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antonio paniagua
Jueves, 13 de abril 2017, 08:23
El culto a las reliquias es tan antiguo como el cristianismo. La devoción por los restos de mártires y santos se popularizó en la ... Edad Media, cuando los fieles tenían una confianza ciega en sus propiedades sanadoras. Tanto es así que hubo un intenso tráfico de piezas para satisfacer la avidez de los coleccionistas. Uno de los más importantes fue Felipe II, que atesoró un sinfín de ellas en el Monasterio de El Escorial. Por su valor, las más preciadas eran las relacionadas con la vida de Jesús y los apóstoles. España está sobrada de estos testimonios de una época en la que se creía que obraban milagros y ponían en contacto al hombre con la divinidad.
Mientras la Sábana Santa de Turín se lleva la fama, hay otro sudario que según la tradición envolvió a Cristo. Se le conoce como el pañolón de Oviedo y se encuentra en la catedral de la ciudad. Es un pañuelo de lino con manchas de sangre y huellas de quemaduras de velas. ¿Cuál de las dos prendas es la auténtica? Para los fieles, las dos. Para los incrédulos, ninguna.
Según un estudio de 1999, los dos sudarios cubrieron la misma cabeza en dos momentos distintos, aunque próximos entre sí. De acuerdo con quienes en esa ocasión examinaron la tela, los granos de polen del pañolón coinciden con los de la Sábana Santa de Turín. El problema es que no está nada claro que la reliquia que se guarda en la catedral de Turín sea de fiar. Un estudio publicado en la revista Nature, en el que se utilizó la técnica del carbono 14, sostiene que el lino del sudario data de los siglos XIII o XIV, de modo que nunca pudo cubrir a Jesús de Nazaret. Para los creyentes, la cuestión de la autenticidad es accesoria, pues la tela es más un icono que una reliquia.
Urna antibalas
Griales hay a mansalva. Los que se han dedicado a hacer un recuento apuntan que existen más de doscientos en el mundo. La catedral de Valencia dice tener uno y la basílica de San Isidora de León otro. Sus partidarios se disputan legitimidades y analizan con lupa cómo respira el Vaticano para proclamarse propietarios del grial bueno. El de Valencia es un vaso de estilo medieval con oro, perlas y piedras preciosas. La reliquia en sí, de las que bebieron los apóstoles, se reduce a la parte superior, una taza de ágata pulida que los arqueólogos consideran de origen oriental. Luego se añadieron las asas y el pie de oro.
En León defienden su grial con la misma convicción que emplean los rectores de la catedral de Valencia para reivindicar el suyo. Según la tradición, la copa usada por Jesucristo en la última cena antes de su crucifixión está en León gracias a Fernando el Grande. A sus manos llegaría tras el saqueo de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, donde había permanecido desde el siglo IV. Al parecer, la copa fue entregada al rey leonés como señal de agradecimiento por el envío de víveres tras un año de gran hambruna en Tierra Santa. El también conocido como cáliz de doña Urraca se expone en una urna antibalas en la Real Colegiata de San Isidoro, dentro de una sala especialmente protegida.
Las espinas de la corona que ciñó la cabeza de Jesús están diseminadas en relicarios por toda la cristiandad. En España se calcula que hay sesenta, sobre todo en Castilla y León. Quizá la más famosa es la que la que se halla en el monasterio de Santa María de la Santa Espina de Valladolid, que, según dicen, fue traída por doña Sancha de Castilla, hermana de Alfonso VII el Emperador, en el año 1147.
Calvino, que era un descreído en lo concerniente a reliquias, decía que si se juntaran todos los trozos que provienen de la cruz de Jesucristo se podría cargar un barco. Quizá se quedó corto. Hay fragmentos y astillas de la santa cruz o Lignum Crucis en incontables lugares. Los leños comenzaron a menudear cientos de años después de la muerte de Cristo. Uno de los más grandes se adora en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria. Mide 64 por 40 centímetros y los monjes franciscanos que lo custodian aseguran que llegó al recinto alrededor de siglo VIII.
La Colegiata de Santa María la Mayor de Caspe (Zaragoza) aloja otro de los fragmentos, también de buen tamaño. Mide 20 por 18 centímetros. Lo más curioso del caso es que en los últimos 75 años el supuesto trozo de la cruz de Cristo ha estado custodiado en la caja fuerte de una oficina bancaria, salvo cuando salía en procesión el Viernes Santo.
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