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Una ola de frío es un episodio de temperaturas anormalmente bajas que tienen que superar umbrales referidos a la duración (al menos tres días ... consecutivos), extensión (al menos el 10% de las estaciones meteorológicas) e intensidad (que las temperaturas mínimas estén entre el 5% de las más bajas registradas entre enero y febrero del periodo 1971-2000). Es decir, para que haya una ola de frío no basta con que los termómetros se desplomen puntualmente en Soria o en Molina de Aragón, por citar dos de los municipios más fríos de la península, sino que la bajada de temperaturas tiene que cumplir unos requisitos mínimos de duración, extensión e intensidad. Y eso es justo lo que lleva sin ocurrir en España desde hace ya dos años. Ni una sola ola de frío en estos últimos 24 meses frente a 10 olas de calor, todo un indicador del impacto del cambio climático.
Para ser precisos, la última ola de frío en nuestro país acaeció entre el 28 de febrero y el 2 de marzo de 2023, va a hacer ahora dos años. Aunque ciertamente la última «gran ola de frío» se vivió en el invierno del 2020-21, cuando la borrasca Filomena trajo consigo entre el 6 y el 10 de enero del 2021 una nevada histórica que afectó a varias zonas de España, especialmente a Madrid, y batió todos los registros de frío con varias comunidades por debajo de los -15ºC y hasta los -25ºC en Molina de Aragón.
Pero hay más datos que corroboran los efectos del calentamiento. Según la información facilitada por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en lo que llevamos de siglo ha habido 31 olas de frío con un total de 153 días bajo esos parámetros. Y en cambio ha habido 48 olas de calor con 293 días. O sea, los días bajo ola de calor casi doblan a los de ola de frío.
DATOS OLAS DE FRÍO
La última ola de frío Llegó entre el 28 de febrero y el 2 de marzo de 2023. Anteriormente, en 2021, el azote fue 'Filomena', considerada la última 'gran' ola de frío en España
El año con más olas de frío. Fue el invierno 2004-2005 con cinco olas de frío
La ola de frío más larga Duró 17 días y ocurrió en diciembre de 2001.
La más intensa. Tuvo lugar entre el 26 de enero y el 2 de febrero de 2005 con una anomalía de temperatura de -5,1ºC. Esto significa que, en promedio, las estaciones meteorológicas tuvieron una temperatura de 5,1°C por debajo del umbral considerado como ola de frío. Es decir, si para una estación el umbral son -3°C, en aquella ola de frío éste bajó hasta -8,1°C.
La más extensa. Afectó a 39 provincias entre el 8 de febrero y el 15 de febrero de 2012.
«Está claro que hay una diferencia importante y donde se nota más es en el ascenso de días bajo ola de calor, que se han incrementado a un ritmo de unos tres días por década», explica Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, que tira de estadística para señalar que el descenso de las olas de frío «no es tan robusto» como el ascenso que están experimentando las olas de calor. «Los inviernos se están calentando a un ritmo de 0,16ºC por década y los veranos se están calentando a un ritmo de 0,28ºC por década. Aunque, en general, tenemos inviernos más suaves, esa diferencia se nota más en los veranos, que son cada vez más tórridos y cada vez ocupan más días de lo que debería ser la primavera y el otoño», apunta Del Campo.
De hecho el invierno del año pasado (período comprendido entre el 1 de diciembre de 2023 y el 29 de febrero de 2024) fue el más cálido desde el comienzo de la serie histórica en 1961, junto con el de 2019-20. Tuvo una temperatura media de 8,5ºC, valor que queda 1,9°C por encima de la media de esta estación.
Y todo indica que el invierno de 2025 (que meteorológicamente terminó este 28 de febrero) ha sido más cálido de lo normal, «aunque no tanto como el del año pasado», precisan desde la Aemet, que aún no han cerrado el balance de temperaturas de febrero. Eso sí, en diciembre y enero, el invierno ha sido 1ºC por encima de lo normal, pero la anomalía será seguramente mayor cuando se conozca el dato exacto de febrero, que ha sido un mes muy cálido.
Las altas temperaturas de las últimas semanas han variado los ritmos biológicos de muchas plantas, que ante otro invierno suave han adelantado su floración, como ha ocurrido con los almendros. Pero el hecho de que haya habido menos heladas ha influido también en el adelanto de plagas como la procesionaria del pino, esas interminables filas de peludas orugas que el frío invernal ayuda a controlar. La falta de frío también ha actuado sobre los frutales, que necesitan acumular las llamadas en agronomía 'horas frío' para salir del estado de reposo y estimular los nuevos brotes. La ausencia de suficientes 'horas frío' les afecta negativamente en forma de maduración irregular, menores producciones y menor calidad de la fruta en tamaño, coloración y firmeza. Además, como recuerda Del Campo, el adelanto en la floración o en la maduración por menos frío «no exime que luego puedan venir heladas tardías y esas heladas tardías causan más daño si previamente ha habido un adelanto de los ciclos biológicos».
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