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Viernes, 5 de febrero 2016, 07:47
Puede que fueran sus genes, su manera de beberse la vida, o puede que efectivamente el vino tinto tenga los beneficios que se le otorgan. La pasada semana, Vigo despidió a Antonio Docampo García, uno de sus vecinos más longevos, que murió a los 107 años y fue enterrado en el cementerio de Alcabre tras no poder superar su última neumonía. Su historia fue dada a conocer el pasado 26 de enero por 'La Voz de Galicia' y, desde entonces, se ha vuelto viral en las redes sociales. Y lo cierto es que no es para menos pues, según explicaba uno de sus hijos, Manuel Docampo, su padre no probó ni gota de agua a lo largo de sus últimos años de vida . «Cuando estábamos en casa, entre él y yo podíamos bebernos más de 200 litros al mes», señalaba en una entrevista en exclusiva al diario gallego. Su amor por este tipo de bebida no tenía límites. De hecho, era capaz de meterse entre pecho y espalda hasta un litro y medio al día. Tampoco solía rechazar un chupito de aguardiente con el desayuno para despertarse con energía.
Su hjo confiesa que con 60 años de edad su padre «estaba hecho un chaval» y no había comida en la que «no cayera un litro y medio de vino y otro a la cena»
Eso sí, Antonio no consumía cualquier vino, sino el que él mismo producía en su «destilería» privada sin ningún conservante. Era un vino natural, enseguida se avinagraba, pero nunca le hizo daño a su organismo. Siempre tuvo una salud de hierro. No se medicó hasta los 103 años y por obligación. Le mandaron tomar su primer antibiótico para curarse de una neumonía. Al año siguiente, volvió a recaer y estuvo a punto de morir porque en la residencia donde permaneció ingresado engañaba a las enfermeras y no se tragaba las pastillas que le administraban.
Su hijo lo sacó de ahí y logró curarle a base de machacar los medicamentos y dárselos mezclados con la comida. Cuenta que hasta los 105 años «era un fenómeno», pero la tercera neumonía ya fue la definitiva. «Ahora ya no hubo forma de que saliera adelante porque ya se encontraba muy debilitado», lamentaba.
Dedicó su vida a cultivar uvas y producir vino
Antonio Docampo García, tal y como informaba 'La voz de Galicia', vino a este mundo en Ribadavia (al suroeste de Orense) hace 107 veranos. Picapedrero desde los 9 años, terminó alistándose en la Guardia Civil y, allá por 1936, luchó en la Guerra Civil por el bando franquista. Para su desgracia, durante la contienda tuvo que lamentar la muerte de su hermano. Uno de los momentos más tristes de su vida, según llegó a decir. Con todo, pudo cobijarse en el amor de su mujer, a la que volvió a ver tras la lucha.
Posteriormente dedicó su vida a cultivar uvas y producir vino. Si bien la mayoría era para la venta, una parte considerable era para su propio consumo. Empezó a meterse entre pecho y espalda un litro y medio de vino en cada comida. Siempre del que producía, una bebida que -aunque solía estropearse en pocos días- era sumamente natural. Su hijo dice que se caracterizaba por su buen humor. Seguro que está cualidad de su personalidad, junto al vino, le hizo beberse la vida hasta el final.
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