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Javier Martínez
Valencia
Lunes, 4 de noviembre 2024, 02:19
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Proteger, guardar y guiar a una persona durante su existencia en la tierra, pero muy pocas veces aparecen en pleno caos de una DANA (depresión aislada en niveles altos) para auxiliar a las víctimas y salvar vidas. Eso fue lo que hicieron algunos vecinos, policías, guardias civiles y bomberos, entre otros, en momentos de gran tensión y pánico. Las cientos de llamadas que recibió el 112 por situaciones de peligro en Paiporta, el epicentro de la tragedia, y otras poblaciones de la comarca de l'Horta Sud colapsaron en pocos minutos los servicios de emergencia, que se vieron desbordados y no pudieron auxiliar a muchas víctimas.
Mientras esperaban la llegada de los bomberos y las patrullas de la Policía Local y Guardia Civil, algunos ciudadanos sacaron a ancianos de sus casas inundadas, mantuvieron a flote a personas arrastradas por el agua o ayudaron a niños a subir al techo de un camión, entre otros rescates angustiosos.
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Un guardia civil y dos trabajadores
El guardia civil Ángel Montero, dos tractoristas y varios vecinos de Utiel improvisaron un equipo de rescate para auxiliar a doce personas, entre ellas el hijo del agente de la Benemérita. Tras el desbordamiento del río Magro, un barrio de Utiel quedó inundado en pocos minutos. Los bomberos y un equipo de la UME trataron de rescatar a varias personas con una embarcación neumática, pero la corriente era muy fuerte. La situación era dramática a las 20:00 horas cuando llegaron Goyo y Javier, dos trabajadores del concesionario de tractores John Deere de Utiel. El nivel del agua subía cada vez más. Una decena de personas pedían auxilio desde sus casas. La única iluminación en las calles inundadas eran las luces del tractor que conducía Goyo.
Montero pidió ayuda a los tractoristas para socorrer a varias personas que estaban atrapadas. Otro guardia civil y un vecino se unieron al equipo de salvamento y subieron a la pala. El riesgo de que el vehículo agrícola volcara era muy grande, pero decidieron arriesgar sus vidas para rescatar al hijo del agente y otras personas. Montero iba guiando al tractorista para evitar una zanja.
Tras un primer intento de salvamento, el tractorista tuvo que dar marcha atrás. El agua cubría el motor y el tractor se paraba. Y en ese momento llegó otro vecino y les pidió ayuda. Gritaba desesperado porque su mujer y sus hijos de seis y tres años se encontraban atrapados en una casa cercana. El agua había derribado varias paredes. La situación era angustiosa, por lo que auxiliaron primero a los niños y su madre. Después de ponerlos a salvo, rescataron al hijo del guardia civil y volvieron al barrio inundado para salvar a más personas. Fueron sus ángeles de la guarda cuando más lo necesitaban.
Dos amigos de Santander y Avilés
Las historias heroicas conmueven tanto como las solidarias. David Vega y Álvaro Biforcos, dos amigos nacidos en Santander y Avilés, fueron de los primeros voluntarios que se desplazaron a la zona cero de la tragedia para auxiliar a los damnificados.
Un día después de la riada, los dos jóvenes lograron acceder con un Skoda Kodiaq a varias de las poblaciones afectadas por la DANA (depresión aislada en niveles altos). Auxiliaron a 15 personas que caminaban por calles embarradas. «Parecían zombis. Estaban desorientados y los llevamos en el coche hasta la rotonda que hay junto a La Fe. Hicimos varios viajes», afirma David con el rostro cariacontecido.
«Uno llevaba ropa a su mujer porque había dado a luz en el Hospital Doctor Peset, otro era un cantante del musical de Nino Bravo, y cada uno iba a Valencia por un motivo diferente. Estaban con el ánimo por el suelo y necesitaban ayuda. Me impresionó mucho que durante el trayecto a penas dijero nada», añade el joven santanderino. Al día siguiente volvieron a la zona cero y llevaron garrafas de agua a una mujer embarazada a su casa en Alfafar. «Los primeros días hubo mucho caos. Tuvimos que seleccionar a la gente que íbamos a ayudar, porque me llegaron muchas peticiones de auxilio a través de Instagram», explica David.
«Estuvimos en una barriada cerca de las vías del tren. Hubo un momento que no sabíamos lo que íbamos a encontrar. Había muchos coches destrozados y casas inundadas, y los servicios de emergencia estaban desbordados. Era un auténtico caos», agrega. El joven voluntario asegura que también pasó miedo en algunos momentos. «Sobre la una de la madrugada nos cruzamos con gentuza», señala en referencia a los individuos que saqueaban las tiendas.
Miembros del Grupo Especial de Rescate en Altura
Vicent Alapont, coordinador del Grupo Especial de Rescate en Altura (GERA), y otros tres bomberos arriesgaron sus vidas para auxiliar a varios vecinos de Guadassuar que estaban con el agua al cuello. Entre las nueve de la noche del martes y las siete de la mañana del miércoles, el equipo de bomberos que dirigía Alapont tuvo que tomar decisiones críticas.
«Ibas a rescatar a alguien y te paraba otro vecino para pedirte que socorrieras a otra persona. En esos momentos tienes que tranquilizar a las víctimas y decidir quién corre mayor peligro para actuar con rapidez», explica Alapont.
Aunque el coordinador del Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia resta importancia a los rescates que hicieron en plena noche de tormenta, las personas a las que salvaron la vida no piensan lo mismo. Un matrimonio y sus dos hijos de tres y cuatro años pasaron momentos de gran angustia en un comercio en Guadassuar hasta que llegó el equipo del GERA.
Los bomberos tuvieron que nadar para llegar al establecimiento inundado. La fuerza del agua arrastraba la embarcación neumática y a los rescatadores, que emplearon técnicas de salvamento acuático con cuerdas para poner a salvo a la familia.
«Hicimos dos rescates. Primero subimos a la embarcación a la madre con uno de los niños, y después al padre con el segundo niño. Era muy complicado, pero salió todo bien», señala Alapont, que estos días ha dormido muy pocas horas. «Mis compañeros de otros parques de bomberos hicieron rescates en condiciones más peligrosas en la zona de Paiporta cuando se desbordó el barranco», añade con modestia.
Un subinspector de la Policía Nacional
La fatídica noche del 29 de octubre, el subinspector de la Policía Nacional Daniel García se encontraba fuera de servicio, pero hizo todo lo que estaba en su manos para auxiliar a sus vecinos. Cuando vio desde su domicilio que la riada arrastraba a personas y vehículos, comenzó a anudar sábanas y cortinas a modo de cuerda y cogió también una escalera para rescatar a una vecina. De esta manera, Daniel consiguió que la mujer no fuera arrastrada por la riada en la calle Francisco Almarche de Benetússer.
Minutos después, el mismo policía mantuvo a flote a otra vecina en plena inundación durante cerca de tres horas. Y cuando bajó el nivel del agua, su hijo de 18 años y el alcalde de Alfafar, Juan Ramón Adsuara, rescataron a la mujer y la metieron dentro del edificio. La víctima ingresó en un hospital con los pulmones encharcados.
«María logró agarrarse a las sábanas anudadas, y desde la planta superior la sujeté para que no se la llevara el agua. La corriente era muy fuerte, y por eso tuvimos que esperar tanto. Cuando mi hijo y el alcalde bajaron para rescatarla el agua les cubría por el pecho», recuerda el subinspector.
Agente de Ribarroja
Los policías locales Luis Miguel Benavent y Cristóbal Portalez rescataron a una niña de cuatro años cuando intentaban llegar con el coche patrulla a la pedanía El Oliveral para desalojar a los vecinos. Los hechos sucedieron sobre las seis de la tarde del martes. «Vimos que el agua arrastraba e inundaba varios vehículos, entre ellos un autobús con dos adultos y una niña pequeña», afirma Benavent.
Al no poder abrir las puertas, este policía local de Ribarroja pidió al conductor que le diera por la ventana a la menor. «Llevé a la niña al coche, pero tuvimos que salir porque el agua arrastraba el vehículo. Salí con la pequeña en brazos y crucé la autovía para ponerla a salvo», relata el agente. «Me dijo varias veces que no la soltara. Estaba muy asustada pero no lloró», añade.
El policía entró con la menor en las oficinas de Mercadona, donde los trabajadores les prestaron auxilio. «Nos dieron comida y bebida. La niña se durmió luego en el coche patrulla y estuvimos con ella hasta las siete y media», explica Benavent. Poco después, la abuela de la niña llamó al retén de la Policía Local. Estaba angustiada porque no sabía nada de su nieta, y un agente le dijo que estaba a salvo. El reencuentro entre la mujer y su nieta fue muy emotivo.
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Patricia Cabezuelo | Valencia
José A. González, Sara I. Belled y Beatriz de Zúñiga
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