrio hace 48 años y nunca se ha planteado mudarse a otro lugar. En la conversación con esta vecina se toca el anuncio por parte del Ayuntamiento de acometer nuevas zonas verdes al finalizar la promoción de viviendas asequibles que se levanta en la calle Los Foramontanos, en San Román, que está muy próxima a La Albericia. «Me encantaría que la alcaldesa viera las calles que van desde esta glorieta hasta esa promoción porque necesitan mucha mejora», apunta. Se trata de un conglomerado de callejuelas que quedan al margen derecho de la calle La Gloria. Poco que ver con el izquierdo, donde se ejecutó la reforma antes mencionada. «Aunque se quedaron bastantes compromisos electorales por cumplir», recuerda Valeriano.
A unos metros de su peluquería se encuentra la calle Lavapiés, donde existe un conjunto de viviendas de menos de 20 metros cuadrados, en las que al baño se accede por el exterior. A pesar de la humildad de las populares 'casucas de La Albericia', como se las conoce, sus propietarios tienen claro que «no nos mudaríamos a ningún lado». Lo dice tajante Pili, mientras pasea con sus dos perros: «Mis niños, Res y Friski».
Y también Emilia Estrada, de 86 años, que vive junto a ella, destaca las virtudes de su hogar, con «las divertidas tertulias» en las noches de verano. «Sacamos unas 'sillucas' de plástico y aquí nos quedamos al fresco. Nos reímos mucho las 'vecinucas' jugando a las cartas o simplemente de cháchara. Hemos sido muy pobres, pero felices, y con los años hemos ido espabilando un poco. Aquí nací y tuve una niñez alegre, trotando por la calle con los otros niños hasta la noche, sin peligro. Eso sí, entonces había una inocencia que hoy en día no existe».
Renta familiar
. Los residentes del barrio de La Albericia tienen la renta más baja de la ciudad, que, de media, son 19.500 euros anuales por hogar, según los datos del INE.
Renta familiar
. La avenida de Reina Victoria y la calle Pérez Galdós concentran las rentas más altas de la ciudad, según los datos del INE. La media por hogar supera los 65.000 euros anuales.
«Sinceramente, ¿un piso en el centro? Yo no lo quiero ni regalado. Solo para venderlo», asegura un hombre que se une a la conversación mientras pasea con cierta dificultad, apoyado en el hombro de su hija. Se llama Emilio Gutiérrez y cuenta que reside en La Albericia desde el año 62. Tiempo suficiente para comprobar que «no hay mejor lugar para vivir», aunque a renglón seguido señala que «hay que reconocer que el barrio está algo descuidado, con suciedad, caca de perros y solares invadidos de plumeros».
Una crítica que se suma a la que hace Carlos Rodríguez, otro residente de la zona, mientras toma un café en la terraza de Remigio Sport Tavern. A su juicio, La Albericia ha sido tratado como «un barrio de tercera y a sus habitantes, como santanderinos de tercera. Los impuestos son iguales para todos, pero la calidad, no. Lo vimos, por ejemplo, cuando pusieron calefacción en la parada del MetroTUS en El Sardinero y en el resto no. Eso no está bien», afirma Rodríguez. «¿Seguridad? El barrio es muy tranquilo. La Policía está aquí al lado y funciona bien. Sin problema», defiende.
Desde la colonia de la Virgen del Mar llega andando Celedonia Santamaría, de 93 años. «Voy al supermercado de la travesía La Albericia», dice. El barrio cuenta con cinco grandes superficies de alimentación. Con la llegada de cada una de ellas se ha ido urbanizando su entorno. La última, Mercadona, cuya instalación, en 2013, coincidió con la urbanización y mejora de un entramado de calles que conducen a su puerta, la calle Los Portuarios y la calle Eslovaquia.
A pesar de los problemas que aún son visibles en el barrio, La Albericia poco tiene ya que ver con aquella zona degradada de los años 70 y 80. Ha experimentado un gran crecimiento gracias a las instalaciones deportivas del ComplejoMunicipal, el impulso del cercano barrio de El Alisal y la expansión comercial.
En la misma mañana de septiembre, el recorrido se traslada poco después a Pérez Galdós y Reina Victoria. La gente pasea y hay quien aprovecha también para hacer deporte por la zona. Los bloques de pisos y 'las casucas' de La Albericia dejan paso a este lado de la ciudad a casonas y palacetes victorianos. Las calles ofrecen sombra bajo grandes y majestuosos árboles y se ven coches de alta gama con facilidad. El Hotel Real (cinco estrellas) preside toda la zona, repleta de balcones con vistas a la bahía de Santander. Las playas, incluidas entre las mejores de España, están a cinco minutos andando. Unas vistas de las que disfruta casi a diario Carmen Pacheco, que viene con las bolsas de la compra en la mano. Acaba de bajarse del autobús. «Voy a casa de mis nietos – explica– y la verdad, no se me ocurre mejor entorno en el que puedan crecer. Yo soy de Cuatro Caminos y aquí, en esta zona, pueden disfrutar del parque de La Magdalena, del mar, bañarse todo el año... a ellos les vuelve locos».
Y es que el acceso directo a las playas y el largo paseo bordeando la costa son algunos de los puntos más valorados por los residentes, que puestos a poner algún 'pero', mencionan la falta de actividad comercial. «Es una zona muy residencial y con pocas tiendas. Hay que desplazarse hasta el centro o al Sardinero para realizar las compras».
Los habitantes de la parte más rica de la ciudad saben que están en un entorno privilegiado, donde el autobús turístico hace una de sus primeras paradas para visitar el Palacio de la Magdalena, insignia de Santander, y el parque que lo rodea, que se adentra en la bahía. Estos jardines fueron obra del arquitecto y paisajista francés Forestier, el mismo que diseñó el Parque de María Luisa en Sevilla y el de la urbanización de la montaña de Montjuïc, en Barcelona. Se trata de 24,5 hectáreas de pulmón verde, donde los niños juegan y corren sin peligro de tráfico rodado.
«La gente que vive aquí está acostumbrada al paseo, al ocio y a pasarlo bien. Santander, y sobre todo esta zona, lo tiene todo», opina Mati Gandarillas, mientras se dirige al Club de Tenis de El Sardinero. «Es una zona bárbara, donde te relajas como en ningún otro sitio», añade otra santanderina afincada en Madrid, Elena Madrazo. «Mi familia entera vive en Reina Victoria. Yo me crié aquí, aunque de adolescente se me hizo un poco pequeña la oferta de ocio y cultura de la ciudad. Pero esto ya ha cambiado. Ahora está menos muerto y hasta el clima ha mejorado».
Fernando González es un residente del centro de la ciudad que elige esta zona para pasar parte de su tiempo libre. «Este paseo de Reina Victoria tiene la ventaja de ser tan largo, que es ideal para andar rápido. Es precioso, voy bordeando la costa hasta el faro. Una maravilla», destaca mientras lo muestra.
¿Y los defectos? Porque aquí también los hay. Los vecinos más mayores hablan del verano, del bullicio de las fiestas, del ruido de los conciertos de la campa, de las dificultades para encontrar aparcamiento y de hasta cierta masificación turística en julio y agosto. ¿Y en invierno? «La zona se vuelve algo triste, con menos vida», resume Fernando.
En el popular barrio La Albericia adquirir un estudio puede costar lo mismo que una plaza de garaje en Castelar, otra de las zonas con rentas más altas de la ciudad. Una plaza de garaje en dicha calle ronda los 45.000 euros. En la calle Repuente está a la venta un cuarto piso de 57 metros cuadrados y dos habitaciones, sin ascensor, que cuesta 55.000 euros. Un poco más allá, en la calle La Gloria, en la Albericia, se puede adquirir un piso de 80 metros cuadrados, dos habitaciones, a un precio de 95.000 euros. Estos precios distan mucho del precio del metro cuadrado en la avenida de Reina Victoria, que oscila desde los 3.500 euros a los 5.000. En un portal de venta de pisos de internet se anuncia una vivienda de 217 metros cuadrados por 1.200.000 euros.
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