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dime en qué mes naces...

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Cada vez más científicos asocian enfermedades al mes de nacimiento

inés gallastegui

Domingo, 5 de noviembre 2017, 09:02

Hace unos días, la prensa británica, con su peculiar mezcla de pomposidad e ironía, daba la bienvenida al futuro tercer hijo de los duques de Cambridge, William y Kate. Entre los edulcorados parabienes, chocaba la admonición de una tal Rosa Silverman en el ‘Telegraph’. En un tono que recordaba un poco al hada mala de ‘La Bella Durmiente’, la agorera columnista advertía: «¿Así que vais a tener un bebé en abril? Odio decirlo, pero no todo son buenas noticias». Y a continuación mencionaba la larga lista de maldiciones que aguardan a la criatura: tiene más posibilidades de padecer alcoholismo, trastorno bipolar, anorexia o bulimia, autismo y glaucoma. Silverman no es una bruja ni le ha hecho al nonato heredero la carta astral. Su pretendida clarividencia no tiene nada que ver con los signos del zodíaco, sino con la ciencia: cada vez más estudios sugieren una asociación entre el mes de nacimiento de una persona y las posibilidades de que sufra ciertas enfermedades en la edad adulta. No por la influencia de los planetas, sino por factores más terrestres, como la cantidad de luz solar que reciben la madre embarazada y el bebé, la temperatura ambiente, la presencia de pólenes o la exposición a virus estacionales, como la gripe. «Son estudios exploratorios –advierte el médico José Ramón Banegas, experto en Salud Pública–. El mes de nacimiento actúa como un marcador de riesgo, pero no se puede modificar; en cambio, sí podemos cambiar conductas no saludables».

Hace ya décadas que este tipo de estudios comenzaron a hacerse con carácter científico, pero quizá el intento más ambicioso es el del consorcio SeaWAS, que aplica un método informático sobre grandes bases de datos clínicas para descubrir vínculos entre la fecha de cumpleaños y el riesgo de padecer ciertas dolencias crónicas. En estos años se han descubierto nexos para diversos trastornos neurológicos, cardiovasculares, reproductivos, endocrinos, oncológicos, mentales e inmunológicos.

Inviernos hay más de uno

Una de las dificultades de esta línea de investigación es que los factores ambientales que varían a lo largo del año no son iguales en todas partes: cuando es invierno en el hemisferio norte, es verano en el sur. Pero además ‘invierno’ y ‘verano’ son conceptos difusos, que no se parecen, en temperatura y horas de insolación, entre Reikiavic y Caracas. Ni siquiera entre Vitoria y Málaga.

Escolares con un año de diferencia en la misma clase

El mes del nacimiento no solo está asociado a diferencias ambientales relacionadas con la luz, la temperatura o los virus; también hay variables sociales. Varias investigaciones concluyen que los niños nacidos en noviembre y diciembre tienen muchas más posibilidades de ser diagnosticados y medicados por Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) que los de enero y febrero.

Un grupo de investigadores suecos analizó las fechas de nacimiento de 56.000 niños y concluyó que los nacidos en los dos últimos meses del año tenían casi el doble de posibilidades de ser considerados hiperactivos que los de los dos primeros. Los científicos apuntan a que quizá los pequeños menos maduros en relación a sus compañeros de clase presenten conductas que puedan ser interpretadas como síntomas de TDAH, cuando en realidad son manifestaciones normales en escolares que tienen casi un año menos que sus compañeros nacidos a comienzos de año.

Los investigadores sugieren que un comienzo de curso «flexible», adaptado a la madurez individual y no al calendario, podría reducir las demandas inapropiadas en los niños y reducir los diagnósticos erróneos.

Otra investigación realizada en la Columbia Británica (Canadá) con casi un millón de escolares de entre 6 y 12 años concluyó que las niñas nacidas en diciembre tenían un 70% más de probabilidades que sus compañeras de enero de ser diagnosticadas con ese trastorno, mientras que en los varones la diferencia era del 30%.

Muchas variables biológicas del organismo humano oscilan a lo largo del día, en virtud de los llamados ritmos circadianos. Lo mismo ocurre, a otra escala, durante el año: por ejemplo, el PH de la sangre, la excreción de potasio o el crecimiento del vello facial hacen pico a finales de verano, mientras que la presión arterial y algunas hormonas del estrés se elevan en invierno.

En España se han hecho pocos de estos trabajos. José Antonio Quesada y Andreu Nolasco, de la Universidad de Alicante, estudiaron la prevalencia de 27 enfermedades crónicas en una muestra de casi 30.000 personas y encontraron una asociación significativa en algunas de ellas. Por ejemplo, concluyeron que, entre los varones, los nacidos en marzo sufren menos dolor lumbar crónico y los de septiembre tienen más problemas de tiroides, mientras que las mujeres que cumplen años en noviembre padecen menos síntomas en la menopausia.

En 2015, un grupo de investigación de la Universidad de Columbia desarrolló un algoritmo supuestamente capaz de explicar la relación entre el mes en el que una persona vino al mundo y su estado de salud. Para ello, cruzaron los datos biográficos y las historias clínicas de 1,7 millones de neoyorquinos y descubrieron que esa relación existía en 55 de las 1.688 patologías estudiadas. Por ejemplo, el riesgo de sufrir asma es mayor para los sujetos nacidos entre julio y octubre, los de marzo tienen más problemas cardiovasculares, mientras que los de noviembre sufren más riesgo de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.

«No hay que ponerse demasiado nervioso con estos resultados porque, incluso donde hemos encontrado asociaciones significativas, el riesgo de enfermedad no es tan grande», advirtió el responsable del estudio, Nicholas Tatonetti. Y en todo caso, matizó, es inferior al de variables como la dieta o el ejercicio.

Lo mismo opina José Ramón Banegas, profesor de Medicina Preventiva, Salud Pública y Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid. «No se puede hacer nada para cambiar el mes de nacimiento y tampoco deberíamos preocuparnos de si nacimos en meses con mayor propensión a ciertos trastornos o en otros en que la salud está falsamente garantizada», señala el profesor que revisó el artículo de Quesada y Nolasco en ‘Medicina Clínica’.

«El cumpleaños es menos importante que los hábitos de vida saludables»

José Ramón Banegas | médico

¿Sería de alguna utilidad planificar el embarazo para dar a luz en los meses más ‘saludables’? «No parece razonable programar los calendarios reproductivos: simplemente, no es necesario». En realidad, no hay un mes perfecto para nacer: en todos hay alguna enfermedad asociada, al menos estadísticamente hablando. El azar del cumpleaños, junto a la predisposición genética, son aspectos sobre los que poco podemos hacer: no hay forma de romper el ‘hechizo’.

En cambio, subraya Banegas, hay influencias sobre la salud que sí podemos controlar, como las conductas –consumo de tabaco y alcohol, dieta y actividad física– y factores biológicos, como la presión arterial, la obesidad o el colesterol. «El futuro de la salud está abierto y es, en cierta medida, forjable, modificable a través de la acción sobre los factores ambientales», afirma.

Los expertos parecen estar de acuerdo en que descubrir conexiones sí puede servir, por un lado, para tenerlas en cuenta a la hora de determinar la prevalencia de ciertas patologías, es decir, la frecuencia con la que aparecen en la población. Por otro lado, conocer estos vínculos aparentemente azarosos podría ayudar a fomentar medidas preventivas. En resumen: hay que seguir investigando.

La red científica Infancia y Medio Ambiente (INMA) estudió a más de 2.000 embarazadas de toda España y concluyó que la mitad de ellas presentaba déficit de vitamina D, más acusada en las mujeres residentes en el norte del país que las del sur y en los meses de invierno que en los de verano. La responsable del trabajo, la epidemióloga Eva Morales, explica que, a los 14 meses de edad, los hijos de estas mujeres obtuvieron puntuaciones más bajas en las funciones cognitivas y psicomotoras, lo que en el futuro podría traducirse en un coeficiente intelectual más bajo. Y no solo eso: INMA estudia qué otras consecuencias puede tener ese déficit en la salud futura de los niños.

«El mes en que naces afecta a tu IMC, tu estatura y tus oportunidades»

Russell Foster | Neurocientífico

La gripe, que es un virus estacional, también puede tener efectos negativos en el feto, ya que en las embarazadas hay más riesgo de complicaciones y eso puede traducirse en un parto prematuro y bajo peso al nacer.

También la profesión

Otros estudios van más allá. El neurólogo de la Universidad de Oxford Russell Foster publicó en 2011 un estudio en el que ligaba el mes de nacimiento con la carrera profesional. Según sus resultados, los niños nacidos en diciembre tienen más posibilidades de ser dentistas, los de febrero, artistas, y los de primavera parecen inclinados a decantarse entre la política y la música. En cambio, ejecutivos y agentes inmobiliarios se reparten igual a lo largo de todo el año.

«Parece absurdo que el mes en el que naces afecte a tus oportunidades en la vida, pero cuánto vives, lo alto que eres, cómo te va en el colegio, tu índice de masa corporal, si eres una persona matutina o vespertina y las posibilidades que tienes de desarrollar ciertas enfermedades se correlacionan, hasta cierto punto, con la altura del año en la que saliste del útero», afirmó Foster a la prensa británica.

Azar y causa

Algunos científicos, sin embargo, ponen en duda estas predicciones e incluso las comparan con la fiabilidad del horóscopo. «La astrología nunca fue una gran ciencia», ironizó el estadístico británico al analizar la investigación española para el periódico ‘The Independent’. «Si miras 12 meses para cada una de las 27 enfermedades estudiadas y dos géneros, es decir, 628 posibles asociaciones, tienes garantizado que habrá patrones aleatorios que parecen increíbles».

«La vitamina D previene infecciones y favorece el neurodesarrollo»

eva morales | Epidemióloga

Su colega español Ricardo Ocaña lo corrobora. «La humanidad siempre ha sentido fascinación por la ocurrencia de sucesos extraños, patrones que sorprenden y a veces inquietan por parecer imposibles –explica el profesor de Estadística de la Escuela Andaluza de Salud Pública–. Conocer a alguien en una reunión de 40 personas y descubrir que cumple años el mismo día que tú puede asombrar e incluso sobrecoger. Sin embargo, en un grupo de 40 personas la probabilidad de que al menos dos de ellas cumplan años el mismo día es del 89%. Esta probabilidad es casi del 100% en un grupo de 60. Son sucesos casuales que tienen explicación a través de la teoría de la probabilidad».

Para Ocaña, la asociación entre el mes de nacimiento y la salud o la profesión futura puede responder a «patrones casuales», es decir, al azar. «Un hallazgo científico debe ser reproducible, de manera que, si es cierto, han de obtenerse los mismos resultados cuando se replique el estudio en las mismas condiciones. Esto no ocurre con las investigaciones que relacionan el mes de nacimiento con la aparición de determinadas enfermedades. El estudio realizado en España encuentra que las mujeres nacidas en julio tienen más riesgo de hipertensión. Por el contrario, estudios hechos en Estados Unidos aseguran que son las personas nacidas en enero las que mostraron más riesgo de tener hipertensión».

Este tipo de estudios, afirma el matemático, puede conducir al absurdo. Y recuerda una investigación que relacionó el consumo anual de chocolate per cápita con el número de premios Nobel recibidos por un país para concluir que el consumo de ese dulce favorece el desarrollo cognitivo.

«Hay sucesos extraños que explica la teoría de la probabilidad»

ricardo Ocaña | estadístico

La prestigiosa revista ‘Nature’ publicó en enero un manifiesto sobre las causas por las que la ciencia pierde credibilidad. Entre ellas, la apofenia, propensión a ver patrones en sucesos puramente aleatorios, y el sesgo de confirmación, es decir, la tendencia a buscar y publicar resultados que estén a favor de creencias preestablecidas. En las prioridades de los científicos, lamenta Ocaña, cada vez ocupan más espacio la necesidad de ser competitivos, publicar mucho y conseguir financiación y prestigio. «Como resultado, la objetividad, la imparcialidad, la originalidad, la reflexión pausada, la precisión en el razonamiento y otros valores científicos tradicionales están siendo relegados, lo que tiene repercusiones negativas en la calidad de la investigación, la utilidad de sus hallazgos y el avance del conocimiento científico», concluye.

Nicholas Cage y las piscinas

Otros críticos son más ácidos. El consultor norteamericano Tyler Vigen reúne en su web ‘Spurious Correlations’ los ‘inquietantes’ vínculos que hay entre las importaciones de petróleo noruego en Estados Unidos y la cifra de automovilistas muertos al chocar contra un tren, las películas en que aparece Nicolas Cage y los ahogamientos en piscinas o el consumo per cápita de queso y el número de muertes de personas que se enredaron en las sábanas de su cama. La web es humorística, pero tiene un trasfondo serio: correlación no es lo mismo que causalidad.

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