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Álvaro Machín
Santander
Sábado, 2 de noviembre 2024, 07:39
«Nos mandaron a llevar comida y medicinas de forma urgente a un hotel. Lo que encontramos al llegar era como una película de terror. Con los pasillos a oscuras. Los pocos que quedaban allí estaban sin luz, sin agua, sin comida... Tenían tanto miedo ... por lo que habían vivido que no querían salir». Lo cuenta Unai García, voluntario de DYA Cantabria, mientras, de fondo, se escucha el ruido de la emisora, que les encarga otro servicio en el centro de coordinación, en Paiporta (Valencia). Zona cero. «Tenemos que irnos», dice con urgencia tras una breve conversación. Llegaron el jueves por la noche desde Castro Urdiales y no han parado desde entonces. Apenas una hora de sueño. «No nos hemos podido parar a pensar en todo lo que estamos viendo. Nunca habíamos visto algo así», destaca el voluntario.
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Con Unai están Gorka Núñez y Sergio Díaz. El equipo completo. Salieron de Castro Urdiales el jueves a eso de las cuatro de la tarde. Van con un todoterreno equipado como ambulancia y llevaron consigo material de rescate, sanitario y un dron de salvamento que por el momento no han usado. «El vehículo está siendo muy útil. Lleva en la parte de atrás una camilla y fue verlo y empezar a encargarnos servicios. No hemos parado». Como llegaron de madrugada empezaron por su cuenta. «Estuvimos toda la noche echando una primera mano en lo que iba surgiendo, en lo que nos íbamos encontrando mientras reconocíamos el terreno. Y ya por la mañana, desde primera hora, nos pusimos a disposición del 112 de la Comunidad Valenciana».
Se han movido, principalmente, por Alfarfar y Paiporta, dos de los municipios donde el agua y el barro han causado más daño. «Estamos en el puesto de mando y nos han puesto una enfermera del 112 para que nos acompañe. A partir de ahí, nos han ido pasando servicios».
Los voluntarios castreños cuentan que el mayor problema que están encontrando es que «todas las vías de acceso están colapsadas». Y ponen un ejemplo que permite entender la situación perfectamente. «Teníamos un aviso para una zona que estaba a poco más de doscientos metros. Prácticamente podíamos verlo en la distancia. Pues bien, hemos tardado casi una hora y media en llegar. Primero, porque las calles están taponadas por el material, por las montañas de los coches apilados... Además, mientras avanzas, te requieren una vez y otra, y otra. No avanzas». De hecho, destacan que una de las prioridades para que los servicios de emergencia puedan actuar con más celeridad es retirar todos esos vehículos.
Entre sus tareas, un poco de todo. Al contar con una enfermera en el equipo están atendiendo a personas que «igual llevan tres días metidas en sus casas y que requieren atención sanitaria». Y también, apuntan, mucha tarea «social». «Hay que tener en cuenta que hay muchísimas personas que están muy afectadas a nivel emocional y que tienen mucho miedo, que no se atreven a moverse porque están aterradas».
Ellos, en el ir y venir, se han topado también con esas filas inmensas de vecinos que llegan para ayudar desde otros puntos de la comunidad. «Es impresionante esa escena. Hemos visto una masa de miles de personas con cubos, escobas y palas que se mueven andando para llegar y ayudar en lo que puedan. Es algo que no había visto jamás», relata Unai, que describe los escenarios en los que están trabajando «como esas series de televisión apocalípticas, tipo 'The Walking Dead'».
Sin tiempo para seguir hablando, se escucha sonido de radio de fondo y el trajín de los equipos moviéndose. Son aproximadamente las seis y media de la tarde y quedan pocos minutos de luz que hay que aprovechar. «Sí, tenemos que dejarlo aquí, que nos mandan a otro sitio», se despide Unai desde Paiporta.
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