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El profesor Daniel Arias, en una de las aulas donde imparte clases de economía en la Universidad de Granada. Ramón L. Pérez
«Llevo años sin poner una matrícula de honor»

Daniel Arias Aranda

Catedrático de la Universidad de Granada
«Llevo años sin poner una matrícula de honor»

Publica 'Querido alumno, te estamos engañando', que ahonda en las claves de su famosa carta en la que criticaba el bajo nivel de sus estudiantes. «Hay que devolver al profesor su capacidad de tener iniciativa sin pasar por tres sanedrines»

Sábado, 28 de octubre 2023, 00:08

Una carta abierta del catedrático Daniel Arias Aranda (Madrid, 51 años) titulada 'Querido alumno te estamos engañando' incendió hace unos meses las redes sociales al cuestionar el nivel del alumnado universitario y suscitar una catarata de apoyos de profesores de todo el país, así como una no menor cascada de críticas a aquellas palabras entre la reflexión y la denuncia. Arias, que lleva 25 años dando clases e imparte la asignatura Organización de Empresas en la Universidad de Granada, publica ahora en Temas de Hoy un libro con el mismo título de aquella misiva. A lo largo de 250 páginas, disecciona, incluyendo datos y testimonios reales de profesores y alumnos, las carencias del sistema educativo y universitario, y propone acciones «incómodas» para romper inercias que han llevado «la mediocridad y la decadencia» a las aulas.

-Tras aquella carta en Linkedin, ¿cómo le recibieron en su clase?

-Pues no tuve ningún tipo de retroalimentación de mi alumnado. Nada. Sí, miles de mensajes de apoyo de profesores de Primaria, de Secundaria y de universidad y de algunos alumnos que no eran míos. Uno me confesó que a lo mejor de pequeño le tenían que haber puesto límites a la hora de usar el móvil. Los alumnos no son culpables. Ellos se han visto dentro de un sistema que hemos creado y que no está funcionando de la manera que debería. Nunca hay que culpabilizar al alumno. El alumno siempre es una víctimma, no un culpable.

-¿Le importan sus alumnos?

-Por supuesto. Porque me preocupan mis alumnos escribí el artículo y a continuación el libro.

-Aboga por salir de la mediocridad y devolver el brillo a la universidad…

-España es un país de tradición universitaria milenaria. Lo que ocurre ahora es que tenemos una universidad del siglo XXI con estructuras del siglo XIX. Nos quedamos anclados en un modelo determinado, luego a través del Plan Bolonia intentamos imitar a las universidades anglosajonas y tener una enseñanza individualizada , pero a coste cero. Y así es muy complicado hacerlo.

-Habla de la decadencia de la universidad. Dice que se necesita un alumnado comprometido con su formación, un profesorado con vocación docente y que asuma riesgos y un personal ágil… ¿qué es asumir riesgos?

-La universidad está muy burocratizada. La cantidad de tiempo que el profesorado pierde en labores burocráticas es amplísima. Si quieres llevar a cabo una iniciativa y vas a tener que enfrentarte a miles de papeles y de gestiones, lo más cómodo es no hacerlo. Eso es lo que critico en el libro. La necesidad de devolver al profesor su capacidad de tener iniciativa sin tener que pasar por tres sanedrines que decidan si lo que estás haciendo está bien o mal.

-¿Le ha pasado eso?

-Una vez quise poner en marcha un máster en Innovación para el que propuse a una candidata a Premio Nobel que venía de Estados Unidos. Y se me dijo que un comité había decidido que la universidad no tenía potencial para atraer a alumnos a ese tipo de titulación en particular. Lo dejaron metido en un cajón. Y tú estás dándote cabezazos contra la pared, buscando que tu universidad te eche una mano para llevar a cabo una iniciativa que puede salir bien o mal. Es un riesgo que hay que asumir. Pero que existan cortapisas de entrada hace que el profesorado no se meta en esos fregados.

«Hay profesoras con 35 años tomando pastillas para poder enseñar porque tienen dos o tres chavales que se dedican a reventarle la clase»

-También habla de la necesidad de tener un rector valiente...

-Uno que realmente se involucre en el bienestar de su profesorado, de sus alumnos y de su personal de administración y servicios. Que quiera poner su universidad en lo más alto, que no esté absolutamente de acuerdo con el sistema actual y rompa con las inercias establecidas desde hace años. No podemos seguir pensando que todas las universidades públicas tienen que ser exactamente iguales. Por ejemplo, Administración y Dirección de Empresas es una titulación que la puedes encontrar en cualquier universidad española cuando ya muchas universidades europeas están empezando a destacar por su especialización en determinadas áreas. El café para todos no lleva a ningún lado. Contenta a todo el mundo en el corto plazo, pero en el largo no está relacionado con la excelencia universitaria.

-¿Le ha mandado el libro al ministro Subirats? ¿qué le diría?

-Se lo mandaré. Al ministro le pediría consenso en cualquier reforma y que llame al profesorado. Hay que bajar a la trinchera. Ver cuál es la razón de que, por ejemplo, tengamos profesoras en Secundaria que con 35 años están tomando pastillas para poder dar clase. Porque tienen dos o tres chavales que se dedican a reventarles las clases constantemente y ellas no tienen poder más allá de echar al chaval tres días, pero a los tres días vuelve y todo sigue igual. Eso debería ser suficiente razón para que haya una reforma educativa en este país.

«Un alumno me preguntó que quiénes eran los Extremoduro y me hundió aún más en la miseria»

Cita en algún capítulo a Extremoduro… Todo un serio catedrático de Economía mencionando ¡a una banda subversiva!

-Yo es que soy muy fan de Extremoduro desde que estaba en la universidad. No he podido evitarlo. Justo ayer en clase comenté la evolución de los precios de la música y les dije que yo había visto en Granada a Extremoduro por 20 euros, y un alumno me preguntó que quiénes eran, lo que me hundió más en la miseria, jajaja.

-¿La ignorancia está de moda?

-Sí, lo vemos todos los días. No sólo entre alumnos universitarios sino en gente que está en puestos de decisión muy importantes en el Gobierno. Cuando pones la ignorancia de moda, la ventaja es que puedes tratar a los demás como si fueran estúpidos. Eso hace que los alumnos brillantes, que haberlos haylos, prefieran estar en un segundo plano. No quieren destacar demasiado porque se ven señalados por la masa. Mira este tío lo rarito que es. Y pueden ser objeto de cierta burla.

-Habla en el libro de de profesores relegados a la insignificancia, de padres hiperprotectores, de dispositivos digitales que dispersan las mentes, de políticos que toman decisiones sin visión a largo plazo… ¡vaya cóctel explosivo!

-Inicialmente cuando escribí el artículo pensé que era un problema de mi clase, que no iba mucho más allá. Cuando recibes esa avalancha de mensajes te das cuenta que es común en todas las facultades de España. Y me asustó que eso ocurriera también en Medicina. Si en el futuro me tiene que operar un tío que ha estado viendo TikTok en el aula, pues casi prefiero salir corriendo. Hemos creado el cóctel perfecto para que eso ocurra. A la hora de elaborar una buena Ley de Educación tenemos que mirar de aquí a veinte años. ¿Cómo queremos ser dentro de veinte años? Y de ahí para atrás diseñar el sistema educativo que permita llegar a esa España. Pero no sé que España visualizan los que han creado las leyes educativas que permiten pasar a los chavales con dos suspensos. Yo no sé qué es lo que esperan dentro de 20 años así. Pero sí me consta que muchísimos empresarios me dicen que han notado un bajón, que no encuentran gente buena. La FP es una salida muy interesante, pero faltan centros y técnicos de FP.

-Pero el sueño de muchos padres es que su hijo estudie en la universidad, pensando que quizá le garantiza un trabajo. ¿Hay presión para ir a la universidad en lugar de hacer una FP? ¿Es una cuestión de estatus?

-Sí, la falsa esperanza de que la universidad te da ese estatus de tener un hijo universitario cuando el paro universitario en España es uno de los más altos de la UE, y en los grados de Humanidades o Ciencias Sociales es brutal. Cuando eso pasa es que algo está fallando. Un titulado de FP tiene un 50% más de probabilidades de encontrar un empleo que un universitario. Eso es una señal importante que nos están mandando.

«Este curso todavía no me he ido de clase, pero sigo pidiendo silencio cada dos por tres. Cosas de niños de 14 años cuando tienen veintitantos»

-Afirma que se ha llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés de sus alumnos…

-Sí. Es habitual estar dando clase y tener que pedir silencio cada cinco minutos. Llego a un punto en que me callo, me cruzo de brazos y empieza a pasar el tiempo. Ellos siguen a su rollo y entonces les digo que doy por hecho que no tienen interés y me marcho del aula porque tengo cosas que hacer en mi despacho. Me he marchado alguna vez. Eso ha ocurrido. Este curso todavía no me he ido de clase, pero sigo pidiendo silencio cada dos por tres. Cosas muy de instituto, de niños de 14 años cuando ya tienen veintitantos.

-Me ha dado pena leer que hace años que no recomienda a ningún alumno para una empresa…

-No me atrevo. No quiero hacer perder el tiempo a ningún empresario. También es cierto que en esta década no he puesto una matrícula de honor. La última fue antes de la pandemia. Hace diez o quince años tenía más alumnos que merecían matrícula de honor de las que podía poner. Ya no tengo ese problema.

El alumno aventajado

-Se ha hecho un experto en hacer creer a los alumnos que valen aunque usted sabe que es mentira…

-Es la opción que te queda. El alumno pasa la asignatura con un nivel mucho más bajo. Él piensa que ha adquirido todas las competencias, pero tú sabes que no es así. El sistema está fijado para que el profesor diga «pa'lante».

-Pero de ese modo, ¿no se perjudica al alumno que se esfuerza o a los más aventajados?

-Cuando bajas el nivel, el alumno aventajado mira a su derecha y a su izquierda y piensa que si este haciendo la mitad consigue una nota relativamente alta, qué necesidad tengo de esforzarme. Voy a hacer la mitad para conseguir el mismo resultado. Por desgracia dedico la mayor parte de mi tiempo al alumno mediocre no al buen alumno, que pasa desapercibido porque hace su trabajo, aprueba bien y no te solicita más. El mediocre te busca diez mil excusas porque le has suspendido.

-Si se quiere calidad hay que ir a la privada, ¿es así?

-Soy un absoluto defensor de la universidad pública. Pero me gustaría que en España estuvieran las mejores universidades privadas, porque eso incidiría en que la pública tuviera que ponerse a la altura y a lo mejor nos empezaríamos a plantear cosas. La cuestión es que en España las matriculaciones en las privadas están subiendo de una manera brutal, una señal de mercado. Si cada vez más alumnos quieren matricularse en la privada será porque les está ofreciendo algo que la pública no ofrece. La gente no paga dinero a cambio de nada. Habrá que hacérnoslo mirar.

-En el epílogo del libro se ve con 71 años, dentro de 20, e imagina una universidad de la que se siente orgulloso… ¿se puede arreglar el desaguisado en ese plazo de tiempo?

-Sí, se podría si nos pusiéramos manos a la obra ya. Veinte años pasan muy rápido. La universidad de dentro de veinte años se empieza a construir hoy. Pero si preferimos ser el balneario de Europa, estamos en la línea adecuada.

-¿Cuál es la debilidad, la amenaza, la fortaleza y la oportunidad de nuestro sistema universitario?

-La mayor debilidad es empujar al alumno hacia adelante independientemente de los conocimientos que tenga. La amenaza, continuar con este sistema en el que la apatía se convierte en la norma. La fortaleza es que tenemos al profesorado mejor formado de la historia de nuestro país. La oportunidad, la posibilidad de que España se pueda convertir en una potencia tecnológica por ejemplo reteniendo a todo ese talento que se marcha fuera.

-¿Por cierto, qué le dijeron sus hijos de la famosa carta?

-Tengo dos, Marcos, de 20 años, que estudia Relaciones Laborales y Sara, de 18 años, que está en FP. Ellos fueron los primeros en leer el artículo antes de que lo publicara en Linkedin. Dudé, pero ellos lo leyeron y me dijeron que tenía razón... y me lancé.

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