Secciones
Servicios
Destacamos
Irma Cuesta Cifuentes
Sábado, 30 de julio 2016, 15:56
¿Se imagina viviendo en un lugar en el que las temperaturas ronden los 46 grados durante el día y los -30 por la noche? No es el escenario de una película apocalíptica, de esas a los que los norteamericanos parecen estar abonados.
Según un ... equipo de investigadores del Instituto Max Planck de Química (Alemania), es probable que dentro de tres o cuatro décadas buena parte de Oriente Medio y el norte de África se hayan convertido en una tierra inhabitable. De estar en lo cierto, a mediados de siglo casi 500 millones de personas deberán hacer las maletas y buscar otro lugar donde vivir, convirtiéndose en los primeros refugiados climáticos que alumbrará el planeta si, como muchos científicos auguran, el calentamiento global se convierte en algo irreversible.
Los últimos datos publicados por el Instituto Goddard de Estudios del Espacio de la NASA y la Agencia Nacional de Océanos y Atmósfera de EE UU (NOAA) concluyen que el pasado mes de junio ha sido el más cálido de la historia desde que en 1880 se comenzó a registrar la temperatura de la Tierra: 15,6 grados centígrados de media. También en España el termómetro subió más de lo previsto, con un promedio de 21,8 grados: el noveno junio más cálido en lo que llevamos del siglo.
El asunto no tendría nada de particular si no fuera porque llevamos 14 meses seguidos marcando récords y exite la sospecha de que, de seguir así, 2016 pasará a la historia como el año más cálido desde que a finales del XIX. Dicho esto, si alguien cree aún que el cambio climático del que se habla desde hace décadas es una milonga, es el momento de cambiar de idea.
Íñigo Losada, ingeniero, director de investigación del Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria y miembro del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, organismo dependiente de Naciones Unidas, lleva años dando la voz de alarma. «Hay muchos ecosistemas afectados y el reloj corre. Quien afirma que no hay cambio climático no es consciente de la ciencia que hay detrás de las observaciones y del rigor con el se trabaja», advierte este especialista en oceanografía costera, hidrodinámica y clima marítimo que ha avalado con su firma más de un estudio con resultados aterradores.
Losada cree que las gravísimas consecuencias del fenómeno El Niño en determinados países nos permiten visualizar con claridad lo que está por venir, destaca que desde finales del siglo XIX hasta ahora el nivel medio del mar ha subido entre 23 y 24 centímetros, y que a finales del XXI habrá crecido entre 1 y 1,80 metros. Vamos, un futuro desolador si el hombre no deja de contaminar.
Un estudio realizado por National Geographic concluía hace no demasiado tiempo que a cinco mil años vista se habrá derretido todo el hielo del planeta y el mar se habrá tragado buena parte de la tierra.
Para entonces, Barcelona, media Mallorca, la costa de Cádiz y Huelva y todo el litoral gallego habrán desaparecido del mapa. También Londres, Venecia y los Países Bajos serán un recuerdo. Eso pasará dentro de mucho tiempo, tanto como para que ni nosotros, ni los nietos de nuestros nietos, consigan verlo, pero en otras partes del mundo andan con más urgencias.
En Kiribati, un pedazo de paraíso situado en el Océano Pacífico, ya están listos para hacer las maletas porque en 2100 acabarán totalmente sumergidos. En previsión de lo está por llegar, el Gobierno ha abierto la caja de caudales y comprado 6.000 hectáreas de tierra en Fiyi, a 2.200 kilómetros al sur, para poder instalarse cuando el desastre se haya confirmado.
Dengue sin salir de casa
Los científicos hablan de la necesidad de tomar medidas no solo porque las temperaturas van camino de convertirse en extremas, el mar se prepara para anegar buena parte de la tierra y muchas especies ya han comenzado a migrar. También porque es probable que terminemos muriendo por culpa de enfermedades de las que, hasta ahora, ni siquiera habíamos oído hablar.
El doctor Manuel Segovia, responsable de la Unidad de Medicina Tropical del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, ofrece otro punto de vista: algunas enfermedades infecciosas, antes prácticamente inéditas en España, ya han dejado de serlo. «¿Un ejemplo? El ébola. No se sabe con seguridad qué organismo aloja el virus, pero todo apunta a que podría ser un murciélago. Si se modifica el hábitat, el animal se expandirá a otras zonas y ocurrirá lo mismo con la enfermedad».
En cualquier caso, opina que el cambio climático no es el único responsable de ese nuevo escenario sanitario: «Vivimos en un mundo global con miles de personas migrando de un lugar a otro y otras tantas abonadas a un turismo atrevido». En su opinión, la mezcla de todo eso hará que dentro de unas décadas no sea complicado contagiarnos de Chagas, una enfermedad potencialmente mortal causada por un parásito oriundo de la parte continental de América Latina; padecer esquistosomiasis o dengue, sin movernos de casa.
A las voces de los científicos que exigen controlar la emisión de los gases de efecto invernadero, se suman decenas de organizaciones ecologistas. Mar Asunción, responsable del Programa de Cambio Climático de WWF España, precisa que la clave de todo este desastre está en que el problema avanza mucho más rápido de lo que somos capaces de hacer para tratar de controlarlo.
«¿Qué va a pasar? Pues depende de si somos capaces de revertir la situación, de cambiar los modelos actuales por energías renovables. Los combustibles sólidos deberían tener los días contados». La activista estima que treinta años después de la creación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático veinte desde que la ONU decidió abordar el problema del calentamiento global, seguimos estando muy lejos de acercarnos al objetivo. Y no es por falta de pruebas.
En España, a la vuelta de unos años, veremos cómo desaparecen especies autóctonas como el oso pardo, que se verá obligado a emigrar a climas más favorables; o cómo los alcornoques, fundamentales para la fabricación del corcho y la conservación del suelo, dejan de formar parte del paisaje del suroeste de la península a mediados de siglo.
De seguir así las cosas, las medusas, que de un tiempo a esta parte dan la lata una verano sí y otro también en zonas en las que hace unos años era casi imposible toparse con una, se harán las dueñas de nuestros mares. Y el mejillón cebra, ese que lleva modificando la fauna y la flora de las cuencas del Ebro, el Júcar, el Segura y el Guadalquivir desde hace un tiempo, estará tan ligado a nosotros como el toro de Osborne.
Por no hablar de los sectores económicos que dependen del clima. Solo hace falta preguntar a viticultores. Ellos llevan ya tiempo sufriendo por el aumento de las heladas, la falta de agua y los cambios en los patrones de las plagas. O de lo que está por llegar si sigue subiendo el mar en un país en el que hay zonas donde, por más que uno busque, es imposible encontrar un metro no construido en línea de playa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.