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Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, en su despacho ante dos pantallas con los mapas del tiempo. Jesús García
Entramos en el ministerio del tiempo

Entramos en el ministerio del tiempo

Los servicios centrales de la Aemet se levantan sobre una colina llamada el cerro de Los Locos, en Madrid. Desde allí los mejores físicos y meteorólogos del país ponen cordura a la DANA, a este calor otoñal y a fenómenos cada vez más extremos por el cambio climático. «El tiempo está de moda, pero hay mucha desinformación interesada», dice su portavoz Rubén del Campo

Sábado, 30 de septiembre 2023, 13:14

El cerro de Los Locos. Así llaman a la loma donde se levantan los servicios centrales de la Agencia Estatal de Meteorología, a 665,7 metros sobre el nivel del mar, como precisa una placa en la fachada de este edificio del que sobresale una colosal antena que en otro tiempo fue los ojos y los oídos de la Aemet y ahora solo funciona como atrezzo. El sobrio inmueble de 1962 ocupa una ladera de la Ciudad Universitaria de Madrid, un tranquilo paraje rodeado de pinares, perfecto para trotar al aire libre. De hecho, hace un siglo ya era frecuentado por algunos pioneros que hacían deporte en calzones cuando lo de salir a correr por el campo escasos de ropa era observado con escándalo por los estrictos códigos morales de la época. Es curioso que aquellos 'chalados' medio empelotados acabaran dando nombre a la colina donde los mejores físicos y meteorólogos del país ponen cordura a un tiempo que cada vez está más loco por el cambio climático. «Para dedicarse a esto también hay que estar un poco loco, porque la meteorología tiene un componente de vocación y de entrega fuera de lo normal», apunta Rubén del Campo, el hombre del tiempo en la Aemet, el portavoz al que recurrimos los periodistas para que nos explique qué es una ciclogénesis explosiva, dónde caerá la próxima DANA o si en este 'veranazo' de San Miguel romperemos el techo de calor en otoño, como así parece.

Del Campo (Lodosa, Navarra, 45 años, los últimos trece en la agencia) nos recibe en el hall de entrada del sobrio inmueble de la Aemet junto a un letrero que reza 'El mejor equipo de profesionales de la meteorología al servicio de la sociedad', un lema que vino a poner en duda el alcalde de Madrid cuando acusó al organismo de falta de tino con sus predicciones sobre la DANA de principios de septiembre. Dejó lluvias históricas en el suroeste de la comunidad, pero no descargó con la misma fuerza sobre la capital, como esperaba Almeida, que había pedido a la gente no salir de casa.

Rubén prefiere pasar página sobre aquel asunto, pero dice que hoy habrían actuado igual, con los mismos avisos especiales de fenómenos adversos y las mismas alertas rojas de peligro extremo que se emitieron. «La DANA se desplazó unos kilómetros y pasamos de que esa lluvia torrencial cayera en un área metropolitana de seis millones de personas, con efectos que podrían haber sido catastróficos, a caer en una zona menos poblada, en la que, aun así, hubo varios fallecidos y cuantiosos daños. Nunca vamos a poder ser precisos al 100% porque la atmósfera es un sistema caótico y la meteorología no es una ciencia exacta», resume Del Campo, meteorólogo y licenciado en Biología con la especialidad Ambiental y Agrícola.

Antecedentes

  • 1887 Se crea en Madrid el Instituto Central Meteorológico, que ocupa un edificio almenado ('El Castillo') en el Parque del Retiro. El lugar se está hoy rehabilitando como museo

  • 1916 Se abre un segundo observatorio en Izaña (Tenerife), a 2.300 metros de altitud. Hoy es un centro de élite.

  • 1962 Se inaugura el nuevo edificio en la Ciudad Universitaria de Madrid, la actual sede central de la Aemet.

La voz principal de la Aemet (hay otras, pero la suya es la más mediática) disculpa el poco movimiento de personal que se observa por los despachos y pasillos de la agencia. Trabajan en régimen de semipresencialidad y buena parte de los 300 profesionales que curran en el edificio (hay otros 700 repartidos en las delegaciones territoriales y en los aeropuertos civiles y militares) operan desde casa. El teletrabajo ha cerrado la cafetería, así que pasamos de largo hacia su oficina, un despacho convencional en el que la nota de color la ponen dos fotos de sus hijas, Marta y Lola, de 7 y 5 años, unos pósters del Día Meteorológico Mundial (el 23 de marzo) y un mapita de España con los sistemas montañosos.

Un millón de seguidores

Rubén madruga más que los gorriones. Se levanta a las cinco y media, y a las seis, sentado delante del ordenador, empieza a preparar el parte diario sobre el que los programas matinales de radio y televisión elaboran la información que nos orienta a primera hora de la mañana sobre qué ponernos para salir de casa. También graba audios de voz para redes sociales como Telegram, en los que avanza cómo será el tiempo del fin de semana, hace un balance de las lluvias caídas o responde a preguntas relacionadas con la actualidad climática.

Y, junto a otros compañeros de la agencia, alimenta la cuenta de la Aemet en X (antes Twitter), seguida por un millón de usuarios (contando las delegaciones territoriales) y la página web, la estrella de los portales de la Administración Pública, con una media de once millones de visitas diarias y picos superiores a esa cifra en episodios puntuales como los fueron Filomena o la última DANA.

«El tiempo está de moda y su presencia en los medios es brutal. Hay un enorme interés por parte del público y la demanda de información no deja de crecer. Lo que ocurre es que ya no se circunscribe a lo clásico de si va a llover o no mañana. Con el cambio climático estamos viendo un incremento de fenómenos extremos; que si olas de calor, que si inundaciones, que si El Niño... que interesan muchísimo», explica el navarro.

Dos pantallas sobre su escritorio muestran el estado del tiempo en un área muy amplia, que incluye nuestro país. Los mapas de presión con su espiral de isobaras y los colores naranja y rojo que cubren la península avanzan que tendremos varios días de temperaturas excepcionalmente altas, con techos de hasta 37 grados. «No será raro ver récords de calor para octubre».

El Meteosat y su cadena de satélites meteorológicos no dejan de proveer datos con que los profesionales elaboran sus pronósticos. La Aemet paga una buena suma de dinero (el 25% de su presupuesto anual, que ronda los 140 millones de euros) al programa de satélites de la Agencia Espacial Europea, de la que España es miembro fundador.

Javier Méndez, físico y meteorólogo y responsable de Cirrus, el superordenador de la Aemet. Jesús García

Pero al cerro de Los Locos no sólo llegan las imágenes del Meteosat. Hay millones de datos de temperaturas del suelo y del agua del mar, de las radiaciones solares, de las descargas eléctricas... que se procesan en un 'búnker' de 200 metros cuadrados que blinda la joya de la corona de la Aemet, el superordenador Cirrus, un descomunal cerebro de once toneladas de peso y 48.000 unidades de cómputo, como seis mil ordenadores normales, y cien veces más rápido.

Cirrus, bautizado con el nombre de las nubes más altas del firmamento porque su misión es de 'altura', está especialmente diseñado para elaborar modelos meteorológicos. Permite hacer proyecciones climáticas de alta resolución, con mayor antelación, más precisas y detalladas (incluso por barrios) y en menos tiempo.

Esta máquina de altas prestaciones recibe información procedente de media docena de satélites, de una quincena de radares y de las estaciones meteorológicas distribuidas por todo el país, tanto las automáticas (un total de 877) como las manuales (otras dos mil a cargo de colaboradores). También procesa datos que le llegan de las sondas que lanza la Aemet y de los aviones que despegan o aterrizan en cualquier aeropuerto español. Cada día analiza, calcula y procesa más de 40 millones de datos a partir de los cuales los predictores realizan los pronósticos que llegan a la población. «Igualito que las cabañuelas», bromea el físico y meteorólogo Javier Méndez (Madrid, 59 años), jefe de operaciones de Cirrus, un experto en gestión de datos al que no veremos con un calendario zaragozano en la mano.

Entre los más potentes

«Cirrus es uno de los tres o cuatro superordenadores más potentes de España. Lleva tres años con nosotros y ha llegado a su época de madurez porque la tecnología avanza a pasos agigantados», explica Méndez, orgulloso de este titán de cables y lucecitas intermitentes. Costó 8,6 millones de euros y se mantiene aislado y bien refrigerado en una habitación herméticamente cerrada tras una pared decorada con un gran mural de mareas bravas, rayos, nubes y ecuaciones numéricas, una traducción muy gráfica de lo que transita por las tripas de Cirrus.

En el interior del búnker se levantan los 16 armarios de metal negros, cada uno del tamaño de un frigorífico, que conforman la megacomputadora. Dentro, el ruido es ensordecedor, como el del motor de un avión a punto de despegar. La temperatura y la humedad son constantes y existe una red de vigilancia que activaría de forma automática un grupo electrógeno en caso de corte en el suministro. Y por supuesto cuenta con la presencia de al menos dos operadores pendientes las 24 horas. «Todo está concebido para que no se pare nunca», apunta Méndez.

Del Campo y Méndez en la habitación 'blindada' donde Cirrus procesa millones de datos que ayudan a elaborar los pronósticos. Debajo, una de las pantallas con los datos del superordenador, y Méndez, junto a uno de los 18 armarios que lo componen. Jesús García
Imagen principal - Del Campo y Méndez en la habitación 'blindada' donde Cirrus procesa millones de datos que ayudan a elaborar los pronósticos. Debajo, una de las pantallas con los datos del superordenador, y Méndez, junto a uno de los 18 armarios que lo componen.
Imagen secundaria 1 - Del Campo y Méndez en la habitación 'blindada' donde Cirrus procesa millones de datos que ayudan a elaborar los pronósticos. Debajo, una de las pantallas con los datos del superordenador, y Méndez, junto a uno de los 18 armarios que lo componen.
Imagen secundaria 2 - Del Campo y Méndez en la habitación 'blindada' donde Cirrus procesa millones de datos que ayudan a elaborar los pronósticos. Debajo, una de las pantallas con los datos del superordenador, y Méndez, junto a uno de los 18 armarios que lo componen.

Al final todos esos millones de datos de temperaturas, de humedades, de presión atmosférica, de dirección y velocidad del viento, de radiación... acaban siendo interpretadas por los físicos de la Aemet y confluyendo en la voz de Rubén del Campo cuando avanza, por ejemplo, que este otoño será más cálido y seguramente más lluvioso de lo normal.

«Toda la información nos llega en tiempo real y Cirrus la procesa para elaborar los modelos matemáticos de la atmósfera que son la base de los pronósticos meteorológicos», detalla su jefe. «La inversión en Cirrus, en satélites, en sondas, en estaciones... todo cuesta un dineral. Si se pudiese hacer levantando una piedra en el campo y mirando si ha llovido, se haría», añade socarrón Del Campo para marcar distancia entre la Aemet y esa otra meteorología de bolsillo sin base científica.

Ambos 'aemetianos', físico uno, biólogo el otro, advierten de que estamos en un momento de desinformación meteorológica por el vendaval de negacionistas del cambio climático interesados en desprestigar a la ciencia. Y a los que realizan contrapronósticos basándose en métodos trasnochados, dicen, se les combate con «buena información meteorológica» a cargo del magisterio de profesionales con capacitación y experiencia». Lo que no quita para que la Aemet lleve años reclamando más personal. Están bajo mínimos y recuerdan que en 2013 eran 1.400 trabajadores y hoy, unos mil. «Necesitamos más personal y más fondos para mejorar las predicciones, que ya son muy buenas, pero hay margen para avanzar».

Mientras tanto Del Campo seguirá cargando con el sambenito de que no aciertan. Y sonreirá cuando en el ascensor sus vecinos le pregunten qué tiempo hará mañana. «Va a llover y además hará fresquito, les digo, pero ya no les vale con eso porque lo siguiente es 'y entonces qué ropa me pongo'. Esa es la pregunta que realmente te hacen siempre, jajaja». Como para volverse loco.

El físico Javier Rey, junto a la gran antena que preside el cerro de Los Locos, donde se encuentra la Aemet, en la Ciudad Universitaria de Madrid. Jesús García

El físico que levanta el 'teléfono rojo'

El físico Jaime Rey (Madrid, 42 años) es el encargado de levantar el 'teléfono rojo' en la Aemet, el que avisa al Gobierno (la agencia depende del Ministerio para la Transición Ecológica) de la llegada de fenómenos meteorológicos adversos. Por sus manos pasan los avisos de olas de calor, de posibilidad de incendios por altas temperaturas, de la proximidad de un temporal de frío y nieve como Filomena o de la llegada de una DANA con lluvias torrenciales, como sucedió a principios de mes. Rey dirige un superdepartamento del que dependen dos de las áreas más importantes, la de predicciones y la climatológica. La primera gestiona todo lo relacionado con el pronóstico del tiempo (un equipo de más de 200 predictores) y se encarga de los avisos amarillos, naranjas o rojos en función del riesgo de fenómenos adversos.

Sobre la otra gran pata descansa el banco nacional de datos climatológicos, con los balances hídricos, los índices de sequía, las anomalías térmicas... Ambas unidades, en colaboración con las delegaciones territoriales, prestan servicio a organismos tan diversos como las emergencias de las comunidades autónomas, las bases militares de los tres ejércitos, los aeropuertos o el Ministerio de Agricultura, donde asesoran en la Mesa de la Sequía. Y además proporcionan la información del tiempo que llega al ciudadano a través de la web y otros canales informativos.

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