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Son tan vastos los ciclos geológicos de la Tierra que cuesta hacerse a la idea del modo en que se conciben en el tiempo. Para comprender bien la dimensión de todo esto, conviene recordar que la roca caliza de los macizos que constituyen el parque natural de Picos de Europa se formó por la superposición de las conchas de animales marinos muertos. Una encima de otra, como quien pone ladrillo tras ladrillo, durante millones de años.
Lo que aclara un nuevo estudio de la Universidad de Oviedo es que existe en las entrañas del macizo, en una zona del entorno de Tresviso y La Hermida, una cordillera antigua, anterior incluso al tiempo en que la Tierra estaba conformada por un continente único (Pangea), que permanece intacta en ese subsuelo, como un fósil. «Lo más habitual en fenómenos geológicos de esta antigüedad es que se hayan perdido por culpa de la erosión. Pero en este caso, como luego fue creciendo la montaña con nuevas aportaciones, ha quedado sepultada, y se conserva», aclara Javier Sanz López, el investigador que ha alumbrado el estudio junto a Silvia Blanco Ferrera.
La antigüedad de esta masa rocosa primigenia supera los 345 millones de años. Es muy anterior a la conformación del supercontinente Pangea, hace aproximadamente 150 millones de años. Existían en esa primera etapa dos grandes masas de tierra bien diferenciadas. Una al norte del planeta, llamado Laurasia –que contendría a lo que hoy es Norteamérica y Eurasia– y otra al sur, denominado Gondwana –que más tarde derivó en África, Sudamérica, India, Australia y la Antártida–.
«Hasta ahora se había pensado, por norma general, que entre esos dos supercontinentes no había más que aguas profundas,pero se ha demostrado que no era así, que había una plataforma continental muy superficial, que más tarde derivó en la formación de la península Ibérica», se suma el investigador Juan Carlos García Codrón, profesor de la Universidad de Cantabria y miembro del Patronato de Picos de Europa. «Este estudio reinterpreta, por tanto, la geología de Picos de Europa».
Los sondeos en este entorno cántabro han alumbrado, a dos mil metros de profundidad, que los restos fósiles encontrados se corresponden con animales que habitaron aguas no muy profundas –de unos 100 o 200 metros– bañadas por la luz del sol. «Si esas especies aparecen muertas aquí, es que vivieron en ese espacio entre supercontinentes», ratifican.
A esa plataforma marina la han denominado Valdediezma y se encontraría entre lo que hoy es Sotres, el Jitu de I'Escarandi, Tresviso y La Hermida. «Buena parte de este espacio está en Cantabria y su conservación es excepcional ya que hasta ahora no se conocían restos de otras similares en el mundo, porque el paso del tiempo y la erosión habían terminado con ellas». El estudio ha sido publicado en las prestigiosas revistas científicas Geological Journal y Palaeogeography, y Palaeoecology.
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Ana del Castillo
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