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Nacho González ucelay
Santander
Sábado, 8 de junio 2019, 07:42
Así como el autonómico ha oscilado de un lado a otro permitiendo de esa manera el gobierno alterno de PP, PRC y PSOE –muy breve en el caso de los socialistas– el voto municipal sigue atornillado a la derecha en Santander gracias al mayoritario respaldo que los populares han obtenido durante las últimas cuatro décadas en un fortín inaccesible a otras fuerzas... hasta hoy. Fuertemente debilitado desde las elecciones de 2011 (cuando el PP tocó su techo en la capital con el 56,94% de los sufragios), ese apoyo ciudadano podría no serle suficiente para evitar un desalojo de la Alcaldía.
El trayecto en Santander del PP, que no acudió a los primeros comicios municipales de la democracia, arranca en las elecciones de 1983, cuando la coalición AP-PDP-UL logró reunir el 57,35% de los votos y, con ellos, una holgadísima victoria sobre el PSOE que permitió a Juan Hormaechea reeditar el triunfo que, cuatro años antes, en 1979, había logrado en la capital al frente de Unión de Centro Democrático (UCD).
El PP, que entonces cogió el bastón de mando para no soltarlo más, concurrió a aquella cita con las urnas como AP, Alianza Popular, siglas con las que se presentó a las siguientes elecciones, las de 1987, y con las que obtuvo un nuevo éxito acaparando el 43,56% de los votos que hicieron alcalde de Santander a Manuel Huerta.
La entrada de UPCA en el escenario político de Santander, unida a un crecimiento de los socialistas, castigaron al PP con la pérdida de más de la mitad de sus votantes en los comicios celebrados en 1991, de los que salió gravemente tocado (apenas tuvo un 19,11% de sufragios) pero no hundido gracias a un pacto entre ambas fuerzas, UPCA y PP, que permitió a Huerta mantenerse en la Alcaldía con sólo seis ediles a cambio de que los populares apoyaran el nombramiento de Hormaechea como presidente del Gobierno de Cantabria.
Recuperada de nuevo la confianza de los ciudadanos, el PP ganó las elecciones municipales del año 1995 acaparando el 37,07% de los votos que le dieron once ediles con los que, gracias en este caso al apoyo del PRC, mantuvo su posición de liderazgo en el Ayuntamiento santanderino, que pasó de las manos de Huerta a las de Gonzalo Piñeiro.
Con él inicio el PP un periodo estable que propició nada menos que cuatro mayorías absolutas en las que el respaldo de los ciudadanos no hizo más que crecer.
Incontestable, el dominio del Partido Popular en la capital, Santander, se puso de manifiesto en las elecciones de 1999, cuando el partido de Piñeiro logró quince concejales con el 46,32% de los votos. Una victoria que el propio Piñeiro repitió cuatro años después, en 2003, agrandando el respaldo de los santanderinos, que en esos comicios creció hasta el 47,68%.
Convirtiendo a sus rivales políticos, a PSOE y PRC, en meros observadores de la actividad municipal, el PP continuó su marcha triunfal en las elecciones celebradas en 2007, a las que acudió con un jovencísimo candidato, Íñigo de la Serna, que no sólo logró dar continuidad a la obra de su antecesor en el cargo sino que, además, consiguió agrandar las diferencias.
Luego llamado a metas más altas, el exalcalde ganó aquellos comicios nada menos que con 51.177 votos (el 51,95%) doblando a los socialistas en lo uno y en lo otro.
Aunque su mayor éxito estaba todavía por venir.
Cuatro años después, en la llamada a las urnas que se hizo en 2011, De la Serna llevaría al Partido Popular a su cota más alta en Santander con una victoria insultante con la que regaló a su partido los mejores datos de su historia.
Arrollador, el exalcalde obtuvo 18 de los 27 concejales de la Corporación con el 57% de los votos ciudadanos (52.657) cuadriplicando casi los del PSOE (15.874) y sin casi los del PRC (13.703) para convertir en residual la representación municipal de sus rivales.
Días de gloria para el Partido Popular, que ponía la directa a su cuarta mayoría absoluta consecutiva ignorando los negros nubarrones que se avecinaban.
Todopoderoso en Santander, su fortín inexpugnable durante 40 años, el Partido Popular inició entonces un giro hacia el declive que en apenas cuatro años le ha arrebatado lo que con tanto esfuerzo había conseguido en cuarenta.
Empezó en las elecciones de 2015. El descontento de los ciudadanos, muchos de los cuales encontraron refugio en nuevas fuerzas políticas (Ciudadanos y Ganemos, principalmente) penalizó a los populares con los peores resultados desde 1995. Acostumbrado a arrollar en las urnas, el PP sólo encontró por el camino 36.040 votos –casi 17.000 menos que en los comicios anteriores– que vinieron a decirle que el respaldo de los ciudadanos había decrecido casi un 15%.
Ello se tradujo en 13 concejales y la pérdida de la mayoría absoluta, circunstancia que obligó al PP a buscar apoyo en otra fuerza política. Lo encontró en Ciudadanos, que, le brindó la oportunidad de gobernar en minoría una legislatura que Íñigo de la Serna no acabó.
Llamado al Ministerio de Fomento por el Gobierno de Mariano Rajoy, el exalcalde cedió los bártulos a Gema Igual, que no ha conseguido remontar la situación.
En las últimas elecciones municipales, la alcaldesa popular, que perdió otros 5.000 apoyos, obtuvo el peor porcentaje de votos desde 1991 (un 35,22%) para continuar una peligrosa tendencia que, a día de hoy, pone en riesgo incluso la permanencia del PP en la Alcaldía de la ciudad, que depende de un pacto que neutralice otro pacto.
De esta evolución del voto en Santander han sido testigos en la sombra las otros dos grandes partidos, para los que la Alcaldía de la capital no ha sido nunca (hasta hoy) una meta alcanzable.
El gráfico que plasma la realidad tanto de socialistas como de regionalistas muestra claramente que, desde las primeras elecciones municipales celebradas en democracia, ninguno de estos dos partidos ha tenido la más mínima posibilidad de gobernar la ciudad.
Perjudicado por los pactos a su derecha, el PSOE ha tenido que conformarse con ser la segunda fuerza más votada en la capital cántabra, donde el PRC jamás ha conseguido llegar a ese peldaño.
Los socialistas llegaron a su tejado en los comicios del año 1983, cuando rebañaron el 32,89% de los votos santanderinos. Con porcentajes similares salieron de las elecciones posteriores hasta el año 2007, cuando iniciaron una caída al 25,55% que cuatro años después, en 2011, se acentuó haciéndoles pisar su suelo electoral (16,95%). Muy parejo en la convocatoria de 2015 (17,55%), el crédito del PSOE ha crecido ahora hasta el 23,21%.
Los regionalistas, en cambio, muestran una evolución en el voto con más altibajos. La formación de Miguel Ángel Revilla, que en 1983 apenas obtuvo 2.113 votos (2,29%), ha ido superando cribas electorales acaparando porcentajes discretos que han oscilado entre el 7 y el 14% hasta este año 2019, en que los regionalistas han conseguido los mejores resultados de toda su historia municipal atrapando 17.000 votos, es decir, el 19% del total.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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