Secciones
Servicios
Destacamos
Mitxel Ezquiaga
Jueves, 9 de marzo 2023
Donostia es una venerable dama que a veces también sabe enfundarse en una camiseta o un traje de neopreno. Si ya conoces San Sebastián siempre es un placer 'reconocerla': como decía el ilustre donostiarra Eduardo Chillida de las olas, «es siempre igual, pero siempre distinta». Si nunca has estado en la ciudad, disfruta por primera vez. Aviso: todos los tópicos son ciertos. Es bella, cara, acogedora y se come muy bien. Pero siempre puede sorprenderte. ¿Empezamos?
Nada mejor que empezar por el Gran Tópico: subamos a Igeldo, el monte desde el que se divisa la imagen por antonomasia de la bahía de La Concha. El ascenso en su viejo funicular, de más de un siglo de historia, es hipnótico; la vista desde arriba, también. Si eres de los animados móntate en la Montaña Suiza, un Dragón Khan txikito.
Baja en el funicular, asómate al vecino Peine del Viento (toma nota: muchos donostiarras lo eligen como su lugar favorito de San Sebastián) y regresa bordeando la bahía por el paseo de Ondarreta y de La Concha. Es media hora larga de inmersión en el paisaje: si la marea está baja, camina por la orilla. Y si hace bueno, para en la terraza del hotel Niza o del hotel Villa Favorita. En éste se encuentra el Amelia, último restaurante que ha revolucionado la escena local, del argentino Paulo Airaudo: su menú es el más caro. (Si quieres darte un lujo y puedes permitírtelo antes de visitar la ciudad reserva en alguno de sus templos tres estrellas, Arzak, Akelarre, Martín Berasategui, y sabrás por qué San Sebastián es la meca de la nueva cocina). Volvamos a La Concha: apóyate en la mítica barandilla y verás el atardecer rodeado de donostiarras. El espectáculo de ver acostarse el sol tras el horizonte de Igeldo es gratis y sigue maravillando a los indígenas. El 'chauvinismo' no se inventó en Francia, sino en San Sebastián.
Basta de filosofía: vamos de pintxos a la Parte Vieja. ¿A qué bares vais los donostiarras?, preguntan los visitantes. Pues al Paco Bueno (calle Mayor, 6: fritos de campeonato y tortillas diversas en una de las barras de toda la vida), al Urola (calle Fermín Calbetón, 20: arriba, restaurante clásico de primer nivel, debajo barra surtida), al Ganbara (calle San Jerónimo, 21: punto de encuentro de los artistas durante el Zinemaldia) y a La Cepa de Bernardo (calle 31 de Agosto, 7) si buscas un buen y contundente bocata mixto, aunque aquí tendrás que sortear hordas de franceses.
¿Una copa? La noche se fragmenta. En el vecino Boulevard, el Museo del Whisky reúne a quienes sí fueron a EGB, y hasta hicieron el Preu, y brindan con más alegría que los teenagers. En el centro de la ciudad, el Hollywood (calle Blas de Lezo 3), uno de los primeros pubs que existieron en Donostia: buena música y ambiente tranquilo. En La Concha el mítico Bataplán, discoteca asomada a la bahía. Como el Gu, en el edificio del Náutico, joya de la arquitectura modernista, un trago sobre el mar. Los más modernos tienen cita en el Dabadaba (calle Mundaiz, 8): consultar la cartelera de conciertos (aquí actuaron Rosalía o C. Tangana antes de la fama) o directamente bailar con música contemporánea.
¿Quieres andar? Los más valientes pueden hacer senderismo al lado del mar en rutas incluidas en el Camino del Santiago. ¿Por ejemplo? Por el monte Ulia hacia Pasaia, un par de horas tranquilas hasta San Pedro. Haz parada en el astillero Albaola (fábrica vinculada al mar donde se reconstruye una nao del siglo XVI) y almuerzo en el Bodegón Muguruza (llamado Falcon Frest, calle Torre Atze, 8): prueba su bonito con guindillas. En otra dirección puedes ir de Donostia hacia Orio a través de Igeldo: tres horas de puro monte para llegar hasta una de las grandes patrias del deporte del remo. Si reservas con anterioridad, nada como un besugo en el asador Xixario (calle Eusko Gudarien Kalea, 2).
Pero no todos quieren andar. Puedes ir a la talaso de La Perla: termas con vistas a la playa con posibilidad de chapuzón en La Concha con regreso rápido a la sauna o los chorros calientes para recuperarse. Los ciudadanos locales lamentamos que los mercados locales perdieron sabor tras su reforma, pero puedes acercarte a los puestos de las caseras en La Bretxa o a San Martín y ver, por ejemplo, las joyas del mar en Coro Sotero.
El barrio de Gros, junto al edificio Kursaal (los 'cubos' construidos por Rafael Moneo), es ahora una efervescencia de bares y terrazas. Puedes comer en la Bodega Donostiarra (calle Peña y Goñi, 13: pintxos y raciones top, como su célebre Indurain) o en el Bergara (calle General Artetxe, 8). Cerquita, el Ezkurra (calle Miracruz, 17) ofrece la que muchos consideran la mejor ensaladilla rusa y el Zabaleta (calle Zabaleta, 51), la mejor tortilla de patata.
No todo es comer en Donostia. Si quieres tranquilizar tu conciencia cultural tienes el Museo de San Telmo (Plaza de Zuloaga: atención a su iglesia y su atrio), el Diocesano en la basílica de Santa María (calle Mayor: aparte de tallas religiosas tiene una amplia colección de arte moderno) o el clásico y modernizado Aquarium (en el muelle), el segundo museo más visitado del País Vasco tras el imbatible Guggenheim. También hay tiendas con personalidad propia, aparte de las grandes cadenas. En la Plaza de Bilbao, la librería Donosti: pequeña y jugosa, sedujo a Woody Allen, que la incluyó en Rifkin's Festival, su comedia donostiarra. También las tiendas de ropa Arbelaitz (sí, de las hermanas del célebre cocinero), Auzmendi (inventor del célebre 'Donostiako Estiloa') y Enbata, en la Parte Vieja, ropa marinera. O Pukas, pionera en la moda surfera, e Irulea, donde encarga moda de recién nacido hasta la familia real británica.
¿Por qué no una escapada a una sidrería para cenar? Hasta después de Semana Santa sigue abierta la temporada del 'txotx': uno va con su vaso a las kupelas (barriles) y degusta las diferentes sidras mientras en su mesa cena un menú tradicional: tortilla de bacalao, bacalao con pimientos, txuleta, queso y nueces. Zelaia, en el límite entre Hernani y Astigarraga, es una de las clásicas (a diez minutos de coche). En Usurbil, Saizar funciona todo el año. Quien prefiera el vino, en Rekondo (carretera de Igeldo) tendrá buena cocina y una de las mejores bodegas de Europa.
¿Un poco de aire libre? Junto a la playa de la Zurriola hay escuelas de surf abiertas todo el año donde uno puede apuntarse aunque sea para vivir su primera inmersión. Si no quieres aventuras siempre puedes dar la vuelta al Paseo Nuevo o subir a Urgull, el monte que cierra la bahía frente a Igeldo. O acercarte hasta el parque de Cristina Enea: el mar se lleva el protagonismo pero San Sebastián también tiene estupendos parques. Al lado está el centro cultural Tabakalera en la reconvertida fábrica de tabacos.
Apuremos: un último encuentro gastronómico en alguna de las terrazas del puerto y, si está ya abierta, escapada a Hondalea, la escultura de Cristina Iglesias en la casa del faro de la isla de Santa Clara. Ella dice que la obra de arte empieza en el mismo momento en que embarcas en el muelle. Atraviesas en motora la bahía, subes a la isla y entras en el 'abismo' de su escultura de bronce y agua. Y ves San Sebastián desde ahí como un Robinson txikito.
Nos vamos con un autohomenaje. El hotel María Cristina es el hotel de las estrellas durante el Festival de Cine, presidido por un gran retrato de Bette Davis tomado por Isabel Azkarate. Date un capricho, sea un té o una copa. Lo pagarás caro, pero te acordarás siempre. Y un añadido más: el servicio DBizi permite alquilar las bicis municipales, aunque sea por un rato. Cógete una bici, normal o eléctrica, y muévete por la red de 'bidegorris' (carril bici) de la ciudad. La vida también es más feliz en San Sebastián si va sobre ruedas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.