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isabel ibáñez
Lunes, 18 de diciembre 2017, 07:59
El huevo de hoy es mejor que la gallina de mañana’ es el equivalente, traducido del árabe, a nuestro ‘Más vale pájaro en mano que ciento volando’. Somos diferentes, pero no tanto. Ocho siglos de presencia musulmana en la Península por fuerza tienen que notarse. « ... La dimensión popular de lo árabe está metida en nuestra manera de ser y en nuestro acervo cultural y no somos conscientes de ello», explica el arabista Pedro Martínez Montávez, toda una eminencia en la materia a sus 84 años. Hoy interviene en una conferencia en la Casa Árabe de Madrid para celebrar el Día Mundial de esta lengua, fecha que conmemora su adopción en 1973 como uno de los seis idiomas oficiales de la Asamblea General de Naciones Unidas.
La hablan habitualmente 290 millones de personas en todo el planeta, cifra que llega a superar los 400 millones si se suman los que la conocen y utilizan aunque no sean nativos;debe su papel tan destacado a que es el idioma del islam, en el que está escrito el Corán, su libro sagrado. Todo esto le otorga el cuarto puesto en el ‘ranking’ de los más usados del mundo. «Existen incontables dialectos –explica el experto–, pero hay un árabe común, procedente del árabe clásico, con el que guarda muchas similitudes, en el que todos pueden entenderse pese a manejarse en su propio dialecto; de hecho, las instituciones y los medios de comunicación lo utilizan y los organismos que agrupan a países de esta lengua, como la Liga Árabe, no necesitan traductores».
P. Martínez Montávez. Arabista
Pero, ¿qué conocemos en nuestro país de este idioma? Todos contestaríamos que las palabras que empiezan por ‘al’ en castellano provienen del árabe, como almohada, alacena, alacrán, alambique, albóndiga, albornoz, alcalde.... «Y no es del todo cierto –explica el arabista–; almendra, por ejemplo, no lo es. Las que sí lo son es porque el artículo ‘al’ no se quitó y pasó a formar parte de la palabra. Es el mismo, además, para masculino, femenino, singular y plural». Pero hay otros términos que nunca pensaríamos que son heredados del árabe: balde, barrio, chisme, embarazar, escabeche, fideo, fulano y mengano, jabalí, macabro, ojalá... y hasta el muy español ¡olé! También insultos como zafio, cazurro, mezquino y zoquete, si bien la procedencia de algunos de estos términos está en discusión, como la del tan usado ‘hola’. Uno de los vocablos más difíciles del castellano para los extranjeros es sandía, muy diferente a como se dice en otros idiomas porque viene de la palabra árabe ‘sindiyya’: perteneciente al Sind o Indostán. También es árabe esa í acentuada como en ‘alhelí’.
Lizabeth Cohen. Estudiante
Martínez Montávez (Jódar, Jaén, 1933) se licenció a mediados de los 50 en filología semítica, y se doctoró después en lengua árabe. Dirigió el Instituto Cervantes en El Cairo, ha dado clases durante medio siglo en universidades, también del mundo árabe, y traducido varios libros, en especial poesía, de una lengua tan dada a este género. ¿Cuánto le costó aprenderlo? «Toda la vida. No exagero cuando digo que aún estoy en ello y que cuando leo la prensa tengo siempre a mano un diccionario. Con esto no quiero desanimar a nadie, ¿eh?». Asegura que para ‘arreglarse’ basta con unas 1.000 palabras, que, aplicándose un poco, se dominan en un año.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, en España el 1,4% de los estudiantes que están aprendiendo idiomas este año han elegido el árabe, por detrás del inglés (77,9%), francés (11%), alemán (7,8%), italiano (2,8%) y japonés (2,1%). Gana, eso sí, al chino y al ruso (1,1%), y al rumano y al coreano (0,4%).
La actriz Lizabeth Cohen es hija de australiano e inglesa, aunque lleva mucho tiempo en España y cuatro años estudiando en el Centro de Lengua de la Casa Árabe, donde imparten cursos configurados por trimestres que reciben una media de 500 estudiantes, de ellos unos 90 niños de entre 3 y 12 años. «Viajo mucho a otros países, algunos de ellos árabes, y no llegas a conocer bien una cultura hasta que puedes comunicarte con sus habitantes en su misma lengua, aparte de ser una muestra de respeto si vas con regularidad», dice Cohen cuando se le pregunta por qué estudia árabe (sabe inglés, francés, español y algo de alemán). No tiene que ver con las salidas laborales, en auge, aunque señala que está pendiente de un trabajo en Dubái.
Palabras de uso habitual en el castellano, aproximadamente, provienen del árabe, aunque históricamente ha adoptado muchos más: hasta 4.000, según diversas fuentes.
«Es una lengua bellísima –prosigue Cohen, de 38 años–. Dice cosas como ‘Tu cara es como la luna’, para referirse a una mujer hermosa. A internet lo llaman de una manera tan poética como ‘telaraña’. ¡Y hay mil maneras de decir lo mismo! Eso sí, los primeros meses de aprendizaje son dificilísimos, en especial por la escritura, que es tan diferente, con otro alfabeto y de derecha a izquierda». Además, al escribir prácticamente no se usan las vocales, que sí se pronuncian, y las letras tienen diferente forma dependiendo del lugar que ocupan en la palabra o de si van solas. «Al principio, abría el libro y al ver los textos me sentía superada, pensaba que nunca sería capaz de entenderlo. Ahora me manejo con soltura, leo novelas cortas y la prensa árabe». Suele sorprender cuando a su alrededor se enteran de su conocimiento de esta lengua: «Me dicen ‘¡qué interesante y difícil!’».
Millones de personas, aproximadamente, utilizan el árabe habitualmente en todo el mundo; de ellos, 290 lo hablan como lengua materna. En España, en 2006 había empadronados unos 600.000 ciudadanos de nacionalidad marroquí, argelina, egipcia, siria, libanesa, jordana, tunecina e iraquí, hablantes de árabe.
Otra curiosidad del árabe es su plural dual: cuando hablamos de dos cosas no hace falta poner el número porque va implícito en la palabra. Y el tú, que se dice de forma diferente según sea hombre o mujer. «El árabe marca mucho los géneros», dice el experto. Estamos hablando de un idioma con 16 siglos de historia, «sin el que no podría entenderse la Edad Media, una de las principales lenguas universales de la ciencia, la literatura y el comercio, en la que escribió Averroes, ibérico cordobés», dice el arabista Martínez Montávez. Admite que ha perdido mucho con respecto a aquel tiempo, en dimensión universal y extensión, y se muestra preocupado por «el acoso de lenguas expansivas como el inglés y el francés y el proceso de plurifragmentación en dialectos que sigue experimentando».
En España, señala, teniendo en cuenta nuestro pasado, esos ocho siglos de convivencia, «debería incorporarse a la educación algún tipo de asignatura o materia preuniversitaria» que nos acercara al conocimiento de este idioma y el mundo que le rodea.
Es el primer idioma oficial en Arabia Saudí, Argelia, Baréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Mauritania, Omán, Autoridad Palestina, Catar, Sáhara Occidental, Siria, Sudán, Túnez y Yemen.
Aunque, a su juicio, uno de los principales problemas del árabe en nuestro país «no es que su aprendizaje sea difícil, lo que más les cuesta a los españoles es desprenderse de los tremendos tópicos tradicionales y los prejuicios que existen, y no quiero defender a nadie ni ninguna circunstancia, pero lo que hay que hacer es ir con los ojos limpios y ver que detrás de la lengua, que no es un hecho solo lingüístico, sino social, cultural, estético... hay un mundo de belleza sorprendente. El árabe tiene una complejidad semántica enorme, todas las palabras son polisémicas, puedes encontrar todo un universo de significados en una misma raíz, y por eso su estudio es apasionante, al mismo tiempo que agotador».
Ahora se está produciendo un fenómeno contrario al de los arabismos clásicos en el castellano; el árabe se está nutriendo de palabras españolas –explica Martínez Montávez–, popularizadas por los medios de comunicación: de este modo se dice ‘la roja’ para la selección de fútbol, ‘la armada’ para la de tenis, y se emplea ‘tapas’ sin traducir. Volviendo a los refranes, el preferido de la actriz Lizabeth Cohen es ‘Cabeza grande y comida de pájaro’:«Me gusta mucho y lo empleo a menudo. Algo así como que tienes serrín en la cabeza, o que eres un cabeza de chorlito».
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