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ANTONIO PANIAGUA
Martes, 31 de julio 2018, 07:40
Se fueron pero han vuelto. Turquía, Egipto, Grecia y Túnez plantan cara de nuevo al turismo español. Ya nadie se acuerda de las turbulencias políticas que hicieron desertar a cientos de miles de viajeros de esos países y que eligieron España como opción ... sustitutoria. La memoria es débil y los viajeros han regresado a los destinos del Mediterráneo oriental, sobre todo si, como en el caso de Estambul, la visita les plantea una oferta muy ventajosa en materia de precios. El sector turístico nacional lo empieza a notar, si bien los expertos aseguran que con los datos actuales es prematuro dar la voz de alarma. Pese a los atractivos que ofrece la competencia, España posee una experiencia solvente, mayor que la de sus rivales. La buena noticia es que, a pesar del retraimiento, el turista extranjero gasta más. El daño puede provenir más del vendaval de huelgas que de las fortalezas ajenas.
Los recuerdos del turista se vuelven pronto borrosos. Lo que le espantó hace dos años de Turquía, el fallido golpe de Estado del 15 de julio y los atentados del aeropuerto de Estambul, ya es agua pasada. Lo mismo ocurre en Egipto, donde la amenaza terrorista se ha difuminado. Grecia ha dicho adiós a la tutela de la Eurozona y a los señores de negro, mientras que Túnez contrarresta con precios más que bajos las consecuencias de la primavera árabe y los atentados yihadistas, lo que por de pronto ya ha suscitado el interés de los touroperadores británicos. De muestra, un botón: Turquía y Egipto ya han conseguido que vuelvan al redil cuatro millones de turistas en lo que va de año. Al viento de cola se apuntan Croacia, donde la demanda supera la oferta de alojamiento hotelero en verano, y Marruecos, con Agadir a la cabeza del país en la modalidad de sol y playa.
En España, por el contrario, es palpable un cierto estancamiento en las llegadas de visitantes desde los principales mercados emisores, Reino Unido y Alemania. Así, en el segundo trimestre rebajaron sus pernoctaciones un 2,1% y un 4,7%, respectivamente, lo que se traduce en 260.000 turistas menos.
Francesc González Profesor de Economía y Empresa
Manuel Figuerola Experto en movimientos turísticos
Los británicos, huéspedes frecuentes del ruedo ibérico, no levantan cabeza. A los temores del 'Brexit' han de sumar otras adversidades. Su inflación es el doble que la media de la UE y su crecimiento no es nada vigoroso, al contrario que la subida de los precios del transporte, el gas y la luz. El poblador de las islas ha visto además cómo la libra esterlina se depreciaba un 15%. Y por si fueran pocas razones para quedarse este año en casa, en el Reino Unido empieza a calentar el sol: este verano en Londres el termómetro ha marcado los 33 grados. Se ha producido lo nunca visto, las autoridades británicas han alertado de los riesgos de la insolación.
Y los alemanes, tan codiciados por los empresarios hosteleros-no en balde gastan de media 101 euros al día-, se muestran más renuentes a pisar el solar nacional. Habrá que esforzarse por seducir al turismo germano, que aparte de buscar sol y playa siente predilección por los balnearios y las ofertas vacacionales relacionadas con la salud.
Para los expertos, no hay motivos para llevarse las manos a la cabeza. Los pronósticos agoreros, dicen, son prematuros. Es verdad que por primera vez en diez años el crecimiento del PIB del sector estará por debajo del avance de la economía española, pero apenas una décima: un 2,6% frente a un 2,7%. Francesc González, profesor de Estudio de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), asegura que la población mundial seguirá creciendo y, en consecuencia, más personas engrosarán las huestes de turistas, sobre todo las pertenecientes a las clases medias de los países emergentes. «No considero que los datos configuren una tendencia, lo veo más bien como un fenómeno puntual. No es un drama que se ralentice el crecimiento. Este año se ha adelantado un poco la Semana Santa y las condiciones climáticas empeoraron. Es cierto que algunos mercados del Mediterráneo oriental presentan más estabilidad política, pero España mantiene una ventaja considerable gracias a una experiencia de décadas y cuenta con más y mejores servicios e infraestructuras».
Los años de luna de miel de que ha disfrutado el sector difícilmente se repetirán. El ejercicio pasado se batieron todos los récords, con unos ingresos de 60.156 millones de euros, lo que representó un crecimiento del 10,1% sobre el anterior. Pese a que ahora se registre una ralentización, los más optimistas ven posibilidades de recambio. Estados Unidos, China y Rusia presentan buenas expectativas. China cada vez está mejor conectada con España y los norteamericanos que nos visitan suman ya 2,7 millones al año.
El incremento del precio del petróleo y la existencia de un euro fuerte son factores que han contribuido a desinflar el crecimiento turístico, si bien, como argumenta González, ambas circunstancias han jugado a la contra para todos. «Yo creo que uno de los verdaderos problemas es el déficit de formación de los trabajadores. Las expectativas de continuidad son siempre a corto plazo. Es muy frecuente que un camarero, después de uno o dos veranos, abandone el sector y se vaya a otro por los bajos salarios imperantes en el negocio turístico», dice el profesor de la UOC.
En el turismo de masas, los viajeros que gastan a manos llenas son habas contadas, así que se apuesta por la calidad para atraer a los visitantes más derrochadores, el objetivo al que aspiran todos los mercados. Afortunadamente, el efecto de los atentados de Barcelona y los problemas derivados del 'procés' tiene, según González, un «ciclo de vida muy corto».
El mercado español ha vivido al menos dos años de lo que se llaman turistas prestados. Así lo piensa Manuel Figuerola, profesor emérito de la Universidad de Nebrija, quien niega, no obstante, que el sector haya tocado techo. El experto se remite a los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que señala que las pernoctaciones hoteleras solo han bajado un 0,25% en los seis primeros meses del año. «No sobran turistas, falta ordenación. La aportación del turismo al PIB es casi del 12%, pero a medio y largo plazo llegaremos al 15%. Más que crecer en visitantes, debemos hacerlo en ingresos. El futuro no pasa por el turista que gasta 70 euros al día, pero para captar al que desembolsa 80 hemos de dar más».
La turismofobia, aduce Figuerola, parte de una concepción errónea. «La única masificación se produce en el litoral. Apenas 15 municipios absorben el 40% de las pernoctaciones hoteleras. Es decir, en el 0,6% de territorio se produce casi la mitad de las estancias en hoteles».
En su opinión, España no ha desplegado todo su potencial en los subsectores del turismo paisajístico, cultural y gastronómico. Otras voces señalan que el visitante de lujo es un filón por explotar. Sólo un 10% de los 75 millones de viajeros de muy alto poder adquisitivo que llegan a Europa recala en suelo español. Los estudios realizados por la Secretaría de Estado de Turismo estiman que dicho segmento cosmopolita ofrece un volumen de 80.000 millones de euros de gasto potencial.
Más que el final de un buen ciclo, lo que preocupa al sector es la repercusión de las huelgas sobre el turismo. Al conflicto de Ryanair y el del personal de tierra de Iberia hay que sumar los frecuentes paros de los controladores aéreos franceses, así como las movilizaciones de los taxistas. Para la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, es un motivo de inquietud. «Nos preocupan las consecuencias que puede tener, no solo para los visitantes sino también por la imagen de España».
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