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ZIGOR ALDAMA
Lunes, 14 de noviembre 2022, 12:35
El planeta ya está poblado por 8.000 millones de seres humanos. Según las proyecciones de Naciones Unidas, este martes 15 de noviembre se habrá alcanzando esa cifra. Han pasado solo once años y 15 días desde que se rebasó el listón de los 7. ... 000 millones, y todavía habrá que añadir 2.400 millones más para llegar al pico que la ONU espera en la década de 2080, a partir del cual la población comenzará a descender.
La buena noticia es que hay recursos para sostener este incremento; la mala, que el crecimiento demográfico es tremendamente desigual y que la mayoría de los niños que vienen hoy al mundo nacen pobres. Los países africanos menos desarrollados, con Níger, Somalia y la República Democrática del Congo en cabeza, multiplican por cinco la tasa de fertilidad de España. Con 1,2 nacimientos por mujer, nuestro país se encuentra muy por debajo de la tasa de reemplazo generacional de 2,1 -lo que quiere decir que la población local se va reduciendo- y pertenece ya al cada vez más nutrido grupo de países con una natalidad que coquetea con el 1. Corea del Sur, con 0,8 hijos por mujer, y Hong Kong y Puerto Rico con 0,9, son los únicos territorios que están por debajo del 1.
Salta a la vista que la fertilidad es cada vez más pobre. «El rápido crecimiento de la población es tanto una causa y una consecuencia de lentos avances en el desarrollo», destaca la ONU en su último informe demográfico, publicado el pasado mes de julio. No en vano, los países con menor renta per cápita son los que menos recursos destinan a educación y sanidad, dos elementos clave en esta situación, y suelen contar también con una menor participación femenina en la actividad económica.
Precisamente eso último también provoca una distorsión mayor en los países de mayoría musulmana. «Generalmente, la fertilidad comienza a caer cuando un país supera una renta per cápita de 10.000 dólares. La excepción son los estados en los que predomina el islam, porque las familias suelen responder al esquema tradicional que relega a la mujer al papel de ama de casa y le proporciona una educación inferior a la del hombre», explica el demógrafo chino James Liang, autor de 'La demografía de la innovación'.
En su opinión, esta coyuntura explica, por ejemplo, que países como Arabia Saudí o Catar, con rentas elevadas, sigan teniendo tasas de fertilidad más altas que las de países con ingresos considerablemente más bajos, como Ucrania o Serbia. Y, con una renta similar, la religión musulmana arroja tasas de fertilidad más elevadas. Un buen ejemplo de ello son los casos de India y Pakistán, que conformaban un mismo país durante la colonización británica: mientras las mujeres de la primera tienen de media 2,2 hijos, en la vecina musulmana -con una renta 600 dólares inferior-, ese índice se dispara hasta los 3,4.
Esto explica en parte las proyecciones que hace el Instituto Pew Research, que vaticina un notable incremento de la población musulmana de aquí a 2050, cuando supondrá un 29,7% del total mundial, solo 1,7 puntos menos que el porcentaje de población cristiana. Es un salto sustancial si se tiene en cuenta que en 2010 la diferencia era de 8,2 puntos. Mientras hace 12 años los cristianos sumaban 2.170 millones y los musulmanes 1.600 millones, a mitad de siglo las cifras alcanzarán los 2.920 millones y 2.760 millones respectivamente, debido a que en 2035 las familias que profesan el islam tendrán ya más hijos que las cristianas.
En cualquier caso, la religión es un asunto clave independientemente de la fe que se profese. Porque los agnósticos y los ateos tienen menos hijos que quienes creen en dios. Y la diferencia es sustancial: a nivel global, las mujeres religiosas tienen de media 2,5 hijos, mientras que las que no lo son se quedan en 1,6. «A pesar de que la tendencia social favorece el crecimiento de la población no religiosa, su peso caerá -sobre todo en Europa, América del Norte y Oceanía- debido a la combinación de baja fertilidad y del envejecimiento», apunta un informe de Pew Research.
Si bien a nivel global es evidente que los países con rentas más bajas son los que mayor tasa de fertilidad tienen, no sucede lo mismo dentro de los países desarrollados, donde la desigualdad en el acceso a educación y sanidad es menor. El de España es un buen ejemplo. Según las estadísticas del INE, el porcentaje de mujeres con hijos es más bajo entre las que no tienen ingresos (un 49,68%), y luego va en aumento según la renta: un 63% de las mujeres que ingresan entre 500 y 1.000 euros al mes tiene hijos, frente al 75% de las que ganan entre 2.000 y 3.000 euros.
De forma paralela, y contradictoria en cierta manera, existe una clara correlación entre la fertilidad y el nivel educativo: las mujeres con menos formación son las que más tienen hijos (un 77%), mientras que el porcentaje cae entre las que han completado la Secundaria (56%) y las que tienen estudios superiores (53%).
Sin embargo, se dan algunas excepciones: quienes ingresan más de 3.000 tienen un porcentaje de fertilidad ligeramente inferior (67%) y el segmento de quienes ganan menos de 500 euros es el que más tiene 3 hijos o más (11,06%), algo que algunos explican por razones culturales de ciertos grupos sociales. No en vano, un 17,42% de las mujeres extranjeras residentes en España tienen 3 hijos o más, diez puntos por encima de las mujeres españolas.
Sin duda, junto al del cambio climático, el reto demográfico va a ser uno al que todos los países tendrán que dar respuesta, de una manera o de otra: los más desarrollados, un grupo en el que también se incluye a China, por la natalidad decreciente y el envejecimiento en aumento; los menos desarrollados, por la presión que una natalidad descontrolada ejercerá en sus reducidos recursos. Y todos ellos tendrán que cooperar más para canalizar correctamente el trasvase que se da de los segundos a los primeros.
Elaboración de los gráficos: Isabel Toledo.
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