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A muchos de los que lean estas líneas lo primero que se les vendrá a la mente al pensar en el accidente aéreo de los Andes será la película de 'La sociedad de la nieve', de J.A. Bayona. Un filme que trajo de vuelta medio siglo después la historia de supervivencia de los miembros del equipo de rugby Old Christians Club, de Uruguay, que viajaban junto con algunos amigos y familiares para disputar un partido en Santiago de Chile. La crónica del desastre y la resistencia, cuando un grupo de personas arrojadas en condiciones extremas y que hicieron lo impensable para sobrevivir.
Gustavo Zerbino, fue uno de los 16 supervivientes que aguantó durante 73 días tras el accidente en los Andes, y compartió con todos los presentes en la jornada de conferencias -centradas en el valor del tiempo- de los Premios GENIO su duro testimonio, aunque sin perder el toque vitalista que siempre mantuvo durante esos meses. Una forma de comunicar que rápidamente atrajo la atención de los asistentes en el auditorio del Centro Botín. «Cantábamos y bailábamos por un fin de semana largo y todo se detuvo en cuestión de segundos. Me saqué el cinturón, me levanté y me agarré como pude arriba, todo por pura intuición», ha empezado a relatar Zerbino. «Pensé que estaba muerto hasta que me cayó una gota del aire acondicionado, y me di cuenta de que estaba vivo y que tenía que intentar ayudar a todo el mundo que fuera posible». Con los pocos conocimientos que le daban unos meses estudiando Medicina intentó llegar al máximo número de heridos posibles. «En una media hora se puso oscuro, una noche que resultaría interminable y en la que solamente se escuchaban gritos y lloros». El superviviente ha puesto en valor la necesidad de aceptar la realidad y transformar los problemas en oportunidades, siendo parte de la solución y no del problema.
Una forma de afrontar la vida que les llevó a realizar diagnósticos y operaciones de los heridos sin tener claro lo que hacían. «Tenías que gestionar que la gente fallecida, tus amigos, eran mesas donde tú te apoyabas o sentabas, o gestionar que gritar no iba a cambiar nada, que éramos parte de la montaña y tu techo era el cielo que contemplabas», ha asegurado. «En ese estado construimos la sociedad de la nieve, una historia de amor, solidaridad, con el único objetivo de vivir y con una única norma, que era no quejarse, porque todos teníamos frío, extrañábamos a nuestra madre y nada de eso existía».
A través de una pequeña radio se enteraron de una noticia que marcaría el devenir del grupo. «Fue la mejor noticia que nos dieron, que dependía de nosotros mismos salir con vida de las montañas. Había que tener la mejor actitud, preparado para lo peor, esperando lo mejor, pase lo que pase, pasa sacar mi mejor versión y sin ninguna excusa». Y es que como se muestra en la película, Gustavo se negó a subir al helicóptero de rescate si no era con la maleta donde guardó todos los objetos de las personas que perdieron la vida. «Todo empezó cuando le quité la cadena a una persona que se había quemado por el combustible , quería llevársela a su madre», ha recordado. «La gratitud la práctico todo los días, reconociendo a todos los que perdieron la vida y y volviendo a la cordillera, porque mis hijos son como sus hijos. Sé que era duro, pero la única forma de sobrevivir era estar perfectamente bien y eso nos definió».
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