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Diego González Rivas
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Diego González Rivas
Diego González Rivas (La Coruña, 50 años) es el médico que ha operado en más países del planeta, 138, y ha revolucionado los quirófanos con ... su técnica de videocirugía mínimamente invasiva (una sola incisión de tres centímetros en el tórax) para intervenir, sobre todo, tumores de pulmón. Se llama Uniportal-VATS, la creó en 2010 y la ha seguido desarrollando adaptándola ahora a la cirugía robótica. Resulta mucho menos agresiva que el método tradicional de abrir en canal al paciente y separarle las costillas, el posoperatorio es menos doloroso y el alta hospitalaria llega en dos o tres días.
El doctor, soltero y sin hijos, viaja por todo el mundo para operar y enseñar una técnica cada vez más demandada. La maleta, el avión y un pulso de acero le acompañan en un día a día que sólo en febrero le llevó desde Shanghái, (donde dirige el programa de cirugía videotoracoscópica en el Shanghai Pulmonary Hospital) a Madrid, México, República Dominicana, Argentina, La Coruña, Bucarest, Elche (donde recibió el Honoris Causa de la Universidad Miguel Hernández), Roma, Cádiz, Valladolid, Atenas, Lisboa y Bielefeld, en Alemania. «Soy un cirujano nómada», resume.
Y de eso va 'Curando el mundo. Diario de un cirujano nómada', (Plaza y Janés), el libro que presenta en Madrid la semana que viene y que sale a la venta el miércoles 5 marzo. En sus páginas, además del sinfín de anécdotas que le han ocurrido en el millón largo de kilómetros que lleva recorridos por todo el orbe, habla también del propósito solidario de su fundación, con la que opera gratis y salva vidas en países desfavorecidos. Y por si fuera poco aún saca tiempo para contar sus andanzas a la legión de seguidores (225.000) que tiene en Instagram.
– Ha operado y enseñado en 138 países, se pasa media vida en el quirófano y la otra media volando… ¿qué hace en los aviones?
– Estudio, edito vídeos de cirugía, pienso cosas para desarrollar nuevos instrumentales, preparo ponencias y sobre todo leo y reviso muchos artículos científicos.
– En 10 años lleva un millón de kilómetros… ¡25 vueltas al mundo.
– Un chico que me controla los kilómetros me dijo el otro día por Instagram que llevaba 42.000 kilómetros en enero y más de 30.000 en febrero.
– Realiza cada año unas mil cirugías mayores.
– Sí, unas mil cirugías torácicas mayores al año. En España un médico puede hacer unas 100, a lo mejor 200. En Estados Unidos el que más hace no llega a 500.
– En el Shanghai Pulmonary Hospital dirige el programa de cirugía torácica uniportal.
– Es el hospital más grande del mundo, ahí hemos entrenado a más de mil cirujanos. Vienen, están dos semanas conmigo en el quirófano de la mañana a la noche y luego yo voy a sus países a continuar el entrenamiento. No solo es el más grande, es el mejor hospital del mundo. En cirugía torácica es el 'number one'. Y allí fue donde implementé la técnica Uniportal-VATS en 2012. Ahora hacemos 150 cánceres de pulmón al día. He operado hasta 17 cánceres de pulmón en un día.
– ¿En su agenda hay hueco para imprevistos?
– Sí, sí, pero muy justitos. Tengo la agenda llena hasta diciembre.
– ¿Trabaja para la privada o para la pública?
– En España trabajo solo para la privada, pero hago mucha cirugía en muchos hospitales públicos del mundo que me contratan; en Alemania, Bosnia, Shanghái, India... pero tengo unas condiciones muy especiales. Lo normal es que en España venga a operar a pacientes que quieren que les opere yo.
– De las 12.000 cirugías complejas que lleva hay una intervención en el Congo que recuerda bien…
– Sí, operamos a una niña que se había tragado una llave y llevaba dos años con ella en el pulmón. Hicimos una masterclass en Kinsasa y salimos en la tele. La madre me vio y se presentó con su hija en el hospital. La llave le había destrozado el bronquio, tenía infecciones, se ahogaba… una vida terrible. La pobre chica se hubiera muerto en dos meses. Le abrimos el bronquio, le quitamos la llave, le reconstruimos todo y a los tres días se fue de alta. Eso sí que es una vida salvada, de verdad.
– Lo cuenta con satisfacción...
– Porque son los casos que más me llenan. Era una niña de 12 años con toda la vida por delante.
– Ha pasado de operar sin luz en Gaza a cenar con príncipes.
– Sí, he operado en Gaza en condiciones terribles, he operado en África a gente sin recursos y he operado también a gente muy importante. Una de las personas más ricas de Europa quería que operase a su mujer un día en concreto y yo ese día estaba subiendo el Kilimanjaro porque acababa de operar en Tanzania. Le dije que no podía, que tardaría un día en llegar a Bucarest, donde iba a ser la intervención. Me pidió por favor que fuera ese día porque así se lo decía la carta astral de su mujer, así que mandó su jet privado a recogerme al aeropuerto de Kilimanjaro. La operé y a día de hoy está curada.
– ¿Y su experiencia en Corea del Norte?
– Fui invitado, pero no puedo hablar de eso… Bueno, pues entré, estuve un día, me quedé flipado y me fui. Estuve muy intranquilo… me sentí inseguro sin pasaporte, sin teléfono, y en un país en el que no puedes hacer o decir nada por miedo a equivocarte. Sí, tuve miedo.
– ¿Y en Turkmenistán?
– Después de Corea del Norte es el país más hermético del mundo. Operé a varios pacientes e hice una masterclass de videocirugía. Aluciné con el país, todos los edificios son blancos, como los coches. No hay nadie en las calles y está todo limpio. Sin un papel. El hospital era público, superlujoso y casi vacío. Me trataron muy bien.
– Y eso de operar de la mañana a la noche, día tras día, incluidos fines de semana, ¿cómo se lleva?
– Es energía, pasión, una mezcla de todo. Yo era un niño hiperactivo al que tenían que llevar con una correa por la calle. Era muy inquieto, me metía en todos los fregados. Esa hiperactividad la mantengo en mi trabajo.
– Por cierto... ¿por qué eligió la especialidad de cirugía torácica?
– Mi madre era enfermera y yo a veces la acompañaba al hospital y veía que la gente entraba mal y salía bien. Yo veía a mi madre como una heroína, porque ayudaba a la gente y para mí era un ejemplo. Eso me motivó a hacer medicina. La especialidad de torácica la elegí más tarde. Estaba dudando, porque quería hacer plástica, cardíaca, torácica... No lo tenía muy claro. En ese momento la torácica era muy desconocida. ¡Y mira cómo la hemos evolucionado! Antes era como la hermana pequeña de la cardíaca. Ya no. Hemos elevado el nivel de la cirugía torácica en el mundo.
– Pero a usted el dolor siempre le ha conmovido, ¿no?
– Cuando estaba haciendo la especialidad veía a los pacientes muy doloridos en el postoperatorio. Por eso quise desarrollar una técnica menos invasiva. Me fui a Estados Unidos a aprender y en junio de 2010 decidí hacer la primera cirugía del mundo para cáncer de pulmón a través de una sola incisión, la técnica Uniportal VATS.
– Su jefe de entonces en el hospital de La Coruña no se lo puso fácil.
– No vio bien que un cirujano más joven desarrollara una técnica nueva, no lo aceptó e intentó bloquearlo. Lo pasé muy mal, fueron años duros, pero no puedo más que estarle agradecido, porque todos los obstáculos que me puso fueron una motivación para que yo creyera más en esa técnica…
– ¿Cuál es su lema en la vida?
– Lo único imposible es aquello que no intentas. Nunca tires la toalla, ¡never give up!
– Y cuándo lucha y un paciente muere, ¿es una derrota?
– La muerte es parte de nuestra profesión. Cuando te enfrentas a una cirugía difícil sabes que hay un riesgo. Es una decepción, una tristeza, pero no lo siento como una derrota.
– ¿Le escribe mucha gente?
– Muchísima. Desafortunadamente, la mayor parte de los enfermos que me escriben no son operables porque el tumor está muy avanzado. Pero hay un porcentaje que sí. Y esos son los que puedo rescatar, a los que puedo dar una supervivencia. Muchos pacientes me escriben desesperados y el hecho de que lo haya rechazado otro cirujano no quiere decir que yo lo puedo operar. Tengo que preservar unos principios. Lo que sí que puedo rescatar son pacientes con tumores centrales que otros cirujanos, por su complejidad técnica, han rechazado, y yo, por la experiencia que tengo, puedo ofrecerles una cirugía mínimamente invasiva y operarlos.
– ¿Qué le cuentan los pacientes antes de que les opere?
– Normalmente ya saben mucho de mí porque me han buscado en internet o han tenido referencias de otros colegas. Vienen con confianza ciega. Es una conexión muy bonita porque se establece un vínculo muy fuerte desde antes de la operación. Como si tú fueras su última esperanza cuando les han cerrado tantas puertas. También es mucha presión para mí, pero estoy acostumbrado a trabajar con presión.
– Dice que no salva vidas, que da años de vida…
– Claro, nosotros damos calidad de vida y años de vida. Salvar vidas, pocas veces. Yo salvo vidas en África porque allí si no los operas tú, no los opera nadie.
– Su libro se titula 'Curando el mundo. Diario de un cirujano nómada'. ¿Así se considera?
– Sí, soy un nómada, un 'homeless', no tengo casa… bueno, tengo casa en Coruña, pero no voy nunca. Soy un cirujano del mundo, aunque paso la mayor parte del tiempo en Shanghái.
– ¿Qué es lo más bonito que le ha pasado con un paciente?
– Una de las cosas más emotivas es esto. (Enseña en el móvil la foto de una paciente que se tatuó sobre la cicatriz de una operación pulmonar su nombre, 'Diego'). Lo más bonito es cuando te agradecen que les des ilusión ¿sabes? Porque a lo mejor están muertos ya en vida. Es decir, les han dicho que no hay nada que hacer, y tú les das una ilusión de vivir. Esa es mi recompensa a tantas renuncias, la felicidad de los pacientes a los que sacas adelante.
– Tiene una fundación y con ella ha montado un camión-quirófano con el que opera en África.
– ¡Es una obra de ingeniería espectacular! Un quirófano portátil para operar en los sitios más desfavorecidos. Durante años he ido a África y a veces no tenían ni grapas. Está dotado con toda la tecnología, con cámaras de alta definición, instrumental de primera, paneles solares, conexión vía satélite, su sala de UCI, de reanimación… Podemos ir con nuestra enfermera, nuestro anestesista, con todo el equipo. Ahora está en Ghana, luego vamos a Costa de Marfil y Angola.
– ¿Qué operan en el camión?
– Sobre todo patología inflamatoria, tuberculosis pulmonar y aspergilomas. Es muy raro que en África tengas tumores operables. Y operamos siempre gratis. Yo gano dinero con los contratos que tengo en otros países o si un millonario quiere que opere a su mujer. Pero lo que me llena es operar en sitios desfavorecidos, es lo que más felicidad me da.
– Le dicen Doctor Milagro, el médico español más internacional, ha sido candidato al Princesa de Asturias... ¿Cómo tiene el ego?
– Muy controlado afortunadamente. La vida es una montaña rusa. A veces arriba, a veces abajo. Hay que ser siempre humilde porque nunca sabes lo que te puede pasar. Tú puedes estar muy crecido con tu vida, que va todo muy bien, y de repente al día siguiente todo se complica. Te levantas una mañana y tienes una enfermedad terminal. Por eso yo veo la vida con mucha cautela. Sabiendo dónde estoy y que todo puede cambiar. Todas las personas que he operado eran como yo antes y como tú, personas normales que de repente se despiertan enfermos.
– ¿Es consciente de que lo que para usted es algo cotidiano, para un paciente que se va a operar es probablemente el momento más importante de su vida?
– Sí, muy consciente y sé lo importante que es que confíen su vida en tus manos. Por eso es tan importante la empatía y el cariño.
– ¿Son las listas de espera la gran asignatura pendiente de la sanidad pública española?
– Nuestra sanidad es buena porque cubre a todo el mundo, pero falla en eso. Hay que incentivar a los profesionales, pagarles más y estimularles para trabajar por las tardes y los fines de semana.
– Pero habrá médicos que quieran tener una vida familiar y personal…
– Claro, pero si quieres ser el mjor en tu profesión y destacar, tienes que dedicar muchas horas. Los mejores cirujanos son los que más operan y repiten y repiten. La cirugía no es magia. La cirugía es repetir movimientos. Si tú haces un movimiento mil veces, lo vas a hacer bien. No depende tanto del talento sino de las horas que le pongas, del esfuerzo, del sacrificio y la dedicación. Los mejores cirujanos no son los más habilidosos ni los que tienen más talento, son los que tienen más experiencia y operan más.
– ¿Con qué sueña?
– Sueño con ser feliz, tener salud y que mi familia esté bien. No con cosas materiales. Quiero ser una persona que cada día me levante con salud, que haga lo que me gusta, que disfrute y nunca pierda la pasión. Me da miedo despertarme un día sin pasión por seguir. La pasión es el motor que me mueve.
– Hace surf para descomprimir.
– Sí, me aporta libertad, felicidad y me relaja. Surfeando libero toda la adrenalina acumulada.
– ¿Dónde cogió esa ola con la que sueña todo surfista?
– En las islas Mentawai, en Indonesia.
– ¿Qué haría el último día de su vida?
– Operar… bueno no. Operar y pasarlo con mi familia.
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