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antonio paniagua
Domingo, 10 de septiembre 2017, 08:38
Por los aleñados de la Embajada de la República Democrática de Corea del Norte en Madrid no transita casi nadie. Es raro ver un coche, pero lo es más toparse con un peatón. Esta soledad es una metáfora del aislamiento de un régimen que, a ... pesar de su aparente insignificancia, habla con arrogancia bélica al resto del mundo.
Afincado en el pudiente barrio madrileño de Aravaca, el edificio diplomático se encuentra entre chalés de postín y cerca de un hotel y una residencia geriátrica de lujo. Una bandera lánguida con los colores azul y rojo del país no alcanza el vuelo para ondear. El chalé en que residen el embajador Kim Hyok-chol y su mujer es una construcción de formas cúbicas que pocos conocen. Su puerta, flanqueada por dos cipreses, se abre en contadas ocasiones, en la recepción que se ofrece con motivo de la fiesta nacional y poco más. La plantilla de la legación diplomática está hoy un poco más menguada. A raíz del reciente lanzamiento de un misil y de las continuas pruebas nucleares del régimen de Pyongyang , el Gobierno de Rajoy ordenó que uno de los miembros de la representación diplomática abandonara España.
Corea del Norte estableció relaciones diplomáticas con España en 2001. No hace demasiado, en 2013, el país asiático abrió su Embajada en Madrid, que, aunque ubicada en una zona residencial para vecinos adinerados, está lejos del circuito diplomático más ilustre, sito en el barrio de Salamanca.
Con una imponente antena, la casa del embajador está rodeada de pinos y protegida de la indiscreción de curiosos con una tapia marrón por la que serpentea una enredadera. En el chalé, de dos plantas y 600 metros cuadrados, viven el matrimonio con sus hijas. El inmueble está muy cerca de la sede del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y de la vivienda del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Puerta adentro, Hyok-chol y su esposa dispensan su hospitalidad con cuentagotas. Con motivo de la fiesta nacional, la legación agasaja a sus invitados con una copa y aperitivos a base de langostinos, sushi y kimchi, un bocado hecho con col fermentada que es el plato estelar de las dos Coreas. La esposa del embajador recibió el año pasado a los visitantes con el traje tradicional y luego se escabulló rápidamente para ceder el protagonismo a su marido.
La casa comparte el toque elegante y minimalista de la exclusiva urbanización Valdemarín, donde se asienta. El diplomático y su familia no carecen de comodidades para relajarse y hacer deporte. La finca tiene piscina, pista de tenis, cancha de baloncesto y un amplio jardín. Está decorada con buen gusto, lejos de la uniformidad espartana de la dictadura comunista. Se prodigan las cámaras de seguridad y dentro de la vivienda no faltan los retratos del Ilustre Camarada, Kim Jong-un.
Según quienes le conocen, el embajador Kim Hyok-chol es un hombre de limitada conversación que maneja unos cuantos tópicos sobre España. Habla castellano torpemente y prefiere expresarse en inglés. Cuando se le pregunta sobre las relaciones entre los dos países, suelta una retahíla sobre las extraordinarias semejanzas entre España y Corea del Norte, país que, según él, bebe los vientos por Cervantes y donde todo el mundo conoce el ‘Quijote’ y la figura de Cristóbal Colón.
El embajador, amante de la lectura y el fútbol, quiere aprender de España la receta del turismo de masas. No en balde, el régimen de Pyongyang quiere emular el modelo de Benidorm y Marina d’Or. En junio una delegación integrada por varios arquitectos visitó durante cuatro días el litoral mediterráneo en busca de inspiración. Porque los norcoreanos están ávidos de ideas para levantar en Wosan, en la costa oriental del país, un emporio vacacional. Cómo piensan atraer al turista occidental con las rígidas restricciones al movimiento de personas imperantes en Corea del Norte sigue siendo una incógnita. No se olvide que los visitantes extranjeros no pueden sustraerse a la presencia de un guía para moverse por tierra norcoreanas. Pero el diplomático no se amilana y, según dicen, aprovecha la menor oportunidad para glosar la magnificencia de los montes Kumgang y Myonhyang y de la por lo visto estupenda estación de esquí de Masik.
¿Qué pinta una embajada de Corea del Norte en Madrid, cuando los intercambios comerciales son mínimos? En teoría, el régimen de Pyongyang está interesado en tener presencia en un país con una potente industria turística. Además, en Madrid está la sede la Organización Internacional del Turismo (OIT). Sin embargo, no se descarta que el régimen comunista quisiera con la apertura de la legación reforzar sus servicios secretos en la Europa meridional.
España no ha respondido al gesto y siguen sin abrir Embajada en Piongyang. El diplomático Gonzalo Ortiz, que representa los intereses españoles en Seúl, hace lo propio con el vecino del norte. En materia comercial, los intercambios son escasos. España adquiere al país asiático abrigos, chaquetas, cazadoras, trajes, pantalones y camisetas de punto. Mientras, Piogyang nos compra semimanufacturas y alimentos, bebidas y tabaco.
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