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Francisco Apaolaza
Domingo, 13 de noviembre 2016, 00:15
Son los últimos trenes nocturnos que quedan en España, los supervivientes de una época dorada en la que hasta cuarenta rutas nocturnas cruzaban la piel de toro. Ya no se ven macutos de la mili, tampoco el humo de los cigarrillos en el vagón restaurante, ... ni paradas eternas en la madrugada de la estación de Venta de Baños.
Ahora el paisanaje de los trenes nocturnos es tan heterogéneo como la sociedad, profesores, comerciantes, turistas, estudiantes ya solo quedan tres rutas de trenes nocturnos. Menudo cambio con los años 80. Lo que no ha cambiado son sus conductores, maquinistas como Juan Villanueva, hijo y nieto de ferroviarios, 54 años, a los mandos del talgo que une Madrid con Galicia, un colosal tanque de 7.500 caballos de potencia y 160 kilómetros por hora de velocidad máxima.
Villanueva ama su oficio, sobre todo la paz que se respira en su cabina bajo la luna. Hay también malos ratos. Muy malos. Los peores, claro. Imagínense por qué. Junto al maquinista del talgo, Antonio, uno de los interventores, otro romántico de Renfe que piensa en voz alta: A estos trenes no les queda mucho tiempo. Así que, amigo lector, suba a nuestros vagones, escoja su litera o póngase cómodo en el asiento y acompáñenos en este viaje por el tren de la noche.
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