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Resulta complicado resumir la vida de Jesús Ceballos (Puente Arce, 2 de noviembre de 1943) en un párrafo, porque además de alcalde pedáneo de San Román, concejal de Santander y asesor de Juan Hormaechea ha sido fundador de la Hermandad de la Virgen del Mar, ... presidente del Asilo de la Caridad, organizador del Belén de Santander y tantas y tantas cosas. Pero si te quedas con lo esencial de su persona se puede decir en cuatro palabras: entrega a los demás. Amigo de sus amigos, leal, cariñoso, simpático, marido y padre ejemplar. Durante la entrevista nombra en repetidas ocasiones a su mujer Ramonita con quien lleva casado ya casi sesenta años. De su vida en política solo tiene palabras de elogio para Juan Hormaechea –una persona «inteligentísima y buena»–. En la otra cara de la moneda está Miguel Ángel Revilla, a quien culpa de muchos de los males actuales de Cantabria. Ahora, cuando está a punto de cumplir los 80 años abandona la vida pública para dedicarse en cuerpo y alma a su familia.
–¿Cuál es su primer recuerdo de Santander?
–Me vine a vivir a Peñacastillo de niño, donde estuve hasta los 28 años cuando me casé y me trasladé a San Román de la Llanilla, donde sigo viviendo, porque El Alisal es San Román. Mi primer recuerdo es la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, donde fui monaguillo con Mario Garay Lisaso. Luego recuerdo ir con mi padre en tranvía o ayudarle en el bar y en los ambigús de 'los bailes del bosque' mientras estudiaba en Corbán. En esa época me contaron que en Pedrosa había un sanatorio con niños enfermos y con 14 años empecé a ir los jueves en bicicleta para ayudar.
–¿Y cómo ve hoy Santander?
–Santander es una ciudad muy bella. Y lo es en buena parte por los años que estuvo Juan Hormaechea como alcalde. Fue uno de los mejores alcaldes que ha tenido esta ciudad.
–Cuéntenos cómo fue su llegada a la vida política.
–En 1977 me nombraron alcalde pedáneo de San Román y dos meses después entré en el Ayuntamiento de la mano de UCD. He sido concejal de Barrios, Personal, Festejos, Protocolo y Servicios Sociales hasta 1985. Fui promotor del Festival Nacional de la Zarzuela, del Festival de la Canción, del de Caballos Árabes, de la Feria Ganadera de Ganado Frisón y de la 'Pasá de Tudanca' por Santander, el monumento a la vaca y el Hogar del Transeúnte en Candina. Impulsé las representaciones del Belén y la Pasión de Cristo y presidí el Asilo de la Caridad durante 26 años, además de pertenecer a la asociación 'Vital Alsar' y fundar la Hermandad 'Virgen del Mar'. Para conseguir financiar el monumento a la vaca, recorrí Cantabria con un tractor (96 pueblos) durante diez días.
–¿Qué recuerdos guarda de Juan Hormaechea?
–Muy buenos, cientos, miles... Estábamos todo el día juntos, visitábamos barrios y pueblos. Era un hombre inteligentísimo, un buen hombre que en silencio ayudaba a mucha gente. Gracias a muchas de sus obras Santander se ha convertido hoy en una gran ciudad.
–¿Y cuál es el mejor recuerdo que guarda de su vida en política?
–He intentado siempre estar muy cerca de la gente, recibir y ayudar a todos los que me lo pedían. Fui concejal en una época muy dura, cuando la ciudad estaba prácticamente en barro y necesitaba un vuelco. Una de nuestras primeras actuaciones fue construir 400 viviendas sociales, que luego se convirtieron en mil con el paso de los años.
–¿Y el peor?
–La muerte de Juan Hormaechea. Lo sentí muchísimo. Una pena grande.
–¿Se arrepiente de algo?
–He sido muy feliz y en gran parte ha sido por el apoyo de Ramonita, una gran mujer que siempre entendió mis largas jornadas de trabajo y de ayuda a los demás.
–Un proyecto estrella de Hormaechea fue el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, ¿cómo surgió?
–Juan y yo veníamos de Potes en helicóptero y sobrevolamos el parque. Al llegar al aeropuerto volvimos en coche a Cabárceno. Juan se enamoró del terreno según lo vio y comenzó una labor sorda para adquirir los terrenos a Altos Hornos de Vizcaya y convertir Cabárceno en el gran parque que es hoy. Cuando las obras estaban casi acabadas decidimos contratar treinta autobuses cada domingo para llevar a todos los cántabros a conocerlo. Días antes de la inauguración sufrí un infarto que me mantuvo meses alejado de la política. En ese tiempo me dediqué a tallar figuras en madera. Hoy ya no se hacen obras como Cabárceno.
–¿A qué se debe?
–Hay una razón muy clara. Ese señor que se llama Miguel Ángel Revilla, que dijo muchas cosas despreciándonos, sobre todo a Hormaechea y a Cabárceno. Y ese señor dijo que Cantabria se iba a hundir por culpa de las obras del parque y yo digo hoy, en junio de 2022, que el único que está hundiendo Cantabria se llama Miguel Ángel Revilla. Este señor nos hizo mucho daño.
–Si volviera a nacer...
–Volvería a ser Jesús Ceballos. He sido muy feliz trabajando para ayudar a los demás. Lo más bello ha sido entregar pisos a familias pobres o pasear por la Cavaduca y hablar con su gente.
–Usted fue uno de los impulsores para que la Virgen del Mar fuera la patrona de Santander.
–El párroco Abraham Arroyo me trasladó de niño su amor por la Virgen del Mar. Su historia me apasionó y en 1979 conseguimos que se la nombrara patrona de Santander.
–Hoy es la Virgen del Mar, pero no es festivo. ¿Siente pena?
–Siento muchísima tristeza porque es la patrona de Santander. A pesar de los años que tengo, seguiré luchando para que la Virgen del Mar siga siendo festivo.
–Usted tiene también un gran vínculo con San Sebastián de Garabandal y con una de las niñas de las apariciones, Jacinta.
–Mi viaje de novios fue a Lourdes, a donde he ido después en más de 200 ocasiones. En uno de esos viajes conocí a Jacinta que, como yo, ayudaba a los enfermos. Con ella sigo manteniendo una gran amistad. Es la madrina de mi hija y tuve el honor de cantar el día de su boda.
–¿Quién es Ramona García?
–(Se emociona) Todo mi cariño es para ella. No me arrepiento de haber sacrificado mi vida personal por la vida pública porque mi familia ha sido consciente de la labor que he desarrollado: sabían que estaba en política para hacer cosas buenas e importantes.
–¿Y ahora qué va a hacer Jesús Ceballos?
–Esta entrevista es mi despedida de la vida pública después de 56 años trabajando por San Román de la Llanilla. Hice todo lo que pude por el pueblo. Ahora acompañaré a mi esposa, visitaré a mis hijos y nietos y todos los días que pueda caminaré hasta el monumento a la vaca o la Virgen del Mar.
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